SOCIEDAD / MALDITOS SEAN LOS JUECES (ALGUNOS)
MALDITOS SEAN
LOS JUECES (algunos)
Con la pandemia sanitaria y económica que se nos ha venido
encima hay un tipo de noticias que no afloran como debieran, por desgracia, y
de las que pocos se hacen eco, pero ayer hubo tres novedades que me
soliviantaron en el ámbito judicial y no me puedo morder la lengua.
Suspender el tercer grado a los presos del procés parece ir
en la línea de esos jueces, anclados en el pasado, hijos ideológicos de él, con
togas casposas, constituidos en una especie de secta execrable que se dedica a
sumar problemas a los muchos que ya tenemos. Lo llevamos viendo con el
comportamiento delirante del Tribunal Supremo en el juicio contra los
delirantes independentistas que, ante la bancada togada hasta parecían ungidos
por la sensatez; en el procesamiento contra el anti independentista Trapero,
que quería detener a Puigdemont y no encender los ánimos el 1 de octubre (palma
él y no el inútil Pérez de los Cobos cuya actuación se saldó con el más rotundo
de los fracasos) y en las muchas resoluciones del Tribunal Constitucional que
huelen a naftalina y fueron la madre del cordero (l’Estatut) en la crisis
catalana.
El mismo día, la Audiencia Nacional decide imputar a Corinna
Larsen, la principal testigo de cargo contra el rey Juan Carlos I, en la línea
de enmudecer a las fuentes del delito (a Julian Assange le está yendo bastante
peor, dejo dicho) y veremos cuantos palos más en las ruedas se van a poner para
que el rey campechano pueda seguir disfrutando de ese dorado exilio en una
finca de Ciudad Real o en la isla de la Hispaniola. Lo esperado era que se
imputara a Juan Carlos, el presunto delincuente, no a quien lo denuncia. Pero
el mundo va al revés.
Sin tanto empaque político ni regio, en el caluroso sur, la
Audiencia de Cádiz decide archivar definitivamente la causa abierta contra los
guardias civiles acusados de provocar la muerte de quince migrantes que
trataban de llegar a nado a la playa del Tarajal. El redactado de esa
resolución, que copio, resulta un insulto a las víctimas, sin nombre, de esa
tragedia. "La peligrosa forma de irrupción era una opción elegida por los
propios inmigrantes, y en ella, entre los obstáculos que habría (aquí falta una
coma) tras superar a las fuerzas marroquíes tanto en tierra como en el mar, se
hallaba la ineludible actuación policial española, protagonizada por agentes de
la autoridad que cumplían con su deber, como pueda ocurrir habitualmente en
cualquier frontera (ni en la frontera de la Hungría del poco respetuoso Orbán
se ha producido un acto semejante contra migrantes ilegales), sin que existan
elementos probatorios para sostener ni siquiera indiciariamente una
desproporción en su actuación".
A ver. Lo que yo vi, y muchos vieron en los videos que se
grabaron, fue a un grupo de inmigrantes tratando de alcanzar a nado la playa,
ilegalmente, por supuesto, y unos guardias civiles que les dispararon pelotas
de goma; lo que yo vi fue a un grupo de inmigrantes que se ahogaban en las
aguas a pocos pasos de unos uniformados que nada hicieron por socorrerlos sino
todo lo contrario. En ningún momento, porque era imposible en el mar mientras
trataban de nadar, que no se trataba de un equipo de voleibol, vi
comportamientos violentos en ese grupo de inmigrantes que lo único que hacía
era intentar flotar y sobrevivir ante los impactos que recibían desde la costa,
algunos de los cuales dieron en el blanco. Pelotas de goma se emplean para
disolver manifestantes violentos que pisan tierra; utilizarlas en el mar es una
conducta doblemente dolosa, me atrevo a decir que criminal puesto que puede
matar, y mataron. Decir que “no existan elementos probatorios para sostener ni
siquiera indiciariamente una desproporción en su actuación” cuando ésta se
salda, precisamente, con quince muertes me parecen de una inmoralidad y bajeza
difícilmente soportables. Hay una relación causa y efecto en la conducta
policial, porque de no haber disparado esas docenas de balas de goma esos
quince inmigrantes oscuros, sin nombre, sin papeles, sin dinero, parias de ese
tercer mundo que esquilmamos, habrían alcanzado la playa y estarían vivos. Pero
claro, sus vidas importan un carajo.
Las actuaciones del Tribunal Supremo, el Constitucional, la
Audiencia Nacional y la Audiencia de Cádiz sencillamente me producen asco,
señorías, y me llevan a afirmar que los jueces, buena parte de ellos, y sus
instituciones son uno de los principales problemas de este país, y lo peor es
que parecen gozar de una insultante impunidad que los sitúa por encima del bien
y del mal.
Un thriller sobre una venganza aplazada en el tiempo con el trasfondo del Holocausto. Mi novela más necesaria se edita de nuevo para todos aquellos que no la leyeron.
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