SOCIEDAD / LA MIERDA DE AZNAR
La
mierda
de
Aznar
No es
un intento de feminizar una frase (la
por el) sino una de las invectivas
que Rafael Simancas del PSOE, el que
perdió la presidencia de Madrid por el tamayazo
del que surgió la rana Esperanza Aguirre,
ha dirigido a José María Aznar. Y no es una frase de Rafael Simancas siquiera, sino de los marianistas del PP que han
visto como la corrupción del partido durante el liderazgo del anterior
presidente les pasaba una factura insoportable y terminaba arrojándolos del poder. Pagaban los
unos por la invigilancia, por lo menos, de José
María Aznar. Mariano Rajoy era
la extrema izquierda y ahora Aznar
recupera el PP, del que ya ni siquiera es militante, de la mano de un clon de Albert Rivera: Pablo Casado.
Reconozco
que me lo he pasado en grande durante esa comisión de investigación del
congreso de los diputados al que ha acudido José María Aznar citado por la trama corrupta de su partido, a
sufrir un tercer grado en toda regla. Rafael
Simancas, el primero en abrir fuego, ha estado duro en el fondo y seco en
las formas. José María Aznar ha
contestado a cara de perro negando todo, hasta lo evidente, y se esforzaba en
hacerse el antipático, un ejercicio por el que deberían darle un master. Es su
estilo y ya es prisionero de ese personaje triste y siniestro que regaña en vez
de dar explicaciones. Para él existen armas de destrucción masiva en Irak (le
pago un pasaje para que las encuentre) y el 11M se coció en desiertos lejanos. Con
esa sonrisa que todos conocemos, y pertenece a uno de los animales de El Rey León, deseó a Rafael Simancas que superara el tamayazo.
Con Gabriel Rufián en el ring el tono fue
tabernario, pero José María Aznar estaba
cómodo porque conocía, de verlo en videos, su forma de buscar el cuerpo a
cuerpo algo burdo. El histrionismo del representante de Esquerra Republicana de
Catalunya es su punto flojo y alguien debería decírselo. Intercambiaron unos
cuantos golpes a costa del golpismo de uno (el 1 de octubre), y del otro (18 de
julio del 36). Rufián, ante la
ironía de José María Aznar sobre
esas bombas de precisión vendidas a Arabia Saudita por el gobierno de Pedro Sánchez que son confeti para
fiestas infantiles, respondió con los cientos de miles de muertos provocados
por el héroe de las Azores y deseó verlo sentado algún día en el Tribunal de la
Haya. ¿Dónde hay que firmar? José María
Aznar, ante preguntas sobre sobresueldos, esgrimió que era muy honrado, y
ante la corrupción, que era el adalid
que luchaba contra ella precisamente.
El
representante de Ciudadanos Toni Cantó
intentó, en vano, que el expresidente entonara el mea culpa. Ese fue el núcleo
de su intervención. Pida perdón, pida disculpas. Esfuerzo vano. El presidente Aznar nada sabía de sus tesoreros
corruptos e imputados, a los que nombró, ni sabía lo que iban a hacer en el
futuro esos doce ministros suyos imputados en delitos gravísimos con los que
compartió, según él, el mejor gobierno de España. Un cazatalentos a la altura
de Esperanza Aguirre. La prepotencia
de José María Aznar, que no reconoce
un solo error, es digna de estudio académico.
El
representante de Euskal Herria Bildu Oskar
Matute fue exquisito en sus maneras, aunque José María Aznar lo acusó de filoetarra y batasuno. El abertzale
dijo algo que me gustó: ETA asesinó a un policía
nacional en Errenteria y su alcalde (de Bildu) buscó a su hijo para hacer un homenaje a su padre. Pocas veces la
izquierda abertzale vasca habla de asesinatos de ETA. Aznar insistió en ETA y de nada sirvió que el político vasco dijera
que en Euskal Herria Bildu hay muchos partidos que nada tienen que ver con el
terrorismo. Matute se compadeció de Zaplana, encarcelado y aquejado de
leucemia, y pidió a Aznar que se
compadeciera de los etarras con graves enfermedades encarcelados. Aznar no admitió comparaciones. Matute ironizó con los desiertos
lejanos, la posverdad y el Movimiento Nacional de Liberación Vasco con el que
negoció el entonces jefe del ejecutivo español. Como sus anteriores señorías,
abundó en los sobresueldos, en las contratas, en el tufo a mierda que tenía
todo lo que Aznar tocaba y el
expresidente del PP miró hacia otro lado y contraatacó con la corrupción de
Batasuna que se financiaba con las extorsiones de ETA. El expresidente seguía
sin saber cuál era su papel en esa comparecencia.
Se
creció el del Trío de las Azores con Mikel
Legarda, el representante del PNV, y no supo apreciar toda la ironía que
desplegaba el nacionalista vasco que ponía en evidencia todas sus
contradicciones: o estaba en el ajo de la corrupción o era un solemne
ignorante. Y además tonto, si todos cobraban en B menos él, que era el que
repartía el pastel. Le habló de la empresa de viajes de Orange Market que le organizaba sus desplazamientos. Nada.
No se encargaba de esas minucias, tenía cosas más importantes que hacer como
aprender texmex y comprar botas de
punta para poner los pies en la mesa de Bush.
¿Era ese tal J.M. de los papeles de
Bárcenas, aquellas meras fotocopias falsificadas que han revalidado los tribunales,
del mismo modo que M. Rajoy podía ser su sucesor? No tengo nada que ver.
Dejaron
el plato fuerte para el final, para que se le indigestara. Hablar Pablo Iglesias y subir la temperatura
de la comparecencia hasta límites de fusión. Al expresidente se le demudó la
cara no bien empezó a hablar el líder de Unidos Podemos. Pablo Iglesias esgrimió una educación y cortesía parlamentaria de
guante de seda, un tono de voz neutro, que descolocó por completo al presidente
que no se lo esperaba y hubiera preferido un Rufián a la enésima potencia. Tan nervioso estaba que lo tildó de peligro para la democracia
española y liquidador del régimen del 77, además de reconocer que lo detestaba
profundamente, y sacar a relucir Irán, Venezuela, despido de Monedero,
irregularidades de Echenique con la
Seguridad Social y cobros sospechosos de Iglesias,
pero el líder de Podemos no entró al trapo y eso resultó demoledor. Debieron darle
los ujieres a Josemari un vaso de
agua, o mejor un copazo de Ribera del Duero porque lo estaba pasando francamente
mal. El debate, por parte de José María
Aznar, fue a cara de perro, la que se le ponía, un dóberman, al ex. Nombró
hasta a los gemelos de Iglesias…,
para desearles suerte, aunque uno sospechara que más bien era la mano que mece la cuna. Mordía Aznar ante un Pablo Iglesias que le iba poniendo ante las cuerdas con preguntas
muy fáciles y remachaba con que no podía mentir en sede parlamentaria como mantra.
Aznar interpretaba, correctamente,
que le estaba llamando mentiroso y estaba desatado, perdía los papeles, incluso
balbuceó en alguna ocasión. Eran agua y aceite. Uno, Iglesias, reconocía que era la primera vez que lo veía cara a cara,
y el otro, Aznar, decía que lo había
visto de lejos pero él había vuelto la cabeza para no saludarlo. Si hubieran
estado en el patio del colegio le habría dicho el uno al otro Te espero a la salida. José María Aznar llegó a decir que no
conocía a Rafael Correa. Ni a nadie
de la Gürtel. A punto estaba de no saber quién era Ana Botella. Siguió diciendo que era un mirlo blanco, que estaba de
paso, que de eso no se cuidaba, que hacía muchos años de ello, que se había pagado
ese bodorrio real con su dinero (¿A o B?). Al final tenía cara de sufrir un
ataque de úlcera y los suyos golpeaban sus pupitres en apoyo del boss caído aunque por dentro más de un pepero se alegraba de su humillación. Pablo
Iglesias, que ha tenido algún fallo garrafal (Eduardo
Zaplana no está condenado, sí
encarcelado, por presunto blanqueo de capitales), ha estado perfecto en el tono
le ha hecho besar la lona al peor presidente de la democracia española. Me avergüenza haberlo tenido como presidente,
fue la puntilla a ese becerro moribundo. Hoy José María Aznar ha tenido un pésimo día. Y yo que me alegro. La
mierda de Aznar.
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