CINE. 65 FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN. QUINTA JORNADA.
65 Festival de
Cine de San Sebastián.
Quinta
jornada.
Vamos
acabando el festival con un nivel de cine sobresaliente. La película rusa
“Loveless”/ “Sin amor“, que se proyecta en la Sección Perlas, es una de las
mejores, sino la mejor, de las vistas por este crítico desplazado a Donostia.
No es una sorpresa. Desde “El regreso” el ruso Andrey Zvyagintsev, que no ha podido estar en el pase por problemas
de salud (sí la impresionante, por talento y físico, actriz Maryana Spivak y el protagonista
masculino Alexey Rozin) es uno de
los directores de mayor prestigio y más galardonados de su país. Nuevo film
sobre la desaparición de un niño como la estremecedora película rumana
“Pororoca”. Un matrimonio formado por Zhenia (Maryana Spivak) y Boris (Alexey
Rozin) se está divorciando de forma traumática: es decir con gritos,
reproches e insultos que entran dentro de la violencia verbal; cada uno de
ellos tiene un amante con el que prácticamente viven (la pareja de él, Masha (Marina Valsiyeva) incluso embarazada);
ese matrimonio destruido tiene un hijo de 12 años llamado Alexey (Matvey Novikov) no deseado por ninguno
de ellos, especialmente por la madre (que literalmente lo detesta desde que lo
parió), y no saben qué hacer con él, quizá meterlo en un orfanato; el niño, en
una de las secuencias más dolorosas, escucha entre lágrimas tras una puerta lo
que discuten a gritos sus padres y desaparece.
El
director ruso rueda una película estremecedora sobre un par de villanos desalmados
que ni cuando reciben la noticia de que su hijo ha desaparecido son capaces de
dejar al margen el odio que se profesan (ella araña y abofetea a su marido en
otra de las secuencias culminantes) y sobre un sistema en descomposición, el
ruso, cuya policía no mueve un dedo por encontrarlo (sí una ONG cuya labor se
centra en los niños desaparecidos y se implica a fondo). Andrey Zvyagintsev dibuja esa relación tóxica (quizá Zhenya haya
heredado su mal carácter de su asocial madre, protagonista de otra de las
tensas secuencias), filma con naturalidad las escenas de sexo de los
protagonistas con sus respectivos amantes, utiliza una banda sonora impactante
y consigue un ritmo no tan moroso al habitual en él (a este rendido espectador
sus 127 minutos se le pasaron volando).
La
película se abre y se cierra con la misma imagen: un árbol, junto a un río, en
un paisaje nevado desolado, de una de cuyas ramas pende la cinta que colgó ese
niño víctima de esa historia cuando desapareció, y entre esas dos imágenes
exactas han pasado siete años de olvido e indiferencia y la cinta sigue
pendiendo de esa rama. El director de
“El regreso”, obsesionado por las disfunciones familiares en cada una de sus
películas, padres que no se comportan como tales con sus hijos, construye una
de sus mejores películas, rayando la perfección absoluta. “Nelyubov”, su nombre
en ruso, deja al espectador en estado de conmoción profunda. El arte está para
conmover y no dejar indiferente. Eso es cine. Arte que conmueve y estremece.
Apunten ese título, “Loveless”/ “Sin amor”.
¿Se
puede ver cine después de ese shock? Se intenta. En el Principal, en Nuevos
Directores, irrumpe el cine británico con una producción de la BBC de formato
televisivo pero impecable. “Apostasía” de Daniel
Kokotajlo aborda el espinoso tema de las sectas a través de los Testigos de
Jehová que el realizador conoce desde dentro. Una madre fanática permite que
una de sus hijas muera y distanciarse de la otra, embarazada, que se ha salido de
la ortodoxia de la secta. El rígido protocolo de actuación de los Testigos de
Jehová ordena que los familiares aíslen a sus miembros que han cometido
apostasía. El de Daniel Kokotajlo es
un trabajo cinematográfico riguroso sobre el poder de las sectas en el seno
familiar y sobre el vaciado mental de los sectarios. Esa madre, que es víctima
de sí misma, no tiene otro asidero vital que su iglesia y sus creencias
apocalípticas que pregonan una y otra vez el fin del mundo. Film correcto, bien
interpretado por Siobhan Finnerari, Molly Wright y Sacha Parkinson al que habría que reprocharle cierta atonía.
Le
cuesta al cine alemán meterse en su espinoso papel en la Segunda Guerra
Mundial, así es que se agradece la originalidad del planteamiento de Robert Schwentke en “El capitán’ que va
a la Sección Oficial con posibilidades de salir con algún premio. El hábito
hace al monje, o el peor victimario es el que previamente ha sido víctima.
Herold (Max Hubacher) es un soldado
raso desertor que roba un uniforme de capitán. Lejos de utilizar su identidad
impostada para huir de la debacle que se produce en Alemania en los coletazos
de la Segunda Guerra Mundial, se cree su papel, recluta a su alrededor a un
grupo de desertores, a los que convierte en banda de malhechores, y masacra de
forma salvaje y con absoluta impunidad a todos los recluidos en un campo, desertores
como ellos paradójicamente, aprovechando el caos del final de la contienda.
Película potente, vigorosa y testosterónica que habla de la banalidad del mal,
la relatividad de la muerte cuando se convierte en algo cotidiano y el
avasallamiento del poder cuando va acompañado de la violencia extrema, cuando
ésta se convierte en mera rutina. Lo peor de la condición humana asoma en esta
película que subraya la sentencia de Thomas
Hobbes de que el hombre es un lobo para el hombre. “El capitán” está
fotografiada en un blanco y negro espléndido, cuenta con una banda sonora potente,
buenos efectos especiales, muy buenos intérpretes (hiela la sangre la expresión
glacial de Max Hubacher
especialmente, un certero retrato de la psicopatía) y con secuencias
impactantes (el protagonista que se pierde en un bosque por un sendero sembrado
de esqueletos, una pesadilla de El Bosco). “El capitán” posiblemente marchará
con algún premio.
“La
gran enfermedad del amor” de Michael
Showalter es una simpática comedia sentimental que recoge la verdadera
historia de amor entre Kumail (Kumail
Nanjiani), un entertainer pakistaní y chófer de Uber que se resiste al
matrimonio concertado que impone su cultura, y Emily (Zoe Kazan), una simpática muchacha de Chicago que acude a uno de
sus shows. Muchas risas, sobre todo por la química existente entre el actor
pakistaní, que se interpreta a sí mismo, y la irresistible simpatía de Zoe Kazan y su característica voz
nasal, y algo de drama (la chica enferma gravemente y eso es la excusa para que
Kumail conozca a los peculiares padres de ella interpretados por Holly Hunter y Ray Romano). Comedia sin más pretensiones que agradar, presentada
en el festival de Sundance, que consigue su objetivo. Si el cine puede ser un
entretenimiento digno, ésta es una muestra de ello.
Esta
tarde es cómoda porque no me muevo del Principal, así es que no hago otra cosa
que entrar y salir de la sala, comentar las películas con mis colegas en las
colas y ocupar mi asiento en la fila 3. Y puedo resistir el empacho
cinematográfico gracias a unas alcachofas con foie y una merluza a la vasca que
saboreé en Okendo sin perder la esperanza de ver aparecer a Mónica Bellucci. Nada. Hube de
conformarme con su figura troquelada que a punto estuve de llevarme.
“The
Wife”, que se estrenará en España como “La buena esposa”, es la aportación
sueca a la Sección Oficial aunque sus actores sean norteamericanos o ingleses
en su totalidad. Björn Runge trata
en 99 minutos el tema del fraude literario, algo no tan incorriente en el mundo
de los escritores y que no es cosa de
ahora. ¿Quién escribe realmente muchas de las obras notables? “The Wife” podría
enlazar precisamente con el film de Joseph
Losey, a quien se homenajea en Donostia, “Eva”, o más recientemente con “El
escritor’ de Roman Polanski. John
Castleman (Jonathan Pryce) es
galardonado con el Premio Nobel de Literatura y emprende viaje a Estocolmo con
su esposa Joan (Glenn Close). Lo que
empieza siendo un motivo de alegría se ensombrece a medida que se conocen los
secretos inconfesables del Nobel de Literatura. Una realización correcta y un
film que se sustenta en las magistrales interpretaciones de Glenn Close, Jonathan Pryce y de Christian
Slater como malévolo biógrafo no oficial de Castleman.
Y llegamos a la última película del festival que
quien esto escribe verá, la versión sobre la vida de Pablo Escobar (Javier Bardem), uno de los villanos más
sanguinarios que se recuerdan, un falso Robin Hood colombiano, que ha rodado el
español Fernando León Aranoa (“Los
lunes al sol”) siguiendo el libro que la popular presentadora colombiana
Virginia Vallejo (Penélope Cruz)
escribiera sobre su romance con el rey de la droga. Loving Pablo está rodada con pericia, buen
ritmo, con buenas escenas de acción, dosificación de la violencia (y es mucha,
sobre todo en esa cárcel que él mismo se construye y en donde ajusta cuentas
con sierra eléctrica), perfectamente ambientado en su rodaje colombiano, rural
y urbano, y con un presupuesto holgado (helicópteros, vehículos militares),
sería una buena película sino hubiera un error de casting, y no me refiero a Javier Bardem que, sin estar a la
altura de Benicio del Toro en el mismo
papel, emula la transformación física de Robert
De Niro en “Toro salvaje” (barriga cervecera y papada incluida, ¿o son unos
extraordinarios efectos de maquillaje?), sino a Penélope Cruz que, en cuanto aparece, estropea la escena. Quizá se
deba también a esa incomprensible copia en inglés con subtítulos en castellano
que se ha proyectado en el festival (escuchar un inglés con acento colombiano
todo el rato chirría).
Y aquí, con marea alta en el Urumea y olas en su
desembocadura para hacer surfing nocturno, con el cuadro de esa ría iluminada
por las farolas y la vistosa fachada del teatro Victoria Eugenia como fondo,
termina el mejor Festival de San Sebastián al que haya asistido.
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