SOCIEDAD / SOLUCIÓN FINAL

 


Parece más que evidente que Israel no va a hacer caso ni a las tibias protestas de la llamada comunidad internacional, un ente absolutamente vacío de contenido, que no va a hacer frente a sanciones económicas ni diplomáticas, porque hasta ahora ningún país, salvo algunos de América Latina, se ha planteado romper relaciones con el gobierno de Tel Aviv, y que el sanguinario dirigente de Israel, con la ayuda indispensable de Estados Unidos y el apoyo de buena parte de su población, avanza inexorablemente hacia la solución final en Gaza, el exterminio de esos dos millones de personas que quedan atrapadas en esa fosa común a cielo abierto. Los obscenos planes de crear esa Riviera Mediterránea sobre el cemento de los huesos calcinados de los palestinos van muy en serio y no era una boutade del presidente naranja. La pomposa operación Carros de Gedeón (el gobierno ultraderechista e integrista de Israel busca el amparo de uno de los libros más sanguinarios de la historia de la humanidad y homenajea así a uno de sus jueces más guerreros) va a concentrar en tres enclaves absolutamente devastados a la población de Gaza para seguir bombardeándolos mientras busca la salida (quizá Sudán, a imagen y semejanza de Hitler que pensó en Madagascar para asentar a sus judíos) a esos dos millones que todavía sobreviven en esa fosa a cielo abierto porque está siendo muy costoso, y estresante, asesinarlos a bombazos y tiros y las cámaras de gas no estarían bien vistas. Mientras, en su ofensiva heroica frente a una población inerme, el ejército israelí, cada vez más parecido a las Wafen SS de esa película rusa magistral de Leon Klimov llamada Masacre: ven y mira (y eso hacemos, miramos pero sin ir),  se centra en exterminar familias enteras (los nueve hijos carbonizados de una pediatra), la niña influencer de 11 años Yaqeen Hammad (sí, los palestinos tienen nombre, aunque es literalmente imposible poner los de todos), más pequeña que mi nieta,  que ayudaba con su sonrisa a paliar la catástrofe, y que visibilizan a los 17.000 niños asesinados, y enjaula a unos cuantos cientos de palestinos bajo un sol de justicia para irlos diezmando con una hambruna programada. Netanyahu ironiza y dice que no los ve muy delgados todavía. Humor judío. Quizá Woody Allen debería decir algo al respecto.


Hace ya un montón de años que la antigua Yugoslavia se desintegró en medio de un mar de sangre que tiene cierto parecido en cuanto a barbarie con lo que está sucediendo ahora mismo en Oriente Medio. En ese maremágnum de luchas fratricidas entre vecinos, en las que la peor parte se la llevaron los musulmanes de Bosnia Herzegovina, masacrados, torturados y violados en masa por serbios y croatas ante la pasividad de la ONU (la vergonzosa matanza de 8000 bosnios en Srebrenica ante los cascos azules que nada hicieron por evitarlo es todo un hito comparable a lo que sucedió en Ruanda a escala muy superior en cantidad y brutalidad). La comunidad internacional, que entonces era otra algo más sensible, salió de su pasividad ante la atroz imagen del bombardeo de un mercado de Sarajevo que dejó un buen número de cadáveres descuartizados flotando en un mar de sangre (ahora eso lo vemos en cada telediario y nadie hace nada; hemos cambiado, nos han programado para cambiar y que nada nos afecte). Lamentablemente hubo de ser la OTAN, sí, la denostada OTAN, y Estados Unidos, sí, los denostados Estados Unidos, que entonces no estaban tan enloquecidos como lo están ahora, o quizá porque detrás de Serbia estaba Rusia, quien detuvo manu militare la matanza de civiles: bombardeó Belgrado y en meses la guerra acabó y más tarde las propias nuevas autoridades de Serbia entregaron al tribunal de La Haya a los principales responsables de la sangría, Slobodan Milosevic, Ratko Mladic y  Rodovan Karadzic, que dieron con sus huesos en la cárcel y morirán (Milosevic ya lo hizo) entre rejas. En aquel caso la comunidad internacional, aunque tardíamente (ya se habían producido cientos de miles de víctimas) reaccionó y detuvo aquella guerra de exterminio a bombazos, porque no había otra forma de pararla, y dio resultado. Bueno, el precio fueron cinco mil serbios que murieron a consecuencia de los bombardeos, inocentes a buen seguro todos ellos. Se optó por castigar (asesinar) a la población civil en vez de enfrentarse sobre el terreno al ejército serbio (460 militares murieron) o armar hasta los dientes a los bosnios para que pudieran hacerles frente (ahora hemos armado hasta los dientes a los ucranianos y el resultado no está siendo bueno). Vamos, lo que está haciendo Israel en proporciones monstruosas y desproporcionadas sin ningún ejército enfrente como respuesta al brutal atentado de Hamás.


Nadie va a bombardear Tel Aviv ahora sencillamente porque sería enfrentarse directamente a Estados Unidos, ni siquiera, como apuntaba la periodista Silvia Intxaurrondo días atrás en un programa de televisión, vamos a lanzar ayuda humanitaria desde el aire o desembarcarla en las playas de Gaza porque Israel derribaría los aviones o hundiría los barcos, aunque podría intentarse, debería hacerse asumiendo el riesgo si hubiera un gobierno valiente y decidido. Ni Rusia ni China tienen intereses en Oriente Medio sino en África y tampoco van a hacer nada porque los derechos humanos a esas dos potencias solo les importan para violarlos. Ni siquiera lo va a hacer el detestable régimen de los ayatolás iraníes, que calla ante la masacre y lanzó unos cuantos cohetes de compromiso contra Israel que fueron interceptados previo aviso, y mucho menos los países árabes que han dejado a su suerte a sus hermanos palestinos y reciben en olor de multitudes al empresario que pone los recursos para que se lleve a cabo la masacre, Donald Trump, el ideólogo de la Riviera Mediterránea, y le regalan un avión de lujo. Se habla mucho de la dejación humanitaria vergonzosa de Occidente ante la Solución Final de Israel, pero poco de la traición árabe a la causa palestina, de los dirigentes de Jordania, Egipto, Arabía Saudita, Emiratos Árabes, Qatar… Palestina será masacrada, destruida por completo sencillamente, borrada de la faz de la tierra, porque es pobre, no tiene recursos, carece de ejército, no interesa a nadie sino a los que quieren acabar con ella, no existe, de facto, aunque España y otros países la hayan reconocido. Gaza será aplanada a bombazos y los buldóceres israelíes aplastarán los miles de cadáveres de hombres, mujeres y niños sobre cuyos huesos se va a edificar un paraíso turístico para millonarios. Lo que parecía una burda broma, increíble y siniestra, distópica, toma cuerpo, se va a hacer realidad y la vía yugoslava para terminar esta pesadilla sangrienta simplemente es una ensoñación, no se llevará a cabo jamás.


Para los estudiosos del futuro, si los hay porque la masa crítica se está diluyendo en todo el orbe, Gaza será el fracaso de la humanidad, el punto de inflexión a partir del cual todos los valores que creíamos inamovibles y perdurables en el tiempo de nuestra civilización se derrumban de forma estrepitosa y reinará en el mundo, más que nunca, la ley de la selva, y territorio que no esté armado hasta los dientes podrá correr la misma suerte que esa franja palestina sobre la que se ha abatido el infierno en la tierra. Es sencillamente lo que quieren los traficantes de armas que se lucran con la muerte de seres humanos: armaros, malditos, armaros.


Hace ya muchos años publiqué una novela distópica titulada Ciudad en llamas en la que retrataba más o menos el presente, porque ya por entonces mi olfato lo estaba intuyendo. Se habían ido al garete la democracia y todos los valores morales y los destinos del mundo los llevaba una corporación empresarial con sede en Estados Unidos cuyo fin último era acabar con China y cuyo lema era destruir para construir, la máxima que el capitalismo consigue con las guerras y llevamos años viéndolo. Pensábamos que eso no iba a pasar nunca, y está pasando y no podemos cerrar los ojos. Me temo que somos muy pocos los que nos estamos consumiendo de rabia porque han conseguido insensibilizarnos y me veo como profeta predicando en el desierto de la indiferencia. Este mundo de hoy ni es el mío ni me representa.   



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