CINE / LA CABEZA ALTA
LA CABEZA ALTA
Emmanuelle Bercot
El
de la problemática educacional entre los jóvenes se está convirtiendo en un
subgénero del cine social francés. Quizá una de las primeras piedras la tirara François Truffaut en Los 400 golpes. El subgénero tiene vida
para rato pues los jóvenes, del 68 a esta parte, están cada vez más díscolos
aunque a veces no sepan canalizar adecuadamente su rabia y reciba el que no
tenga la culpa. Si Celinne Sciamma
nos ofreció, bajo un manto de comedia, el retrato desesperanzado de una
juventud que la marginan, y se automargina, en Banda de chicas, Marie-Castille
Mention-Schaar insuflaba algo de esperanzas en ese retrato de escolares
pasotas a los que La profesora de
historia lograba implicar en un proyecto. Pero la clase magistral la daba
un alemán, Dennis Gansel, con la perturbadora
La ola.
La cabeza alta
la dirige, como La profesora de historia
y Banda de chicas, una mujer, Emmanuelle Bercot (París, 1967), con un
largo historial cinematográfico a su espaldas—La puce, Clement,
Backstage, Student Services, Los infieles, El viaje de Betty—, y se centra en los
esfuerzos denodados de una jueza de menores, Florencia Blaque (Catherine Deneuve) y un educador de
pasado turbio, Yann (Benoît Magimel),
para intentar encauzar al alocado y violento adolescente Malony (Rod Paradot), hijo de la despreocupada
Sevérine (Sara Forestier), una
asidua de los servicios sociales, incapaz de hacerse responsable de sus hijos a
pesar de quererlos.
Un
excesivo metraje: dos horas; una realización plana salvo algún momento emotivo
(la secuencia del hospital) y unas interpretaciones de Catherine Deneuve, tan hierática como siempre, y de Benoît Magimel, que no llegan al
público, no compensan lo bien que se mete en su papel el adolescente Rod Paradot, componiendo un personaje
irritante al máximo. Que el amor hacia Tess (Diane Rouxel), la chica andrógina que practica boxeo, sea la mejor
terapia es un recurso manido.
Al
final tiene el espectador la sensación de haber asistido a un spot desmesurado
de lo bien que funcionan en Francia los servicios sociales y lo pendientes que
están los jueces de los menores. Que esto sea una película, y no un programa de
televisión tipo Hermano mayor, es
algo discutible. El film de Emmanuelle
Bercot produce indiferencia y hastío y está en el polo opuesto a Mommy del canadiense Xavier Dollan, si estamos hablando de
adolescentes con problemas.
Publicado en Revista Tarántula y en El Cotidiano
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