CINE / TODOS LO SABEN, DE ASGHAR FARHADI
TODOS LO SABEN
Asghar Farhadi
Cambio
de tercio del galardonado realizador iraní. Y cambio de país. El doblemente
oscarizado Asghar Farhadi (Khomeini
Shahr, 1972) —Nader y Simin, una separación era infinitamente mejor que El viajante— viaja a la España mesetaria para ofrecernos
un thriller familiar que se construye sobre las medias verdades, las sospechas
y las rencillas, y para llevarlo a cabo se estableció unos meses en nuestro
país —la suya no es
la mirada superficial de un turista; en declaraciones dice sentirse identificado
culturalmente a España—
para escribir in situ un guión que había prometido a la pareja estelar de
protagonistas Javier Bardem y Penélope Cruz.
Laura
(una espléndida y pletórica Penélope
Cruz) viaja con sus tres hijos desde Argentina a un pequeño pueblo toledano
para asistir a la boda de su hermana Ana (Inma
Cuesta) con Juan (Roger Casamajor).
En el fragor alcohólico de la celebración desaparece su hija adolescente Irene
(Carla Campra) y recibe una petición
de rescate a la que no puede hacer frente; contra lo que todos creen su marido
Alejandro (Ricardo Darín) está
arruinado. Alejandro viaja de Argentina a España para intentar resolver el
secuestro de su hija sin avisar a la policía—pone el caso en manos de un
investigador privado (José Ángel Egido)
— y Paco (Javier Bardem), terrateniente viticultor
y antiguo novio de Laura, casado con Bea (Bárbara
Lennie), se involucrará en la resolución del secuestro en cuerpo y alma en
cuanto reciba una revelación de la madre de la secuestrada.
El cine
de Asghar Farhadi había llegado a
una atonía argumental que se sacude con esta incursión psicológica en el género
negro. El director de El pasado, como
casi todos sus colegas iranís, no salía de un neorrealismo costumbrista y
ejemplarizante (no sabemos si por propia iniciativa o por imposición del
régimen de los ayatolás) que le hacía caer en la reiteración: fijación por la
familia, como núcleo social, y los problemas que pueden surgir entre sus
miembros, presente en su filmografía. En Todos
lo saben, que parece un título de Pedro
Almodóvar, no se aleja mucho de su temática familiar —las medias verdades, los
ocultamientos, las rencillas, hasta el secuestro, tienen lugar en el entorno próximo
y afectivo de Laura—
pero introduce como algo novedoso elementos del cine de género negro apartado
secuestros.
Hay
hallazgos cinematográficos de valía en el film —la larga secuencia de la boda y el festejo
posterior no tienen desperdicio, y cómo de la alegría, tromba de agua incluida,
se pasa, en segundos, al dolor en cuanto echan en falta a Irene— y la intriga está bien urdida
para que aparezcan como sospechosos determinados personajes muy próximos a la
secuestrada. El pasado tiene en Todos lo
saben peso social —rencillas
por asuntos de tierras, como las protagonizados por el irascible Antonio (Ramón Barea) que no perdona a Paco que
comprara a su hija Laura sus tierras por debajo de su precio y no lo considera
de la familia sino un mero trabajador aprovechado— y sentimental —esa pasión que años atrás juntó
a Paco y Laura de la que aún quedan rescoldos—, y hay momentos de suspense, hacia el final, que
mantienen al espectador muy atento a todo lo que sucede en pantalla. Asghar Farhadi cuadra tan
milimétricamente su historia como las piezas de ese viejo reloj del campanario
de la iglesia en el que la adolescente Irene, antes de ser secuestrada,
coquetea con Felipe (Sergio Castellanos),
el mismo escenario en el que muchos años atrás se encontraban la madre de ella
y el tío de él.
Todos lo saben es un film actoral sin que ello pese por el
excelente buen hacer de todos sus intérpretes, incluyendo secundarios como Eduard Fernández, Elvira Mínguez y Sara Sálamo.
La película del prestigioso director iraní, que cuenta con la excelente
fotografía de José Luis Alcaine y la
banda sonora de Alberto Iglesias, no
escapa a tener su moralina final: nada supera a la fuerza de la sangre, y si no
que se lo pregunten a Paco, el personaje que borda Javier Bardem, que lo pierde todo por ella, y el sacrificio muchas
veces en necesario aunque la única recompensa que se reciba es estar bien con
uno mismo.
LA NOVELA QUE MUERDE
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