CINE / 78/52 LA ESCENA QUE CAMBIÓ EL CINE, DE ALEXANDRE O. PHILIPPE
Disección de una de las
escenas claves del cine de terror, y del cine por extensión. Sí, estamos
hablando de la escena de la ducha de Psicosis, esa secuencia icónica que
marcó un antes y un después en el Séptimo Arte. Que a los cuarenta minutos de
proyección el mago del suspense Alfred Hitchcock decidiera matar a su bella
protagonista fue todo un desafío cinematográfico con el que el público no
estaba acostumbrado.
Esa secuencia
terrorífica, minuciosamente rodada en un sinfín de planos, puede que sea el
momento cumbre de este hombre bajo y rechoncho que disfrutaba dando sustos al
espectador y sentía un fetichismo especial por las mujeres rubias desde Kim Novak
a Tippi Hedren pasando por Grace Kelly.
este documental
imprescindible para todo aquel seguidor de Alfred Hitchcock, Alexandre O.
Philippe analiza lo que supuso de transgresión esa escena. La protagonista de Psicosis
Marion Crane era atacada en un momento muy íntimo, mientras se duchaba,
desnuda. Estando desnudos somos muy vulnerables Recuerden a Viggo Mortensen
atacado por sicarios chechenos en unos baños en Promesas del Este de
David Cronemberg. Además, Janet Leigh, la infortunada apuñalada por el
psicópata Norman Bates (Anthony Perkins en su interpretación más turbadora) era
guapa y sexy. En cierto modo la muerte de la chica era un castigo moral a su
conducta licenciosa (la película empieza con una escena de cama adúltera entre ella
y John Gavin; la muchacha huye con el dinero de un desfalco), aunque ella se
arrepienta y decida devolver el dinero. Pero el pecado ya está hecho y hay que
castigarlo.
La escena de la ducha
está calculada al milímetro. La sombra del asesino se vislumbra a través de la
cortina cuando entra en el cuarto de baño. Ella, gozando lujuriosamente de esa
agua que cae del techo, es una escena de placer casi sexual, no lo ve, pero el
espectador sí. Luego se abre la cortina y se produce el grito de terror de ella
y una sucesión de puñaladas que, en realidad, nunca vemos que se claven en el
cuerpo, salvo una que roza el estómago, lo roza, pero no se hunde, pero su
efectividad es terrible. Momentos después la sangre se va por el sumidero
mezclada con el agua, la mirada fija de ella cuando se desploma con una mano
tocando el suelo del cuarto de baño y el detalle extraordinario de esa cortina
que se desprende de las anillas que la sujetan a la barra y cae acompañando al
cuerpo de la asesinada. Fueron nada menos que 78 planos y 52 cortes para editar
esa secuencia de tres minutos rodada en cuatro días y que fue una clase
magistral de montaje cinematográfico. Una clase magistral.
La cara la puso Janeth Leigh, pero el cuerpo
era de Marli Rentro, modelo, bailarina y conejita de Playboy que permaneció
desnuda tras la cortina mientras se rodaba la famosa secuencia. El documental
recoge su testimonio. “Alfred Hitchcock me indicó que debía cubrirme el sexo
con una especie de parche pegado a mis partes. Fugazmente se me vio un seno que
burló la censura porque se veía durante una milésima de segundo”.
La película del cinéfilo
Alexandre O. Philippe aborda algunas cuestiones curiosas referentes al sonido
de la secuencia, fundamental. Para las cuchilladas simultanearon un cuchillo
apuñalando un melón y un solomillo de ternera. La combinación fue perfecta.
Para la sangre se utilizó jarabe de chocolate, ya que la película era en blanco
y negro. “Rodarla en color, con sangre real, hubiera sido repulsivo”, dijo
Hitchcock.
En el documental aparecen
el mago del suspense durante el rodaje de ese film en blanco y negro que rodó
inmediatamente después de Con la muerte en los talones, su hija
Patricia, que tiene un pequeño papel, la hija de Janet Leigh Jamie Lee Curtis,
el actor Elija Wood, los directores Guillermo del Toro y Peter Bodganovich, el
escritor Breat Easton Ellis, la actriz Barbara Douglas, Gust Van Sant que rodó
un remake de la película copiando plano a plano y no resultó y, por supuesto,
se hace mención de esa icónica banda sonora de Bernard Herrmann, una
combinación chirriante de violines, violas y violonchelos que todos asociamos a
la secuencia y cuyos acordes nos ponen los pelos de punta. Para amantes del
cine y curiosidades. La pueden ver en Filmin o en RTVE Play.
“La colina del telégrafo” es, pues, una excelente novela negra, una pieza literaria de exquisita confección que combina con soltura y acierto los elementos propios del género: crimen, investigación, transgresión, maldad, depravación... Pero es al mismo tiempo una inteligente incursión en las oquedades más oscuras de la mente, en los terribles destrozos que una contienda criminal como es la guerra moderna llega a causar de uno u otro modo en quienes han participado en ella, y de cómo, tal vez, quizá, aunque esto sea más bien una interpretación mía a posteriori, las guerras son en realidad el caldo de cultivo perfecto para dejar brotar esa iniquidad ancestral, ese brutal instinto de supervivencia que anida, en mayor o menor media, dentro de cada uno de nosotros: nuestros demonios más ocultos, el animal sanguinario que fuimos y que todavía somos. CARLOS MANZANO
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