DIARIO DE UN ESCRITOR

15/02/2011

Llueve con ganas. Nieve en la alta montaña, en Sierra Nevada. Estaba bien del constipado que nos atañe a todos, pero empeoré en mi única salida a la calle, al anochecer, porque sigo con los horarios cambiados. De regreso, a pesar de subirme las solapas del abrigo y liarme la bufanda al cuello, vuelve la tos. La gripe A, B, C o Z.Hice mis deberes. Es decir, mandé el texto corregido, las fotos, y me quedé descansado a la espera de que rebote la novela maquetada y regrese a mis manos. En el proceso de las galeradas, que debe venir de los pobres galeotes amarrados a sus bancos como el escritor lo está a su silla devorando sus propios textos, el libro va y viene unas cuantas veces. Luego hay que dar la conformidad a la portada, a la solapa, a la contraportada. Y cruzar los dedos. Todo libro es un misterio. Sobre todo para el editor que nunca sabe que tiene un best seller en sus manos. Les ocurre lo que a los economistas del FMI, que se dieron cuenta de la crisis como el resto de los mortales, cuando se produjo.A Berlusconi no le van a sentar en el banquillo por su política mafiosa sino por sus devaneos con las velinas. Parece que una de ellas era menor de edad cuando conoció al Cavallieri. Silvio tiene unos cuantos números para ser apeado del poder y hasta pasar por la celda si los jueces italianos siguen adelante.Sigo con la novela estupenda de Empar Fernández titulada MENTIRAS CAPITALES (Alianza, 2010) en donde retrata de forma admirable ese espacio temporal tan triste que fue nuestra postguerra. Durante la guerra la gente moría. En la postguerra se desintegraba silenciosamente.El levantamiento en el mundo islámico, que se inició en Irán, vuelve a ese país y, como sucedió antes, ha sido reprimido con violencia. Lo que me llama la atención, y me llena de esperanza, es que las revueltas no son religiosas, que nadie apela al Corán y a Alá, que quizá los hermanos del otro lado del Mediterráneo se están dando cuenta, por fin, de que buena parte de sus problemas, de su secular atraso, proviene de la teocracia. Hoy a las diez hay que apagar las luces. A ver si las ciudades se sumen en una oscuridad total.

14/2/2011
San Valentín. Para algunos el día de los enamorados. Para mí el día de la matanza de San Valentín, una fecha sangrienta en la historia de ajustes de cuentas entre bandas. El cine lo ilustró varias veces. Miren el careto que lucía el gran Jason Robards en una de sus versiones.No hay horarios para la escritura. Eso es una ventaja. Tú administras tus horas. Me voy a la cama a las cinco menos cuarto de la madrugada, cuando están a punto de levantarse la mayor parte de los ciudadanos. Me voy a la cama sin despertador y con la calefacción encendida porque, efectivamente, bajó la temperatura tal como predijeron los meteorólogos. Me despierto a las 12 y media del mediodía, por la luz que entra por el patio interior al que da mi dormitorio y el ruido de un aspirador. Dada la hora tardía me hago un café con leche y prescindo de la tostada. ¿Cómo va a haber tostada si no tengo pan? Y me pongo a trabajar en la nueva novela que ya se está horneando y saldrá en muy breve tiempo. Previa a la publicación, la pauta suele ser la misma. Se corrige el texto con dos o tres lecturas de todas sus páginas, se cambian algunas frases, se sustituyen palabras que se repiten en un mismo párrafo por sinónimos, se hace hincapié en las comas y en los puntos y coma, se redondean algunos diálogos para darles más autenticidad. El texto, corregido, se envía al editor que lo maqueta y te lo reenvía. En ese formato, el de maquetación, los errores son aún más visibles y se producen nuevas correcciones, y el texto, como en una partida de pingpong, va del autor al editor hasta que uno de los dos, casi siempre el editor, dice ¡Basta! La novela termina en el preciso momento en que entra en imprenta, no antes. Y luego lo que sucede es parte de la magia. La botella con el mensaje se lanza al mar de las librerías y cada lector la destapa y lee el pergamino enrollado que guarda. Pero ésa es ya una historia que el autor no controla. Cansado de leerme, me tomo un respiro y me voy al cine. Las cinco de la tarde. Hace frío por la calle, y eso que el cine lo tengo exactamente a dos manzanas, un minuto andando, pero el calor que guardo del apartamento se disuelve en cuanto doy un par de pasos por la acera húmeda. Voy con las manos en los bolsillos del pantalón de pana y las solapas de mi americana alzadas. No me he afeitado y no sé si es desidia o que planeo dejarme barba y bigote, perilla o bigote solo. Compro una única entrada aunque el taquillero se esfuerce en venderme dos. Voy solo, sin fantasma. Cinco personas y un servidor como espectadores. A ver qué nos dice Clint Eastwood. Soy de los que opinan que el epíteto que utilizan para designar a Harry El Sucio metido en labores de director, el último gran clásico del cine norteamericano, le viene inmenso. Eastwood tiene en su dilatada filmografía tres obras maestras, tres – Bird, Mystic River, Million Dólar Baby -, un montón de películas discretísimas y unas cuantas malas y muy malas. Más allá de la vida la sitúo entre estas últimas. Si Eastwood no tiene un buen guionista sus películas no funcionan, y el guión de su última película es, desde mi punto de vista, infumable. De toda la película me quedó con el espectacular tsunami inicial, bien rodado, seguramente por Spielberg que estaba por allí, en la foto con el viejo pistolero. Más allá de la vida me ha parecido celuloide plúmbeo y rancio, sin vida, con diálogos bastante espantosos y una composición de personajes de escaso calado psicológico. De sus tres segmentos, el del niño con madre alcohólica y drogadicta que pierde a su hermano pequeño me parece el más lamentable. Guillermo Orsi, un gran tipo que vive allá, en Argentina, me ayuda con algunos argentinismos que preciso en mi novela. Internet funciona a la velocidad de la luz, y Guillermo, también. Tengo un personaje secundario que es escritor argentino maldito, con un poco de diálogo, y se lo envío, cruzando el Atlántico, que debe de andar muy alborotado, con olas de siete u ocho metros. No tengo tiempo de beberme una copa de vino y mordisquear una pechuga de pollo al curry, que ya tengo la respuesta de mi amigo de vuelta. ¿Qué haríamos sin Internet ahora? Perdernos.La novela va de vascos que ponen bombas en la Barcelona de diseño. Busco vascos entre mis colegas, porque uno de los personajes es euskaldun y otro maketo. José Javier Abasolo me resuelve algunas dudas de euskera, es un profesor magnífico, de los de la vieja escuela, que te ilustra con toda clase de explicaciones. Juan Bas me resuelve algunas frases con el castellano cortante que utilizan los bilbaínos que no han pisado las ikastolas más que para llevar a sus niños. Eso de tener amigos en todo el orbe no tiene precio a la hora de escribir. 13/2/2011
No tengo excusas para el abandono de este diario. O tengo miles. Estuve viajando, podría decir. Pero podía haber seguido escribiéndolo en las habitaciones de los hoteles. Tuve mucho trabajo. Y lo tengo, cierto, pero siempre hay un hueco para la reflexión, antes de dar con la testa en la almohada. Mi cabeza está en los proyectos más inmediatos, en los libros que deberán salir muy pronto y se están horneando. Pero lo uno no quita lo otro, y podría escribir el diario precisamente como relajo. Me perdí en el paraíso blanco del Valle de Arán, el paisaje en donde quiero ser enterrado, y me olvidé de todo en largos itinerarios por sendas nevadas. Eso es lo que más se aproxima a la realidad, mi querido diario. Y aún me estremezco, no de frío sino de belleza paisajística, como la de esta pequeña casa, perdida entre la nieve y amenazada por una enorme nube de tormenta que se cierne sobre ella. Esto de Facebook es tan versátil como peligroso. Te sirve tanto para convocar una paella con tus amigos como para derrocar a un régimen. La de Egipto ha sido la primera revolución en la que las únicas armas de los revolucionarios han sido las redes sociales. Facebook, Twitter, Internet y teléfonos móviles frente a armas que finalmente no se dispararon y se sumaron a la formidable revuelta cívica. El pueblo ha tomado la calle y el pueblo ha decidido. Noche de los Goya. Buenafuente no ha estado tan ocurrente como en la anterior ceremonia. Ni sus chistes han tenido tanta gracia. Interesante el discurso del presidente dimitido, Alex de la Iglesia, cuya película ha sido castigada en los premios: sólo 2 y de los técnicos. La triunfadora de la noche ha sido Pà negre, de Agustín Villaronga, que habrá que ver, y a ser posible en su versión original catalana. Con este film el director mallorquín se quita la espina de autor maldito, que si en literatura puede ser ambivalente en cine es catastrófico. Enterrados, la magnífica película de Rodrigo Cortés, se ha alzado con tres premios, uno de los importantes, el de guión, que estaba cantado. Y al gran Javier Bardem nadie le ha discutido que se llevara su Goya por Biutiful, película que he echado de menos entre las nominadas a mejor film. Tampoco ha salido muy bien librada Iciar Bollaín y También la lluvia. Los Goya van a servir para que Pá negre, que no se ha estrenado en muchas capitales de España, lo haga y tenga una segunda vida.Hay, como siempre, un maravilloso artículo en El País de Mario Vargas Llosa, el escritor que tiene la cabeza en la derecha y el corazón en la izquierda. Con el corazón parece haber escrito, con ese entusiasmo contagioso que le caracteriza, la encendida loa al pueblo tunecino y egipcio por haberse desembarazado de sus respectivas dictaduras. Hay un film de esos que se llaman pequeños, porque en ellos no se husmea un gran presupuesto, porque no figuran estrellas en sus títulos de crédito, que es Winter’ Bone, a medio camino entre el trhiller, el cine negro y el retrato socioeconómico del mundo rural de Estados Unidos. Es un film más que notable rodado con una fotografía gélida que nos muestra esa zona oscura de un país que presume de ser primera potencia pero tiene una bolsa de pobreza en la que está sumida el treinta por ciento de su población.Hoy, la mejor fotógrafa que conozco me ha dejado sorprendido con un relato que ha improvisado en poco menos de diez minutos. Cuando me lo ha leído estaba por otorgar su autoría a William Sommerseth Maugham, por el tema, Oriente, y por su forma exquisita. Me equivoqué. Era de ella, que había sido abducida por Isaak Dinesen, se debía creer que estaba en una granja de África y que yo era el inquieto cazador Denys George Finch Hatton que tan pronto está como se va, al que me voy pareciendo en carácter aunque nunca veré más leones que los del zoológico. No me quedó más remedio que rendirme a su talento, uno más, esta vez literario. La chica que prepara paellas en la olla exprés, se pierde en las selvas africanas, escala montañas de hielo, se relaciona con las tribus más salvajes del planeta, posee el par de piernas de hierro más bonito del orbe, tiene sonrisa perenne y hace fotos al alma también escribe como los dioses. Me quedo anonadado. Hablando de literatura, estoy ultimando la que va a ser mi próxima novela. Amante de los terrenos pantanosos y moralmente escurridizos, regreso al tema del terrorismo etarra con una intriga psicológica en la que hay mucha sangre, sexo a borbotones, bastante amor y toneladas de desesperación que explotan como el amosal que llevan los bárbaros del norte para incendiar Barcelona. A todo esto me preguntaba si se debería dejar que Sortu se presente a las próximas elecciones. Yo creo que sí. Los demócratas debemos ser generosos y dar una oportunidad a los que se bajan del carro del terrorismo y acuden a las urnas renunciando a la violencia.

Comentarios

Javier Márquez Sánchez ha dicho que…
Nos dejas con muchas ganas de esa nueva novela, José Luis. ¡Duro con ella!
José Luis Muñoz ha dicho que…
Muchas gracias, Javier. A ver si cuando me deje caer por Sevilla nos tomamos un finito.
Susana Sosa Villafañe ha dicho que…
Muy bien por la chica de sonrisa peremne. Es que cuando se tiene talento... Me encantaría leerlo. Alicia: deja que José Luis lo publique. Un abrazo a los dos.
José Luis Muñoz ha dicho que…
Bueno, a esa chica, Susana, sólo le falta meterse a actriz, que todavía está a tiempo, con su fotogenia, a desbancar a todas las nuevas promesas y podemos verla recogiendo un Goya un año de estos. Se lo pediré.
Guillermo ha dicho que…
Lloré como un marrano con "Los puentes de Madison", José Luis, pero supongo que porque se trata de un buen melodrama y a todos nos toca esa peste de haber perdido algo por el camino. Tienes razón en que el Clint está inflado, así funciona Hollywood...
Paco Gómez Escribano ha dicho que…
Pues yo ví "Más allá de la vida" y solo me gustó el tsunami, efectivamente. Pero a los dos días, me dije que la peli, aun siendo buena por el tema que trata, podía haber sido mejor. Aunque también valoro que es una peli llena de silencios. Total, contradicciones.
Oye, precioso como has descrito el camino que recorre una novela hasta llegar a las librerías. Realmente es así, pero le has dado un toque poético.
Un abrazo.
José Luis Muñoz ha dicho que…
Guillermo, en cine como en literatura todo es cuestión de gustos. Yo no lloro con las películas de Clint Eastwood, a pesar de que son muy tristonas. Cuando las veo, salvo excepciones, les noto que les falta aliento. Quizá es lo que le ocurre a él. Muy distinto del Sidney Lumet de Antes que el diablo sepa que has muerto, que era todo frenesí. Y Lumet aun es mayor que Eastwood
José Luis Muñoz ha dicho que…
Amigo Paco, gracias por tus palabras. ¿Describo bien el proceso? Creo que es así.
A la película de Clint le falta brío, sobre todo. Como le faltaba brío a las dos que hizo sobre la Segunda Guerra Mundial, que me durmieron literalmente. De todas formas creo que a un autor hay que juzgarlo por sus buenas películas, y Eastwood tiene obras maestras. Claro que hay quien no hace otra cosa que obras maestras: Ford, Kubrick, Wilder, Wells...

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