LITERATURA / MADRID: FRONTERA, DE DAVID LLORENTE
MADRID: FRONTERA
David Llorente
La bolsa de basura (negra, de veinte litros de
capacidad) vuela por encima de la alambrada y cae a los pies de las escaleras.
Los mendigos (que parecían aletargados) se levantan. La lucha por la basura (apréndelo
de una vez) es encarnizada y cruenta. ¿Los han visto ustedes? Yo hace tiempo que los veo revolviendo en los
contenedores de basura de mi ciudad. Parecen zombis. Van a su aire
metiendo sus pinchos. Algunos revuelven
en los contenedores de los supermercados Algo distópico que entra a formar
parte de la cotidianidad. A todos nos acostumbramos. Miren a México. Mirémonos
nosotros mismos.
Sueñan los androides con ovejas eléctricas, 1984, Fahrenheit 451, La naranja mecánica, La
carretera… La lista de
novelas distópicas es larga y notable. La distopía, que puede
coquetear a partes iguales con el género futurista (es futurismo en sí mismo) o
con la novela negra (tanto La carretera
como Sueñan los androides con ovejas
eléctricas son, además, novelas negras), es un género muy apreciado en el
que sus autores, preocupados por el futuro de la sociedad, suelen hacer
predicciones que lamentablemente se cumplen. Las modernas sociedades han quemado libros (Fahrenheit 451); se han obsesionado por el control absoluto de sus
súbditos (1984); caminan hacia la autodestrucción
(La carretera); banalizan la
violencia (La naranja mecánica). Quienes
practican la distopía, que siempre es negra (ningún autor imagina un mundo
idílico sino todo lo contrario), son autores (George Orwell, Philip K. Dick,
Anthony Burgess, Ray Bradbury, Cormac McCarthy) con una enorme conciencia social y críticos con
sus sistemas. Las novelas distópicas por sistema suelten ser narraciones frías.
Madrid: frontera es gélida,
Preguntado David Llorente
en el reciente festival de novela negra de Cubelles Noir si su novela era una
distopía, su respuesta fue clarificadora. El ganador del premio Dashiel
Hammett, Francisco Umbral, Ramón J. Sender y Silverio Cañada, expatriado a
Praga dijo vivir como una distopía lo que ha estado sucediendo durante todos
estos años en España mientras él estaba, como otros muchos, en ese exilio
laboral forzado: la de ciudadanos arrojados de sus viviendas como si fueran
delincuentes, obligados a vivir en la calle como ratas mientras con sus
impuestos salvaban el culo a los bancos que los desahuciaban. Un mundo
enloquecido y al revés. La realidad social era para David Llorente tan distópica en ese momento que lo único que hizo
fue subrayarla con fuerza y originalidad en una novela titulada Madrid: frontera en la que se permite la
licencia de que ese mar tan soñado en la capital del reino exista, rodee la
ciudad y golpee con fuerza contra sus costas; un mar oscuro, por supuesto. Detrás de las ruinas de la antigua estación
de Atocha se encuentra el mar de Madrid. El agua del mar de Madrid es oscura
como la tinta. Las olas revientan contra las piedras de los acantilados y la
espuma salta muy alto, tan alto que a veces (según se dice) llega a mojar las
estrellas. Madrid era navegable en Todo
está perdonado de Rafael Reig,
premio Tusquets de novela 2010.
Así es que en Madrid: frontera
hay policías, como los de La naranja
mecánica, adictos a la violencia. Con
los hombres hay que emplearse a fondo. Los antidisturbios son maestros en eso
de meter los pulgares en los ojos, en luxar hombros, en romper los dedos de las
manos y los dedos de los pies, en aplastar cabezas contra el suelo, en patear
costillas. Así es que en Madrid: frontera
hay desahuciados como los que ya no salen en los telediarios: Todos tienen (guardada en el cajón) una
carta del banco que los amenaza con el desahucio. Todos tienen miedo de ser los
siguientes a los que sacarán a rastras. Los siguientes en meter su vida en dos
maletas. Los siguientes en descubrir la destemplanza de la piedra. Los
siguientes en oír el canto de las sirenas. Los siguientes en saltar por la
ventana. Por eso deciden salir a la calle. Así es que en Madrid: frontera hay millares de pisos
vacíos mientras los desahuciados malviven en las calles: Madrid es una ciudad de pisos vacíos. Los agentes de policía han
conseguido echar a la calle a todas las familias que no tenían casas con
jardín. Las calles de la ciudad de Madrid están llenas de comebasuras. No se ve
el suelo Los cartones ocupan las aceras y el asfalto. Así es que en Madrid: frontera hay antisistema
indignados (no-gobernables): Los agentes
antidisturbios cargan contra los no-gobernables. Hay quien prefiere un golpe en
el cráneo (las mandíbulas que crujen y las fosas nasales que se llenan de
sangre) y hay a quienes les encanta hundir los pulgares en los ojos, tronchar
una muñeca o partir los dedos de un pisotón.
Kira, El bufón, Ofrezco morir en Praga, De la mano
del hermano muerto y ahora Madrid: frontera remachan la carrera
ascendente de este autor original y comprometido. David Llorente ahoga al
lector con una prosa hipnótica y un estilo endiabladamente personal que se
sirve de un diálogo entre dos, de principio a fin, el uso de la segunda persona
y del imperativo (órdenes y avisos de lo que sucederá indefectiblemente) y los
paréntesis. ¿Qué fotos son esas? / Las
cartas de terror de los que van a ser desahuciados/ ¿Y qué más? / La policía
arrastrando a la gente fuera de sus casas / ¿Y qué más? / Los antidisturbios
(babeantes y extasiados) pegando a los que protestan.
A través de una arquitectura literaria absolutamente original y
rompedora, el madrileño nacido dos años antes de la muerte de Franco dinamita
las convenciones de la novela negra y el género fantástico para golpearnos con
un relato social del que todos somos protagonistas y víctimas y en el que ese
Madrid, un personaje más, adquiere universalidad porque puede ser cualquier
ciudad del mundo arrasada por la mal llamada crisis (estafa) global que ha
llegado para resituarnos.
Nada define mejor lo que es esta novela que una frase del libro: Me llamo David Ezequiel González-Caballo. La
pérdida de la identidad (no saber quiénes somos) es la madre de todas las
desgracias. Y otra de la
contraportada: Que llego de la mano de un
escritor que de repente toma conciencia de su enorme responsabilidad y te agarra
de las solapas y te grita: ¡Despierta! Un grito literario indignado de 250
páginas explosivas en las que David
Llorente narra el caos que nos rodea y ahoga como ese mar oscuro que cerca
Madrid.
Estamos en plena distopía y no nos hemos enterado.
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