CINE / HOLY SPIDER, DE ALI ABASSI
Estamos tan acostumbrados
al neorrealismo del prestigioso y multipremiado cine iraní, de los filmes de Asghar
Farhadi o del recientemente fallecido Abbas Kiarostami, por citar a dos de los
realizadores más relevantes, que puede sorprendernos el último film de Ali
Abassi (Teherán, 1981) por su espíritu transgresor que lo distancia de los
cineastas oficiales que deben trabajar sobre el férreo corsé de la censura religiosa
y evitan temas escabrosos e incómodos para la República Islámica. Llama mucho
la atención, positivamente, una película como Holy Spider, el espeluznante
documento fílmico que narra el recorrido siniestro de un asesino en serie, el
albañil Saeed Hanaee (Mehdi Bajestani), que, en
nombre de la moral islámica, decide limpiar la ciudad santa de Mashhad de prostitutas,
la mayor parte de las cuales son yonquis, para lo que se hace pasar por cliente,
porque toca temas tabú intocables en el cine iraní.
Holy Spider,
al contrario de los filmes de sus compatriotas y colegas, no rehúye las escenas
de sexo explícitas ni los desnudos, aborda temas tan controvertidos como la
prostitución y las drogas, y hasta se atreve a hacer una crítica a la rigidez
de la policía de la moral. ¿Todo eso es posible en una película iraní? Evidentemente
no, hay trampa: la película no es la Viridiana de los ayatolás. La
historia pasa en el país de nacimiento
de su director (un feminicidio real que recoge con todos sus detalles), sus
actores son iraníes, pero la producción es danesa y los exteriores han sido rodados
en Jordania y el film no se verá en Irán.
Ali Abassi no se anda con
rodeos para filmar esta película que es casi un documental que denuncia el
horror de unos feminicidios que fueron bien vistos por parte de la sociedad
iraní que empatizó con ese asesino múltiple que se cobró la vida de dieciséis mujeres
y estaba dispuesto a seguir matando. Ante la inactividad de la policía, que no
se implica mucho en la investigación precisamente por la naturaleza de las
víctimas, la periodista Rahimi (Zar Amir Ebrahimi consiguió con su brillante interpretación
el premio a la Mejor Actriz en el festival de Cannes), que se desplaza de Teherán
a esa ciudad santa el mismo año que tienen lugar los atentados terroristas
contra las Torres Gemelas, se ofrece como señuelo para cazar al feminicida con
la ayuda de su colega el también periodista Sharifi (Arash Ashtiani).
Desde la secuencia número
uno, el asesinato de la joven Somayeh (Alice Rahimi), mostrado con toda su crudeza
y horror, el espectador sabe quién es ese despreciable tipo que, para muchos,
en un héroe que emprende su yihad contra las mujeres impuras. Saeed Hanaee, el
albañil asesino que lleva a sus víctimas a su propia casa cuando se ausenta su
esposa Fátima (Forouzan Jamshidnejad), las estrangula, las envuelve en una
alfombra y las abandona en descampados, es un veterano de la guerra de Irak, buen
marido y buen padre, y, cuando es descubierto y juzgado, en la segunda parte de
la película, no recibe por parte de sus allegados la más mínima censura sino
muestras de apoyo por parte de familiares, amigos y desconocidos que lo ven
como un ángel justiciero que está limpiando de indeseables la ciudad.
Hay en el film de Ali
Abassi, un thriller impactante rodado con eficacia y que no elude lo escabroso,
una crítica feroz al machismo de la sociedad de su país de nacimiento —el policía Rostami (Sina
Parvaneh) acosa en la habitación del hotel a Rahimi y cuando esta no cede a sus
pretensiones la insulta calificándola de puta—,
y al radicalismo religioso (en un momento del film, la protagonista femenina se
despacha a gusto contra la policía religiosa y su obsesión por el velo
femenino) que cobra actualidad rabiosa por lo que está sucediendo en ese país asiático
a raíz de la muerte de Masha Amini.
Pero, por encima de todo,
Holy Spider es un thriller impactante rodado con mucho oficio que
mantiene en tensión al espectador en sus dos horas de metraje y estremece por
la brutalidad de algunas de sus secuencias —el
asesinato de Zinab (Sara Fazilat), la prostituta que se ríe de su verdugo y por
esa razón recibe a manos de este una muerte atroz; la secuencia en la que Saeed
Hanaee hace el amor a su esposa Fátima mientras está viendo el pie desnudo de
su última víctima que sobresale de la alfombra—,
y no pierde interés en las secuencias del juicio que tuvo ese criminal
repulsivo y machista. Por momentos uno tiene in mente, mientras asiste a ese reguero
de muertes atroces, escenas de El estrangulador de Boston de Richard
Fleischer o Frenesí de Alfred Hitchcock. El actor Mehdi Bajestani, interpretando a Saeed
Hanaee, el albañil asesino, recrea a uno de los villanos más odiosos del cine
de los últimos años.
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