CINE / QUERIDOS CAMARADAS, DE ANDRÉI KONCHALOVSKY
El
caso del director ruso Andréi Konchalovsky (Moscú, 1937) es el paradigma del
mal sueño hollywoodense que ha atrapado a algunos directores europeos (el
holandés Paul Verhoven es uno de ellos) durante una temporada hasta que se
desengañaron y volvieron a sus orígenes. El director del díptico Siberiada
(1979), una de sus obras cumbres, se estableció una temporada en Estados Unidos
en donde rodó Los amantes de María (1984), un irregular melodrama
sentimental interpretado por Nastassja Kinski y John Savage; El tren del
infierno (1985), desarrollando un guion de Akira Kurosawa, un thriller
impactante protagonizado por John Voight y Rebecca de Mornay; Tango y Cash (1989),
a mayor gloria de Sylvester Stallone y Kurt Russell, una rutinaria película de
acción; El león en invierno (2003), un drama histórico con Glenn Close y
Patrick Stewart que era un remake de la película protagonizada por Katherine
Hepburn y Peter O’Toole muchos años antes, para regresar a Rusia en donde rodó El
cartero de las noches (2014) y otra de sus obras maestra, Paraíso
(2016). Por un momento, sobre todo tras rodar Tango y Cash, creímos que
Konchalovsky había tocado fondo e iba a ser devorado, y anulado, por la
industria norteamericana. Por fortuna huyó a tiempo.
Queridos
camaradas (2020) es un film político, una denuncia de la
burocracia del partido comunista, cuyos miembros son presentados como seres
oscuros, cobardes y grises, y su actitud represiva ante cualquier tipo de disidencia.
Konchalovsky, en un blanco y negro austero y pantalla cuadrada, recoge una
masacre que se llevó a cabo la URSS en 1962, en la etapa de Nikita Kruschev, en
la ciudad de Novocherkask, cuando se declara una huelga en su fabrica de
motores y los manifestantes asedian la sede del Partido Comunista local. La
revuelta fue reprimida a sangre y fuego y luego ocultada a la población
mediante una operación de censura rigurosa que obligaba a los testigos de la
barbarie a olvidarse de lo que vieron y guardar silencio so pena de ser reos de
pena de muerte mientras la ciudad fue bloqueada durante unos cuantos días para
que ninguna filtración saliera de ella y la plaza en donde se produjo el letal
tiroteo pavimentada de nuevo para ocultar los rastros de sangre imposibles de
borrar.
La
película dirigida y producida por Andréi Konchalovsky, que también es el autor
del guion, se centra en la figura de Lyudmila (Yuliya Vysotskaya, esposa del
director y protagonista de Paraíso), una dirigente del partido comunista local,
fanática estalinista, que se enfrenta a su joven hija Svetka (Yuliya Burova),
que apoya al comité de huelga y participa en la manifestación en la que se
produce la sangrienta represión. Cuando la madre pierda la pista de su hija,
que desaparece, y teme por su vida en una búsqueda por morgues y cementerios en
la que implica al agente del KGB Frol Kozlov (Pjotr Olev), comienza a
replantearse su rígida lealtad a un partido capaz de disparar contra su pueblo.
La
película es demasiado fría y esquemática para que el espectador empatice con
esa comunista recalcitrante, o la odie, y su hija rebelde. Entre sus dardos
políticos, apunta a la rivalidad entre la KGB (son francotiradores del servicio
secreto apostados en las terrazas los que abren fuego real contra los
manifestantes) y el ejército, que carga con las consecuencias de la matanza a
pesar de que sus soldados se limitan a disparar al aire.
Queridos
camaradas, por ahora la última película de este destacado y
veterano director de 86 años, coautor del guion de otro film fundamental de la
cinematografía rusa Andréi Rubliov de Andréi Tarkovski, tiene todo el
aire de ser un panfleto anticomunista que no engancha y aburre por su gelidez
narrativa: el escaso énfasis dramático que pone en la escena de la masacre es
prueba de ello. La pueden recuperar en RTVE Play.
Una de las fronteras más peligrosas del mundo: la de Estados Unidos y México en una novela negra atmosférica sobre pasiones descontroladas y violencia extrema.
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