CINE / BILLY, DE MAX LEMCKE
Hay
películas que deberían proyectarse en los centros de enseñanza por su
didactismo además de en las salas de cine. Billy,
el documental en régimen de crowdfunding
de Max Lemcke (Madrid, 1967),
director de Casual Day (2008) y Cinco metros cuadrados (2011), que no es
un western sobre el legendario bandido, aunque a lo largo de él se inserten
unos cuantos fragmentos de spaghetti
westerns y hasta alguna animación sorprendente, es una de ellas. Pero,
¿cómo se va a pasar este film entre muchachos de 14 a 16 años si jamás llegan,
en su materia de historia, a la guerra civil, muchos de ellos desconocen que
hubo una dictadura sangrienta y, para postre, se les quita la filosofía de los
planes de estudio? ¡País!
Billy es un documental sobre el sanguinario
sicario de la Brigada Político Social Antonio González Pacheco, alias Billy el
Niño, que se destacó por la crueldad y saña empleada con los detenidos y medró
en las postrimerías del franquismo, durante lo que se ha llamado la dictablanda, aunque hay que recordar, y
el documental así lo hace, que el régimen franquista murió matando: los dos
fusilados de ETA, los 3 del FRAP y el anarquista Salvador Puig Antich dieron fe
de ello. Ese policía nefasto, encausado por una jueza argentina para vergüenza nuestra,
murió en plena pandemia del Covid sin rendir cuentas ante la justicia. Tampoco
se habría prestado a aparecer en el documental.
El
documento de Max Lemcke no es una
película sobre el torturador fascista sino sobre sus víctimas. El director
madrileño recoge testimonios de los que pasaron por sus manos, mayoritariamente
miembros de la extrema izquierda vinculados al FRAP y al GRAPO, que nos cuentan
las atrocidades sufridas por ese siniestro torturador y las secuelas que aún
padecen después de tantos años. No hay ánimo de venganza en ninguno de los
testimonios sino dar fe de un pasado reciente que debe recordarse para no
repetir la historia y para que se les caiga la cara de vergüenza a los que
intentan blanquear ese periodo oscuro.
Con una
economía de medios encomiable, oportunas imágenes de archivo, sin aspavientos
ni subrayados, Max Lemcke rueda las
entrevistas en escenarios desnudos o en las propias viviendas de los
supervivientes de esas prácticas que perduraron con el advenimiento de la
democracia y no se depuraron gracias a los pactos de la Transición. Se
enfrentan a la cámara Lidia Falcón, Alberto Alonso López, Gustavo Catalán, Flor
Baena, José Manuel Sánchez, Lorenzo Castro y Chato Galante, que falleció
finalizado el rodaje, entre otros, pero también Pablo Iglesias, Paco Lobatón,
Alfonso Guerra, y se recogen declaraciones del ex ministro de interior, cuando
actuaba Billy El Niño, Rodolfo Martín Villa, imputado por la jueza argentina
Maria Servini, que también aparece en el documental. Detallan las víctimas, en
sus escalofriantes testimonios, la vesania y crueldad de ese policía pequeñajo,
poquita cosa, lo definen, que se
jactaba de su apodo para, a continuación, propinarles palizas con patadas,
puñetazos y golpes de karate, colgarlos de tuberías del
techo, sin ropa, para seguirles golpeando, o les aplicaba el submarino.
Algunos hablaron, y todavía se arrepienten y arrastran un complejo de culpa;
otros resistieron el martirio y se sienten orgullosos de ello, de no haber
flaqueado y haber mantenido la dignidad ante semejante personaje.
A
título póstumo, el Congreso de los Diputados retiró las medallas al mérito
policial a Antonio González Pacheco, pero sus víctimas no han recibido
compensación alguna por parte de un estado que los secuestró y torturó de forma
infame. Billy es un
recordatorio.
La tortura, la infamia, la traición y la impostura en una novela kafkiana que se interroga sobre la identidad
"LA MUERTE DEL IMPOSTOR"
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