CINE

NEGOCIADOR
Borja Cobeaga

Dejar atrás la negra etapa del terrorismo etarra tiene como benéfica consecuencia el que se hagan películas como ésta que abordan con humor un asunto que tiene muy poca gracia.
Negociador, de Borja Cobeaga (San Sebastián, 1977), enciende una sonrisa a medias. Hacer una comedia sobre un proceso negociador fracasado del gobierno de ZP con ETA no es tema para una comedia, según mi opinión. Además Negociador pasa de la seriedad al desparrame en el mismo plano casi, y eso no funciona: o se ríe de los tipos de la txapela, la capucha y el tiro en la nuca, que a nadie causan risa, o se los toma muy en serio y convierte la película en drama sociopolítico. Ramón Barea interpreta a Juan Carlos Eguiguren, aunque aquí se llame Manu Aranguren, el socialista vasco que iba por libre y fue siempre el eterno negociador en la sombra con la banda terrorista entre los años 2005 y 2006, y Carlos Areces es el histérico e histórico de la banda Francisco Javier López Peña, alias Thierry, muerto por causas naturales en una cárcel francesa, a quienes acompaña un reaparecido Oscar Ladoire al que hacía mucho tiempo que no veíamos en la pantalla.

Risas pocas en una película mal armada, de aspecto televisivo, pero que Borja Cobeaga—director de Pagafantas y No controles, guionista de la exitosa Ocho apellidos vascospuede hacer sin que le disparen un tiro en la nuca o le pongan una bomba en el cine, que ya es mucho. Estrambótica y surrealista, mucho me temo que el film esté reflejando algunas de las chapuzas negociadoras que el gobierno inició con la banda terrorista. Quizá lo más divertido es que los organizadores internacionales de los encuentros toman a Manu Aranguren por representante de la banda, por su aspecto desaliñado, y que éste, ante la imposibilidad de utilizar tarjetas de crédito por la discreción de su misión secreta, deberá alimentarse mientras duran las conversaciones con kebabs y bocadillos.

 Cuando temas tan delicados como éste se pueden tratar bajo el prisma del humor es que ya forman parte de la historia, por fortuna.   

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