LITERATURA / MIS LIBROS Y SUS HISTORIAS: SERÁS GAVIOTA


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1990
SERÁS GAVIOTA


Seguimos con ediciones modestas y portadas infames que podía haber diseñado a la edad de diez años. Parecería un retroceso teniendo en cuenta los gloriosos inicios con Júcar y Plaza Janés y esos premios tan importantes como el Azorín o el Tigre Juan. Serás gaviota la había presentado previamente al premio gastronómico La Odisea, no ganó (lo hice un año  después con El Barroco), pero quedó finalista el año que obtuvo el galardón Manuel Quinto. La novela tenía que ver algo con la gastronomía puesto que el protagonista era un tipo que se suicidaba comiendo (en Living Las Vegas Nicolas Cage se suicidaba bebiendo). Me había inspirado en un caso muy mediático que había sucedido en Estados Unidos: un tipo que no hacía otra cosa que comer, y ya no podía alzarse de la cama por los kilos que acumulaba, hubo de ser trasladado al hospital, cuando enfermó, en un helicóptero del cuerpo de bomberos que, previamente, hubo de desmontar el tejado para trasladarlo por el aire porque ni por las puertas de la habitación ni de la casa pasaba. Semejante conducta monstruosa, que sólo podía tener lugar en el país de los excesos, dio como resultado esta novela brevísima de 70 páginas, curiosamente muy lírica y alejada del horror de El Barroco. Al tipo en cuestión, que imagino que explotaba (no lo recuerdo, la verdad), lo devoraban las gaviotas, de ahí el título, y eso confería a esa breve novela escrita en 1986 un carácter panteísta (formamos parte de un todo superior, no morimos realmente si servimos de alimento a otros seres y nuestras ondas pululan por el espacio). La gastronomía era aquí un arma suicida y la novela podría enclavarse dentro del género fantástico al que era muy devoto.


A pesar de sus pocas páginas fue una novela que recibió un montón de galardones literarios previos que me hicieron viajar de un extremo a otro de la península (gracias a la literatura conozco la laguna de Gallocanta). Quedó entre las finalistas al Ateneo de Valladolid, un premio que se me viene resistiendo desde entonces (Cazadores en la nieve, El rastro del lobo y Ascenso y caída de Humberto da Silva también lo fueron), fue finalista del Café Iruña y, de ese viaje a un País Vasco asolado por la violencia (acababan de asesinar a Yoyes y tuve una discusión con mis anfitriones que justificaban la ejecución de un general traidor)  surgieron  El final feliz y la muy reciente El bosque sin límites que giraban sobre una sociedad abrumada por el terrorismo, y ganó el premio Ateneo de Albacete.  


Como era muy obstinado, la presenté al premio Félix Urabayen (había encontrado en la biblioteca de mi padre un libro del escritor toledano, así es que ya sabía quién era) y esta vez no quedé finalista, como con Los ojos ajenos, sino que lo gané. Era una situación curiosa, porque la novela ya estaba premiada pero era inédita (el Ateneo de Albacete no tenía presupuesto para editarla). Como Los ojos ajenos, el libro fue editado por La Voz del Tajo y el premio me llevó nuevamente a Toledo en donde presumí de ancestros toledanos (mi abuelo paterno era de Sonseca). En el jurado estaba el escritor José Manuel Costas Goberna, con el que me di un homenaje en el restaurante La Botica. Esa vez estuve varios días en la ciudad de El Greco, aproveché para disfrutar de El entierro del conde de Orgaz, y si no recuerdo mal comí una especie de cuscús judío en un restaurante exquisito con mi prima Rosario y mi mujer.


La contraportada de la novela, en la que figuraba una foto con el mismo jersey de punto de mi madre de Barcelona negra pero sin ese cigarrillo en la boca y con cara de asustado, decía textualmente: “Serás gaviota sea quizás su novela más lírica. Una extraña y fantástica fábula acerca de la marginación, el desamor y la soledad a la que se ve abocado el protagonista, tras su tránsito por el estadio de monstruo, y que le conducirá a una original y panteísta autoinmolación. Historia sobre una deformación, física y psíquica, la fuga de la realidad y el halo destructor que envuelve todo exceso, en la que se dan cita un humor esperpéntico y un lirismo terrible y desazonador. Serás gaviota, inspirada en un suceso aparecido en la prensa, fue finalista en los premios Café Iruña, La Odisea y Ateneo de Valladolid, y obtuvo el premio Ateneo de Albacete antes de ser galardonada con el Premio Ciudad de Toledo de Novela”.
  

Se la dediqué a Javier Lentini, que previamente la había leído como jurado de La Odisea y le había gustado mucho. No volví a ver a Javier Lentini, ni a José Manuel Costas Goberna. Curiosamente tropecé con una amiga que había leído Serás gaviota y me confesó que era el libro mío que más le había gustado.    





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