SOCIEDAD / UN PLAYBOY PARA URSULINAS
Un Playboy
para ursulinas
La noticia de que la
norteamericana revista Playboy (un icono del país del dólar a la altura de la
Coca-Cola, la Asociación del Rifle o McDonalds) va a dejar de tener desnudos
femeninos en sus páginas, ha saltado a todos los medios de comunicación del
mundo y ha encontrado algunos focos de resistencia en algunos países, en México,
por ejemplo, que ha decidido seguir manteniendo a las chicas sin ropa, uno de
los principales reclamos de la revista que fundara hace más de sesenta años el
venerable Hugh Hefner, el tipo que
siempre va en pijama y tiene la piscina de la mansión Playboy llena de
conejitas. Pero ya se sabe, los años no pasan en balde, y el playboy Hefner
pasó en 1982 el testigo a su hija que quiere dar un giro de timón para cambiar
el rumbo de la publicación. ¿Un Playboy sin playmates
no es como una tortilla a la española sin patatas?
Playboy tuvo un éxito rutilante
en Estados Unidos gracias a que la publicación del avispado magnate tuvo la
idea de hacer llegar la revista por correo (impensable encontrarla en los
quioscos de la puritana Norteamérica, que la siguen ocultando y la venden de
tapadillo cuando el cliente se la pide) a los lugares más apartados de la
América profunda para que los que pasaran sus páginas satinadas y vieran a las
chicas sin ropa pensaran en sus vecinitas. Esa fue la filosofía que impulsó la
revista dirigida por el psicólogo y militar que nació en el seno de una familia
muy estricta: Erotizar a la vecina de casa. El prototipo de la chica que posaba
para Playboy era una muchacha sana, preferentemente aria, bien dotada de senos,
ligeramente pícara, pero nunca grosera. Playboy, en uno de cuyos primeros
desplegables apareció Marilyn Monroe desnuda, recogió la herencia pícara de las
pinups y la hizo revista. Penthouse,
la competencia, iba a por las chicas malas con cara de golfa. Hustler, de Larry Flint, no digamos.
La cosificación de la mujer,
utilizada en la publicidad desde mucho antes para vender un coche, un aspirador
o una bebida; o en aquellos anuncios que reclamaban chicas solteras de buen ver
para ejercer de secretarias; o que consideraba que para ser azafata de línea
tenía la aspirante que ser modelo de pasarela, halló en la revista de Hugh Hefner su máxima expresión. Las
chicas que salían en sus páginas, previamente retocadas, eran tan
asquerosamente perfectas que sólo podían existir en la calenturienta
imaginación de los machos que adquirían la publicación. Playboy alimentó unos
sueños masculinos que luego se retroalimentaron con los sueños de algunas
féminas por agradar a sus parejas con cuerpos playboy, y si no los tenían ahí entraba el cirujano plástico y toda
la parafernalia comercial que venía con él, el gran negocio de la silicona que
sigue hasta nuestros días por esa obsesión por cultivar tanto el cuerpo que nos
olvidamos de la mente.
Durante quince años, creo
recordar, colaboré en la edición de Playboy España, bajo la batuta de José Luis Córdoba y luego de Julio Murillo. En sus inicios, cuando
el director de la publicación era José
Luis de Vilallonga, Playboy era más literaria que gráfica. Por sus páginas
pasaron Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán o Camilo José Cela, entre otras plumas
ilustres. Eran entonces esos primeros Playboy’s de la recién estrenada
normalidad democrática, tras la asfixia del dictador Franco, tan contundentes
como un libro, con mucha más letra que foto y un importante apartado dedicado a
la creación literaria en forma de relato. Cuando entré a colaborar en la
publicación, la parte gráfica ya predominaba sobre la literaria, pero a pesar
de todo esta última tenía bastante peso. Mis colaboraciones con la publicación
erótica fueron relatos, entrevistas (Bigas
Luna, Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán), reportajes
de viajes, retratos cinematográficos o páginas de humor. Fue una etapa
profesional que recuerdo con especial orgullo.
Los actuales directivos de
Playboy, que hace ya mucho tiempo había dejado de ser una simple publicación
gráfica para convertirse en un consorcio de empresas dedicadas a la producción
de contenidos cinematográficos (pornos
o no), perfumes, prendas de vestir, etc., aducen, para tomar esa revolucionaria
decisión de sacar los desnudos femeninos de sus páginas, que, con las nuevas
tecnologías, esas fotografías ya están al alcance de todo el mundo con un simple
clic en el ordenador.
Este staff de empresarios,
seguramente muy tecnócratas, capitaneado por Christie Hefner, la hija feminista del libertino que se hizo cargo
del imperio Playboy a los 29 años, se olvida de la filosofía que impulsó la
revista y a la que le deberían una cierta fidelidad para seguir usando su
cabecera. Playboy traía a la casa del campesino de Idaho, que se bajaba de su
tractor después de haber arado sus hectáreas de campos de patatas, la vecinita,
a veces en forma de ordeñadora de ubres de vacas, para alimentar sus sueños
lúbricos. Playboy sin chicas desnudas no será Playboy, de la misma forma que la
tortilla española sin patatas pasa a ser una tortilla a la francesa.
Publicado en El Cotidiano y en Entretanto Magazine.
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