CINE / MOONLIGHT, DE BARRY JENKINS
MOONLIGHT
Barry Jenkins
No conoces a tu padre; tu madre es una yonqui adicta
al crack que no puede ocuparse de ti y cambia constantemente de pareja; tienes
una casa mísera en donde ni te espera la comida ni te hacen la cama, la
antítesis del dulce hogar; vives en un barrio marginal de Miami; los chicos de
tu clase te acosan, insultan y golpean porque eres diferente; y eres diferente,
porque eres más sensible que ellos, y gay; y además, negro. Con esas premisas
argumentales Barry Jenkins (Miami,
1979) construye una gran, en talento, pequeña, en presupuesto, película que,
tras triunfar en el festival de Sundance, se cuela, por sorpresa, en la carrera
de unos Oscar con sabor afroamericano—en los 111 minutos de Moonlight no aparece más que un blanco,
un policía; ahí está Denzel Washington
por partida doble, actor y director, en Fences;
y el defenestrado, por acusación de violación, Nate Parker con El nacimiento
de una nación no estuvo seleccionado por motivos extracinematográficos— para compensar
los claramente white del pasado año y
como desafío a la era Trump.
Un drama desolador el de Moonligth, como el otro candidato a los Oscar, la excelente Manchester frente al mar, que gira sobre
el dolor humano y la inadaptación. Barry
Jenkins —un sketch de Contrato
con Dios; el largo Medicine for
Melancholy— exorciza fantasmas de su propia biografía al
adaptar la obra In Moonlight Black Boys
Look Blue (Bajo la luz de la luna los chicos negros son azules) en una
película estructurada en tres partes—Chiron niño (Alex Hibbert),
al que llaman Little por su escasa
estatura; adolescente (Ashton Sanders);
y adulto (Trevante Rhodes) — para trazar una radiografía del desarraigo y la infelicidad. Sin más
referentes que un mafioso de medio pelo, que lo medio adopta de niño cuando su panda
va a darle una paliza, Juan (Mahershala
Ali), que hace de padre del
protagonista y le enseña a nadar, Chiron crece entre la incomprensión de los
mayores y los de su edad y se enfrenta a un mundo hostil en el que hay que
enseñar los dientes para sobrevivir, porque el mundo que le rodea es una
jungla, y por esa razón ese Chiron adulto salido de la cárcel se transforma,
como la mariposa salida de la crisálida, en un tipo tan fuerte como su
referente de infancia, en lo físico, aunque no supere las carencias afectivas.
Una película tan dolorosa como hermosa, que, sin
duda, merece llevarse a casa una buena colección de estatuillas, ocho, por las
que ha sido nominada. Unos interpretes desconocidos que se meten con prodigiosa
naturalidad en los papeles de Paula (Naomie
Harris), la madre yonqui; de la tierna y exuberante Teresa (Janelle
Monáe), que cuida al adolescente como la madre que no tiene; o de Kevin (Jaden Piner de niño, y Jharrel Jerome de adolescente) el amigo con el que el protagonista descubre
su sexualidad.
Con inteligentes elipsis (la madre acaba en un
sanatorio; Juan, literalmente, desaparece) que el espectador debe rellenar, Moonlight es una muestra de la pujanza
de cine indie norteamericano que
crece en los márgenes de la gran industria de los efectos especiales y las
palomitas. Una esperanza blanca, o negra más bien.
SÁBADO 4 DE MARZO, A LAS 19 HORAS, PRESENTACIÓN DEL PROGRAMA BLACK MOUNTAIN BOSSÒST EN LIBRERÍA ALIBRI DE BARCELONA
Comentarios