LITERATURA / PATRIAS
PATRIAS
Leo que
Lumen va a publicar este 2021 lo que sin duda será un acontecimiento literario
importante, los diarios y apuntes que dejó mi admirado Juan Marsé antes
de cansarse de la vida y dejarnos a todos un poco más huérfanos. El autor de Últimas tardes con Teresa dio
instrucciones escritas para la edición de esas memorias que no lo son
exactamente (diarios y diversos apuntes) y de las que la prensa da hoy algunos
interesantes extractos. Entre las muchas anotaciones jugosas de esos textos que
pronto serán publicados, leo una que me llena particularmente: “Me he cuidado
siempre de cualquier contaminación identitaria que implique cualquier emoción
patriótica. No soy nacionalista de ninguna especie ni fervor, mi pequeña patria
es una viña con un algarrobo y una balsa de regadío en el Penedés, donde me
bañaba desnudo cuando era niño”.
Lamento
no haber tratado tanto a Juan Marsé como sí lo he leído. Lo entrevisté
con motivo de publicar Rabos de lagartija, una de sus mejores novelas,
para la revista Playboy y recuerdo su charla amena y afectuosa una vez apagado
la grabadora, compartiendo recuerdos de los cines de barrio extinguidos de su
Guinardó y de mi Gracia en su casa: Roxy, Delicias, Texas, Rovira, Moderno,
Principal Palacio, Máximo... Juan Marsé, como Manuel Vázquez
Montalbán y Francisco González Ledesma, con quien guardaba un
notable parecido, eran chicos de barrio, y con los tres había coincidido en una
notable antología que armó mi buen amigo Manuel Quinto para Editorial
Jucar titulada Negro como la noche junto a Juan Madrid, Mariano
Sánchez Soler, Julián Ibáñez, Fernando Martínez Laínez, Andreu
Martín, Carlos Pérez Merinero y Paco Ignacio Taibo II, entre
otros. De Juan Marsé me gustaba, además de su inmenso talento literario,
su aire libertario (militaría en la CNT de haber vivido la guerra) y el no
tener pelos en la lengua a la hora de hablar de política o de algunos de sus
colegas (María de la Pau Janer y Baltasar Porcel). No recordaba
cuando, muy joven yo, le estreché la mano al recibir el premio La Sonrisa
Vertical, de la que él era jurado, con Pubis de vello rojo. No me dio
tiempo de agradecerle las muy elogiosas palabras que dedicó a mi novela Te
arrastrarás sobre tu vientre, que retrataba su Barcelona, y la mía, que
quizá leyó porque se la regalé. A través de mi amiga Ana Portnoy, vecina
del escritor, sabía de él hasta que ésta murió de forma repentina y poco más
tarde lo hizo él.
Esa
frase sobre la patria de Juan Marsé, y otra que resalta lo indeleble que
es esa infancia que nos marca, me lleva a mi buen y querido amigo Mariano
Sánchez Soler que está montando unos videos espléndidos sobre el territorio
de su infancia en Alicante, La infancia son recuerdos es su título
genérico, bares que desaparecieron, calles remodeladas y esas sesiones en un
cine de barrio, el Maracaibo, westerns y cine negro mayoritariamente, que
terminaban cuando el acomodador lo echaba de la sala. De nuevo la infancia, y
sus territorios, en el imaginario de escritores que no se resignan a olvidar
esos espacios de felicidad magnificados aunque aquellos tiempos, en blanco y
negro del No-Do y voz de Matías Prats padre, no fueran muy propicios
para ello.
Mis
buenos momentos estaban en esa biblioteca del barrio de Gracia en donde soñaba
a través de los libros que devoraba ante la atenta mirada de la bibliotecaria,
una mujer que tenía aires de institutriz británica (la recojo en mi novela El
viaje infinito, quizá la más personal de toda mi carrera) y en esos tres
veranos de mi infancia, en un pueblo de la Alcarria, sin luz ni agua corriente, con mis queridos tíos (él,
médico; ella, maestra y centenaria escritora) y mis primos con los que sigo
relacionándome pasen los años que pasen. Muchas veces, al cerrar los ojos,
estoy allí, en esa biblioteca que ya no existe, y en ese pueblo que ahora tiene
luz, agua corriente y hasta Internet. A medida que acumulamos años y la vida se
nos acorta por delante, la infancia, ese territorio que tanto nos marca, se
hace cada vez más presente aunque solo viva en nuestra cabeza y se extinga en
ella. Mi patria es mi infancia.
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