SOCIEDAD / ESPERPENTO

                                Esperpento

Lo que ha sucedido en el Parlament en las últimas cuarenta y ocho horas es algo muy hispano, pese a que los actores principales de este melodrama se proclamen a sí mismos como catalanes de pura cepa. Si viviera Valle Inclán escribiría un esperpento sobre el asunto. Arniches, un sainete. Berlanga filmaría un nuevo episodio cómico nacional.

Vayamos por partes, porque puede que con el fragor de esas cuarenta y ocho horas de negritud (mi aplauso cerrado a Joan Coscubiela, que abandona la política desencantado) nos estemos olvidando de que en Catalunya estamos aquí precisamente por un bombero pirómano llamado PP que ahora se apresta a apagar el incendio que lleva décadas provocando con camiones cisternas de gasolina.

La desafección catalana hacia España la han fomentado gobiernos centrales que durante muchos años han sido ciegos y sordos a las reivindicaciones del pueblo catalán. Todo este sainete sin sentido se habría terminado si Catalunya, como el País Vasco, dispusiera de un concierto económico que le permitiera recaudar todos sus tributos. El País Vasco tuvo el terrorismo de ETA, claro (los que mueven el árbol para que otros recojan las nueces); Catalunya se mantuvo siempre dentro de la ley y aquí, salvo excepciones muy puntuales (Terra Lliure, FAC) no hubo un movimiento nacionalista violento que fuera poniendo muertos en la mesa de negociaciones. Faltó, sobre todo por parte del gobierno central, pero últimamente también por parte de la Generalitat, cintura negociadora para abordar los graves problemas de financiación que atañen a los catalanes.

Desde Catalunya se esgrime, y con toda la razón del mundo, la corrupción imperante en el gobierno central en donde campa a sus anchas un partido podrido hasta el tuétano, el PP, inmerso en procesos judiciales, pero CDC y su heredero el PdCAT no pueden alardear de expediente limpio (el clan Pujol y el caso 3%) ni muchísimo menos y el gobierno de Artur Mas, el Moisés que desde la sombra quiere llevarnos a la tierra prometida, fue líder en recortes sanitarios para favorecer intereses privados (el conseller Boi) y en degradar el sistema catalán de educación en aras de la escuela concertada.

Resulta estrambótico y esperpéntico que el partido más corrupto de la historia de España, que hunde sus raíces fundacionales en el más rancio franquismo del que no se ha acabado de desprender, pretenda en estos momentos darnos lecciones de democracia a los catalanes. España, y en eso coincido con los independentistas, tiene un déficit democrático importante y más en los últimos años en los que hemos retrocedido a todos los niveles, económicos y sociales, treinta años. El Partido Popular es claramente liberticida (la ley mordaza es un ejemplo) y asocial (un país cada vez más empobrecido y unos ciudadanos cada vez más desprotegidos a nivel laboral que han perdido casi todos los derechos conseguidos por la aplicación de políticas liberales). La expectativa de cambio político en España parece lejana, más todavía ahora que el PP agitará a su antojo el fantasma de la unidad indisoluble del reino, por esa masa rocosa e irreductible de ciudadanos ciegos que seguirán votando al partido de la derecha neofranquista haga lo que haga sencillamente porque son los suyos aunque sus políticas les lleven, literalmente, a arrojarse por el balcón.

Con ese panorama parecería muy lícito por parte de los catalanes separarse y aspirar, con toda la ilusión del mundo, a un estado nuevo y soberano, a una república catalana, y a votar en ese referéndum si quieren seguir unidos a España o deciden iniciar un nuevo camino.

Y aquí llegamos a las cuarenta y ocho horas negras del Parlament de Catalunya, al histerismo, por una parte, de los que han querido aprobar leyes exprés cuya duración es también exprés, a costa de pisotear a la oposición, someterla al rodillo parlamentario y saltarse todos los trámites legales y normas estatutarias. Mientras unos imponían por la fuerza el trágala de las leyes que se iban sacando del bolsillo sin apenas tiempo de discusión (¡¡¡dos horas para estudiarse borradores de leyes trascendentales!!!) otros acudían a todas las triquiñuelas de procedimiento para demorar su aprobación.

No hacía falta esa pantomima vergonzosa orquestada por los secesionistas, ni referéndum que ya sabemos el resultado (dos millones que se manifiestan, dos millones que votarán SÍ en el referéndum de marras que no se va a celebrar). Sobraba toda esa escenificación parlamentaria en la que Carme Forcadell era parte del coro secesionista y no se escondía de ello. Hubiera sido más digno, dado que los secesionistas tienen esa mayoría parlamentaria (que no social), proclamar directamente la República Catalana, que nadie reconocería y que nadie podría pilotar, antes de hundir a las instituciones de Catalunya en la vergüenza y el descrédito como lo han hecho en estas dos jornadas maratonianas.

Catalunya, y especialmente sus dirigentes políticos, ha perdido su proverbial seny y se ha hecho el harakiri. El conflicto catalán se va a enquistar más todavía y de él seguirá sacando sus réditos esa derecha rancia que lleva gobernando España durante los últimos años y a la que le estamos dando, con nuestro espectáculo, el balón de oxígeno que necesitaba, y el victimismo catalán durará eternamente. El derecho a la autodeterminación le asiste a las colonias (¿Ha sido colonia Catalunya de España durante cuatrocientos años). Las independencias, muy legítimas cuando una mayoría clara las exige, o se pactan o se hacen a sangre y fuego. La tercera vía catalana lleva a un callejón sin salida y a un siglo de frustración a los que creyeron el proyecto ilusionante de una República Catalana.
Y mientras nos sacudimos con las banderas nos olvidamos de lo medular: el número de multimillonarios con la crisis se ha multiplicado mientras nosotros hemos empobrecido hasta lo insoportable. 

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Las andanzas de Aribert Ferdinand Heim, el criminal de guerra nazi más escurridizo y perseguido de todos los tiempos en una novela apasionante que arrastra al lector desde la primera página. ¿Te lo vas a perder? Una narración poliédrica que se mueve por múltiples escenarios y lleva desde los campos de exterminio del III Reich a los campos de tortura de las dictaduras latinoamericanas. 


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