SOCIEDAD / GENOCIDIO ES NEGOCIO

 


Lo que hemos visto en Gaza durante dos años y el colofón de esa ceremonia de paz en Egipto, en la que no estaban los dos presuntos implicados, ni Hamás, por ser una organización terrorista, ni Israel, porque al premier turco Erdogan le produciría un ataque de arcadas ver a Benjamí n Netanyahu, ha sido el ejemplo más palmario del capitalismo salvaje que seguramente se ha conocido en décadas. El del 13 de octubre fue un día de alegría para los veinte rehenes israelitas secuestrados por Hamás que pone fin a un infernal cautiverio (nunca sabremos bajo qué fuego murieron los 28 restantes que están muertos) y para los gazatíes que no escucharon el sonido de las bombas y recibieron a 2000 de los suyos (aún quedan 12000 secuestrado en cárceles israelíes, muchos de ellos niños, sometidos a todo tipo de torturas y vejaciones).   


Atentos a la ceremonia de ese supuesto acuerdo de paz rubricado por quien desde un principio tenía la sartén por el mango: Donald Trump, o Estados Unidos, porque no es que con Joe Biden las cosas fueran mejor. Trump, tras su discurso en la Knesset, que se presentó como el mejor valedor de Israel, vuela al complejo turístico egipcio de Sharm el-Sheij y, como emperador que es, se sitúa en medio del escenario para recibir el besamanos de todos los dirigentes presentes que son los convidados de piedra de un espectáculo bochornoso al que se pliegan Emmanuel Macron, Keir Starmer, Georgia Meloni y Pedro Sánchez entre otros. Con el presidente español se muestra juguetón y, lejos de hacerle la cobra, le retiene la mano, no la suelta y simula un pulso que el presidente español acepta con deportividad mientras el emperador naranja es todo sonrisas porque se cree el amo del mundo, y lo es, al menos de medio mundo. El acuerdo lo firman Trump, Egipto, como país anfitrión que nada ha hecho por la defensa de la causa palestina sino todo lo contrario (reprimir las marchas de solidaridad hacia Rafah), Catar, que ha sido bombardeada por Israel en su intento de asesinar a los negociadores de Hamás, y Turquía, quizá uno de los países islámicos más beligerantes con el estado genocida de Israel.


Un apunte que creo muy importante a esta escenografía que se ha marcado un experto en show business que es el empresario Trump: el emperador y sus vasallos, porque así ha tratado, de forma displicente y saltándose todas las normas diplomáticas, a sus presuntos pares que no son otra cosa que vulgares escuderos. Estamos ante un ejemplo de feudalismo. Observemos, en contraste, al trato que ha dispensado a los presidentes europeos (de Meloni dijo que era muy guapa), el que ha dispensado a Vladimir Putin o Xi Jinping: con ellos ni juegos de manos ni sonrisitas condescendientes. En el colmo de su egolatría, como profesor en clase de párvulos, preguntó por España, ¿dónde está España,? dijo, para aprobar su gestión y decirle al presidente Sánchez que ha hecho un magnífico trabajo. Sencillamente alucinante. En mis 74 años de vida, que ya son, no había visto rebajarse a los mandatarios de la Unión Europeo ante un matón de patio de colegio.  


Lo que se firma, aparte de la rendición incondicional de Gaza y de Hamás, es el nacimiento de una nueva colonia de occidente en ese enclave estratégico del Mediterráneo en cuya cúspide va a estar un viejo conocido por sus hazañas en Irak: Tony Blair (Aznar debe de estar rabiando por haber sido ninguneado). Como dijo el ministro extremista de Finanzas de Israel Bezalel Smotrich en una entrevista televisiva, su país ya ha acometido una de sus principales funciones, la demolición total de la Gaza (se calcula que el 90 por ciento ha sido completamente arrasada). El ministerio de uno de los más extremistas ministros de Netanyahu calcula que el coste total para las arcas del país de la masacre de Gaza ha sido de 67.000 millones de dólares. El equivalente de las bombas lanzadas sobre Gaza, unas 72.000 toneladas, es de tres nucleares, pero en la franja han muerto, según cálculos de Naciones Unidas y de la prestigiosa revista británica The Lancet, 680.000 civiles, muchísimos más de los que murieron por las dos bombas atómicas con las que Estados Unidos arrasó Hiroshima y Nagasaki.


La efectividad de estos dos años de masacre continuada merecería un notable alto porque Israel ha cumplido con su objetivo de no dejar piedra sobre piedra. Gaza ahora es una inmensa planicie sin viviendas habitables. Exactamente lo que quería el empresario Donald Trump y su yerno, el judío ultraortodoxo Jared Kushner, que, acompañado de su rutilante esposa Ivanka Trump, ha sido uno de los artífices de ese plan de paz para la nueva colonia que nadie sabe cómo será gobernada (se habla de tecnócratas palestinos en sustitución de Hamás).


Vista la efectividad de Donald Trump para detener los bombardeos ipso facto cuando se lo ha propuesto, los que todavía tenemos dos dedos de frente nos preguntamos por qué no ordenó parar a su carnicero en la zona Benjamín Netanyahu mucho antes y de ese modo se habrían salvado decenas de miles de vidas humanas. La razón es bien simple: Netanyahu tenía que terminar su trabajo de destrucción total para que el yerno de Trump lo emprendiera en la gigantesca empresa de reconstrucción de esa Nueva Gaza paradisiaca que Elon Musk y el emperador naranja recrearon con Inteligencia Artificial. A Donald Trump, que por algo es empresario y todo lo cifra en ganancias para los suyos (y los suyos no son los norteamericanos sino sus familiares más próximos), tampoco le interesaba el exterminio total de la población palestina en Gaza por dos razones muy simples. La primera, por el prestigio que le supondría de cara a la historia (habla de una paz después de tres mil años de guerras porque su desconocimiento de los hechos históricos es algo bien sabido) sellar ese acuerdo de paz que es la imposición de un régimen colonial en Gaza. La segunda, necesita su yerno mano de obra barata, esclava y agradecida, que le van a proporcionar los propios palestinos sobrevivientes al genocidio edificando esa Nueva Gaza sobre los escombros de la vieja, y además serán obreros agradecidos porque les va a dar de comer mientras dure la reconstrucción total de esa urbe fantástica en la que ellos no podrán vivir porque seguramente se construirá una ciudad gueto en el sur de la franja, muy modesta, para los que se queden, en donde serán concentrados los que no opten por emigrar a países de acogida (siempre se ha hablado de Sudán como los nazis hablaban de Madagascar) con cinco mil dólares en el bolsillo, que es lo que desde hace algún tiempo se estipulaba con la condición de no volver a pisar Gaza.


Mientras ha durado la masacre, el beneficiario directo ha sido Estados Unidos que ha proporcionado a Israel todo el armamento necesario para arrasar la franja y ahora se lo cobrará en la reconstrucción y explotación de los prósperos negocios que se abrirán a orillas del Mediterráneo. Invertir en Gaza va a ser una bicoca para todos los buitres financieros que ya planean sobre esa fosa común y no tienen ningún tipo de escrúpulo moral. Israel había abierto una línea de contrataciones para conductores de buldóceres para retirar las miles de toneladas de escombros bajo los que todavía hay miles de cadáveres sepultados.  


El negocio en este atroz genocidio ha sido muy parecido, diría que calcado, al que practicó la Alemania nazi a mucha mayor escala porque la eficacia alemana industrializó la muerte programada de judíos, gitanos, eslavos, izquierdistas, homosexuales y disminuidos físicos y psíquicos. Los nazis en los campos de exterminio realizaban la selección de los aptos para el trabajo, que eran explotados como mano de obra gratuita en las fabricas de armamento, y los ineptos, que eran dirigidos directamente a las cámaras de gas de los que aprovechaban grasa, cabello, piel, dientes de oro que se fundían, y cuyas pertenencias eran vendidas o recicladas. El Holocausto fue un gran negocio para los jerarcas del nazismo que administraban los campos de exterminio y las empresas alemanas que utilizaron para su producción a esa mano de obra sin coste. En ese crimen de lesa humanidad se ha inspirado este otro crimen que se ha llevado a cabo ante nuestros ojos y no debe quedar impune porque se repetirá en otros escenarios.

Gaza es el paradigma de este nuevo orden impuesto a cañonazos y el más preclaro ejemplo de un capitalismo salvaje que se muestra tal como es, sin disfraces. Las democracias y los valores humanos son conceptos obsoletos en esta sociedad tecno feudal que se nos viene encima.      

 



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