CINE / PARÍS, DISTRITO 13, DE JACQUES AUDIARD
Posiblemente
sea Jacques Audiard (París, 1952), hijo del gran Michel Audiard, uno de los
mejores directores vivos de Francia con una larguísima carrera profesional a
sus espaldas a sus 72 años. Ninguna de sus últimas películas de este realizador
versátil donde los haya, que ha tocado géneros muy dispares, deja indiferente.
Magistral en el cine negro sin concesiones al espectador en El profeta,
puede abordar una historia de amor destructiva en De óxido y hueso u
ofrecernos una revisitación genial del western en Los hermanos Sister
con unos rudos y despiadados bandidos que en el fondo echan en falta la ternura
de su madre. En París, Disrito 13, podía haber rodado un thriller sobre
ese barrio conflictivo de las afueras de París, como hizo su compatriota Luc
Besson, o una película de denuncia social al estilo de Los miserables,
y, sin embargo, se decanta el director francés por la comedia sentimental y los
hitos de corazones y sexos desbocados de unos chicos que rondan la treintena y
no saben qué hacer con sus vidas salvo vivirlas con intensidad.
París,
Distrito 13,
filmada en blanco y negro, es una historia de amores cruzados que transcurren en
ese barrio dormitorio de la capital de Francia de altos edificios y en donde el
asfalto impone sus reglas. Emilie (Lucie Zang), una chica de origen chino que
trabaja de teleoperadora y vive en la casa de su abuela, busca compañero de
piso y se topa con Camille (Makita Samba), un profesor universitario de origen
africano. Entre ambos se inicia una relación, sobre todo sexual, pero ella se
enamora de él, no acepta su promiscuidad y que tenga otras parejas y eso genera
su fractura. Camille desaparece de su vida, se encarga de la inmobiliaria de un
amigo y allí conoce a Nora (Noémie Merlant), una estudiante de Derecho que ha
sido amante de su tío durante diez años, fascinada por los chats eróticos de
Amber (Jhenny Beth), con quien la confunden cuando se pone una peluca rubia.
Nora se acuesta con Camille, su jefe, pero él no puede borrar de su corazón a
la chica oriental y la agente inmobiliaria lo que desea es ser amada por su
doble Amber a quien solo conoce por pantalla.
Jacques
Audiard sitúa a los tres protagonistas de estas vidas amorosas cruzadas en su
entorno familiar y social. Camille tiene una hermana tartamuda Eponine (Camile
Leon-Fucien) que quiere ser monologuista, y un padre (Pol White) que ha
enviudado y tiene una nueva novia. Emilie tiene una abuela (Xin Xin Cheng) está
en una residencia y pierde la memoria, por lo que ruega a su nueva inquilina
que la visite y se haga pasar por ella, y una madre (Ron Ying Yang) con la que
habla con frecuencia en chino hasta que se cansa de sus reproches y simula que
no hay cobertura. La película refleja la frustración de esos milenials jóvenes
y suficientemente preparados: los tres protagonistas son licenciados que tienen
trabajos precarios (teleoperadora, camarera, agente inmobiliario) que nada
tienen que ver con sus estudios y en los que no se realizan.
La
película del director de Un profeta es un remanso de paz, obvia la
conflictividad social de ese barrio, y aboga por las relaciones interraciales e
interculturales a razón de los orígenes de sus personajes en un momento de
tensiones raciales y culturales por los que pasa Francia: Nora es blanca;
Camille es negro y Emile oriental. En las hermosas escenas de cama, el director
resalta ese contraste de pieles, la muy blanca de Nora y Emile frente a la muy
oscura de Camille.
Algo
le debe esta película a la nouvelle vague por su aire transgresor de
principio a fin. Relaciones triangulares, estética rompedora, rodaje en blanco
y negro, la forma naturalista de sus numerosas escenas de sexo, las fiestas de
alcohol y drogas… Emile, recurre, sin tapujos a los chats de sexo cuando
Camille la abandona y flota y danza, tras su recompensa física con su amante
circunstancial en la habitación de un hotel cercano, en el restaurante chino en
donde trabaja como camarera en una de las escenas más hermosas del filme.
Prodigio
de dirección e interpretación este film, con situaciones absolutamente creíbles
y personajes perfectamente dibujados. Jacques Audiard, autor del guion junto a
Céline Sciamma y Léa Mysius, incide en los conflictos de pareja, la sexualidad
desinhibida de sus protagonistas, la influencia de las redes sociales en las
relaciones sentimentales (constantemente se cruzan mensajes por móvil, se
chatea, se crean perfiles en redes), el dolor insoportable de los celos —Emile
escuchando, encerrada en el baño de su apartamento y cubierta con una manta, el
ajetreo sexual de su enamorado con su nueva pareja Stephanie (Océane Cairaty) a
la que echa de su casa a la mañana siguiente—, la relación de los personajes
con el amor: Emile se declara, enseguida enamorada de su vecino de piso tras
esa semana de hacer el amor con él a todas horas, Camile guarda distancias
hasta el final porque no desea tener pareja, odia comprometerse.
París,
distrito 13,
que es uno de los más inseguros de la capital francesa, es un film luminoso de
enredos sentimentales que bien podría haber sido rodado por Woody Allen. La
película gira una y otra vez sobre eso tan complejo que llamamos amor y en el
fondo buscan sus protagonistas en sus complejas relaciones cuando se supera la
atracción física. Amor no correspondido tras una epifanía sexual. El personaje
de Emile no soporta no ser correspondida en su enamoramiento, esa debilidad
frente a su contrincante la enfurece.
Jacques Audiard redondea su filme con esa declaración de amor por
interfono, sencillamente genial, que es su broche de oro en una película que le
debe mucho a un elenco de tres actores (Lucie Zang, actriz debutante premiada
en el festival de Sevilla por su interpretación; Makita Samba y Noémie Merlant)
que están en todo momento en estado de gracia absoluta. La pueden rescatar en
RTVE Play. No se la pierdan.
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