EROS / MADALINA DIANA GHENEA, LA GRAN BELLEZA RUMANA DE PAOLO SORRENTINO
Madalina Diana Ghenea, la gran belleza
rumana de Paolo Sorrentino
Esta
rumana de veintipocos años y formas espectaculares va a dar mucho que hablar.
La fichó Paolo Sorrentino para
encarnar a la gran belleza de su última película La juventud y su perfecto y carnal trasero, en primer plano, y las
miradas de asombro de dos más que maduros Michael
Caine y Harvey Keitel, metidos
en una piscina, forman parte del cartel de la película y del reclamo de la
misma. La veterana pareja la rozaba con la mirada ya que no podían hacerlo con
las manos. Hay edades en las que sólo queda esa placer, el voyerismo, y el
cerebro como único órgano sexual.
Hay
que alabarle el gusto al director de cine napolitano que asocia el canon de
belleza femenina con la exuberancia de las formas bien marcadas y marca
tendencia frente a la anorexia y la androginia felizmente olvidadas desde que Kate Moss se ha puesto unos kilitos
encima. Madalina Diana Ghenea, el
nombre de esta hermosa criatura que parece nacida de una calenturienta mente
masculina, puede significar el resurgimiento de las fenecidas maggioratas italianas, esas mujeres
voluptuosas que alumbró el cine italiano en tiempo de hambruna de postguerra
mundial, cuando todo escaseaba. La rumana, con exquisitos rasgos zíngaros y a
la que, con razón, contemplan admirativamente esos dos grandes actores que
protagonizan las película de Paolo
Sorrentino exclamando que es una diosa, parece una aventajada heredera de Silvana Pampani, Sofía Loren, Silvana Mangano
(la de Arroz amargo y la falda
subida), Claudia Cardinale o Gina Lollobrigida. La belleza
escultural de su cuerpo bien proporcionado y atlético, sin un átomo de grasa, que
pasea por el borde de la piscina del hotel balneario de La juventud, antes de zambullirse en el agua y elevar su temperatura,
no ha pasado desapercibida a nadie, ni su poderoso y seguro andar sin más ropa
que una envidiable piel ceñida a sus curvas.
Madalina Diana Ghenea
lleva ya muchos años paseándose como modelo de alta costura en las pasarelas de
medio mundo y posando como modelo fotográfico de trajes de baño que la desnudan
más que la visten. Ha hecho previamente una incursión en una película
protagonizada por Jude Law, Dom Hemingway, y ha encendido las
pasiones del bajo vientre en la serie Los
Borgia. Sus enormes ojos ligeramente rasgados, sus cejas grandes de
perfecto arqueado, la nariz recta y sus bellos y anchos labios han concitado,
entre otros, la curiosidad de actores como Michael
Fassbender con quien se le ha relacionado sentimentalmente: dos iconos
metrosexuales frente a frente, porque el británico de origen alemán luce cuerpo
de David de Miguel Ángel.
La
Diana cazadora tiene 27 años y lleva
desde los quince años luciendo esa belleza espléndida. Es toda ella un canon,
un ocho perfecto, pero, frente a la frialdad de ciertas bellezas, ella
transmite simpatía y ternura. La suya es una belleza racial y morena de la que
sin duda se va a hablar mucho porque la gran pantalla ya se ha enamorado de
ella. Para remontarnos a un fenómeno
parecido tendríamos que ir a María
Grazia Cucinota o a Valeria Marini,
berlusconiana musa por un día de Bigas Luna, pero las dos estaban a años
luz de la sensualidad que desprende esta musa rumana. Lástima que el director
de Bambola no esté entre los vivos,
porque, con el ojo clínico que tenía, seguro que la hubiera fichado antes que Paolo Sorrentino.
Madalina Diana Ghenea es
bella, es arte.
Publicado en Entretanto Magazine y El Cotidiano
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