CINE / LADY MACBETH, DE WILLIAM OLDROYD
LADY
MACBETH
William
Oldroyd
Lady Macbeth, versión cinematográfica de una novela de Nikolai Leskov, fue la académica e
impecable aportación británica a la Sección Oficial del último festival de San
Sebastián que fue muy bien recibida por crítica y público. El debut en el cine
del director de ópera y teatro William
Oldroyd es un retrato duro de la Inglaterra rural de 1865 a través de la
historia de Katherine (Florence Pugh),
una joven que se casa con un hacendado que le dobla en edad y al que desprecia
tanto como a su ruin familia para la que ella es solo una posesión destinada a
dar un heredero. Pero la aparente víctima, movida por una ambición desmedida
(ahí cobra razón de ser el título de Lady
Macbeth) y aguijoneada por una pasión sexual explicable (el matrimonio no
se consuma porque el marido prefiere el onanismo al contacto físico con ella y
las hormonas de la joven necesitan alguien que las apacigüe) por uno de sus
sirvientes, Sebastien (Cosmos Jarvins),
y en ese momento la película vira hacia El
amante de lady Chaterley de David H.
Lawrence, se convierte en verdugo despiadado, y ahí Lady Macbeth parece una versión victoriana y gore de El cartero siempre llamas dos veces de James Cain.
Ambientación perfecta, exquisita fotografía, dirección
artística impecable, paisajes desolados barridos por el viento, que nos remiten
a los ambientes de Cumbres borrascosas,
y un elenco de actores tan desconocidos como eficaces en una película que tiene
algunos fallos en cuanto a la verosimilitud del relato, sobre todo cuando este
adquiere los tintes más sangrientos.
El londinense William
Oldroyd, que se declara shakesperiano y admirador de la obra de Michael
Haneke, nos ofrece una lección de cine
negro, con ramificaciones sociales y raciales (el amante de Katherine es trabajador
y negro), ambientado en la época victoriana (retratada con austeridad) y con
una exquisita puesta en escena en la que se nota la faceta teatral y operística
de su brillante realizador.
EL RASTRO DEL LOBO (Traspiés, 2017)
Aribert Ferdinand Heim, conocido como el Carnicero
de Mauthausen o Doctor Muerte, fue uno de los mayores criminales de guerra
nazis, que, como su colega el doctor Mengele, burló la acción de la justicia.
Joachim Schoöck, un policía de Stuttgart, dedica casi toda su vida a seguir el
rastro de ese lobo solitario, implacable y de una crueldad extrema (la obsesión
de Heim era establecer los límites del dolor físico) que dejó falsas pistas por
medio mundo, murió muchas veces, y renació otras tantas, y tuvo una infinidad
de identidades ayudado por los miembros de Odessa.
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