LITERATURA / MIS LIBROS Y SUS HISTORIAS: LA LANZADORA DE CUCHILLOS




1989
LA LANZADORA DE CUCHILLOS


Seguimos con libros con portadas infectas (el cuadro era bueno para colgar, que conste) y me atrevo con el primer libro de relatos después de cinco novelas. Recopilé una serie de cuentos eróticos que había empezado a publicar en la revista Playboy, casi todos. Mi entrada en la franquicia de Hugh Heffner en España fue vía concurso. La revista erótica convocaba un premio de relato y yo me presenté en el último momento, tan en el último que fui a entregar personalmente el trabajo en mano.  Me abrió la puerta de la redacción, que no consigo ubicar en este momento, Carlos Crehueras. La revista pertenecía a Planeta. El relato presentado se llamaba El sexo fuerte. Ganó el premio ex aequo con un relato de…Miguel Agustí. Las vueltas que da la vida porque a Miguel lo he reencontrado infinidad de veces. A raíz de ese premio, que lo obtuve en 1988, empecé a colaborar con la revista de forma asidua: relatos, reportajes de viajes, entrevistas, artículos. Un caramelo dulce que yo creía que duraría como la Coca-Cola porque Playboy era un icono, y no: con Heffner murió la revista. Había buena sintonía con el director de la publicación José Luis Córdoba y con el segundo de abordo Carlos Crehueras que luego pasó a Planeta. Por allí andaba también Julio Murillo que fue director de la publicación y amigo mío durante algunas décadas. Publiqué gran cantidad de relatos y los recopilé en este libro que bauticé como La lanzadora de cuchillos, tomando el nombre de uno de ellos.



La editorial Icaria, que ahora solo publica ensayos, tenía una línea narrativa llamada Compañía de Letras. Fui a hablar con ellas, porque la editorial la llevaba un grupo de mujeres. Ignoraba que el grupo editorial estaba ligado al PSUC yo, que era y sigo siendo anarco. Acababa de llegar de un viaje extraordinario por Brasil, concretamente por Salvador de Bahía (del que saldría veinte años más tarde Ascenso y caída de Humberto da Silva) con mi mujer, y estaba tan negro como los habitantes de esa ciudad africana de la costa brasileña. Recuerdo que llevaba puesta una camisa de manga corta de azul marino rabioso, pantalones blancos de lino y zapatos del mismo color. La sede de la editorial estaba, y sigue estando, en la calle Urgel. Hubo sintonía con Anna Monjo, que pilotaba Icaria. Yo venía con las pilas cargadas por ese viaje sencillamente mágico. Les gustaron mucho los relatos que integraban el libro, 13 en total, casi todos muy subidos de tono porque previamente habían sido publicados en Playboy. Se titulaban Bibi (una historia con vampiresa bailarina erótica y mafiosos; El Postre de Venus (una mujer que se ofrece como postre a un ágape); Un extraño amor de verano (un caso de bestialismo, basado en hechos reales, de  un tipo que se prenda de una vaca, mi animal totémico: me gusta tener vacas en las casas que habito); La confesión, dedicado a La gata negra, película que fue mi primer pecado contra el sexto mandamiento conocido  (de cómo un libidinoso cura confesor se excita con las masturbaciones confesadas por un crío: ese relato le encantó a Francisco González Ledesma y me lo recordaba siempre que lo veía); Orujo que era claramente bukowsniano; La lanzadora de cuchillos, con ambiente circense, enanos, mujeres elefantes, sexo grotesco, hija de La parada de los monstruos de Tob Browning; Life, sobre una cabaretera decadente del Barrio Chino barcelonés; La firma del contrato, sobre un contrato que se firma mientras debajo de la mesa ocurren cosas con las braguetas de los ejecutivos que estampan sus firmas; Una historia negra, en la que recuperaba para un relato policial a los protagonistas de Barcelona negra Raúl Guerra y su compinche; El sexo fuerte, el que ganó el premio Playboy, sobre una mujer que labra su cuerpo en gimnasios y en ellos practica el sexo de forma desinhibida; La mujer cíclica que era un relato fantástico de corte cortazariano; La pistola, casi un micro de una página, el mejor para mi gusto, más negro que erótico, inspirado en un caso real de una mujer que se disparó accidentalmente un tiro en la vagina mientras jugaba con la pistola de su ocasional pareja que era poli, escrito en segunda persona para experimentar; y El acto empírico, una humorada salvaje en la que una mujer demuestra a su marido voyeur la superioridad femenina a la hora de gozar con sus cinco amantes al mismo tiempo, seis si contamos al voyeur que se corre sin que lo toquen y le da gusto verlo.


ANNA MONJO, DE EDITORIAL ICARIA
Se me ocurrió, y las editoras lo vieron de perlas, que el libro podía prologarlo Manuel Vázquez Montalbán. Yo ya conocía a MVM por haberle hecho una entrevista para Playboy en su casa de Vallvidrera, desde la que observaba a vista de pájaro su Raval natal, cuando el inventor de Carvalho estaba escribiendo la Autobiografía del general Franco y tenía en su despacho dos bustos enfrentados del Generalísimo y de Lenin que se miraban torvamente. Manolo era extraordinariamente generoso con los que empezaban y aceptó escribir el prólogo, sin más. Me remitió un par de hojas mecanografiadas en las que cambiaba el título del libro y lo bautizaba La lanzadora de puñales, pero siguió siendo La lanzadora de cuchillos. La portada del libro era extraña, un cuadro que tenía Helena de la Guardia por ahí. El problema es que apenas se veía mi nombre, que se confundía con uno de los diablos que pululaban por la portada, ni tampoco el de Manuel Vázquez Montalbán.

MIGUEL AGUSTÍ

Este libro desvergonzado, del que MVM escribió un excelente prólogo en el que me tildaba de moralista sin parecerlo (dio en el clavo, la educación cristiana me ha pesado toda la vida y me ha llevado por el camino de la rectitud), y me llamaba negro, fucsia y tricolor, tuvo muy buenas críticas en muy diversos medios, pero la opinión del socarrón catalanogalaico que acabó sus días en Bangkok, como sus pájaros, fue la que más me importó.


“La obra narrativa de José Luis Muñoz hasta ahora publicada indica una clara apuesta hacia la llamada literatura de género. Conocido novelista "policíaco", autor también de una novela "gastronómica", ahora ensaya el relato erótico en La lanzadora de cuchillos. El porqué de la insistente dedicación de los jóvenes escritores hacia la "novela de género" habría que buscarlo en la desconfianza de la novela pluridimensional, desconfianza que para algunos vendría del escepticismo hacia las posibilidades de la novela pura y para otros de la impotencia del narrador moderno para llevar más allá el género. No es sitio, ni tiempo, para que yo exprese mi progresiva desconfianza hacia la "literatura de género", desconfianza que nace de su contrario: la confianza. Creo que ha sido necesario sumergirse en los géneros para recuperar una cierta convencionalidad narrativa rota por la llamada novela experimental hegemónica durante la década que va de 1965 a 1975, al menos dentro de la sociedad literaria española. Pero una vez recuperada la orientación, el destino de la llamada novela de género es dejar de serlo y admitir la comparación con cualquier novela que no lo sea.

JOSÉ LUIS CÓRDOBA, DIRECTOR DE PLAYBOY

No es el lugar para esta enconada disquisición, porque ahora se trata de glosar unos relatos acogidos a una tendencia literaria en auge, el erotismo, tendencia lúcida donde las haya que los autores suelen abordar de dos modos fundamentales. Unos se inclinan a integrar la materia erótica dentro de un discurso literario totalizador. Otros la exteriorizan claramente, la hiperbolizan y aun la convierten en sarcasmo, como si al escepticismo sobre la función del relatar, añadieran el escepticismo hacia la función de erotizar. Dentro de esta segunda tendencia se incluirían los relatos de Muñoz, donde lo erótico es fundamentalmente sarcasmo y crítica de su propia superficialidad (véanse los relatos El postre de Venus, El extraño amor de verano o El acto empírico). En otros relatos predomina la situación pendiente del efectismo del factor sorpresa, como en el que da título al libro La lanzadora de cuchillos. Muñoz pasa de relatos intrínsecamente imaginativos a relatos pendientes de ese efecto sorpresa que consigue con la maestría que sin duda le han dado sus novelas policíacas. Siempre se percibe una adaptación de la escritura global a los materiales que manipula y en aras de esta comprobación invito que se compare la superficialidad de "play boy" de El Postre de Venus, con el inquietante La lanzadora de cuchillos o el clásico El acto empírico, verdadero homenaje a las claves de la literatura erótica más tradicional.
                                                    

LA PARADA DE LOS MONSTRUOS, DE TOB BROWNING
Estamos ante un autor inquieto, en progresión y en perpetua crisis de ubicación. A pesar de ser uno de los más dotados entre los jóvenes cultivadores de "novela negra", no parece sentirse a gusto en el encasillamiento y busca renovarse a sí mismo, de momento por la elección de pautas subgenéricas diferentes. Es difícil precisar hasta qué punto la literatura erótica es un alivio psicológico para el autor o para los lectores, en un claro intento de evitar ir al psiquiatra. Es un enigma que dejo en manos de los psiquiatras. Lo cierto es que nada de lo erótico le es extraño a la imaginación de Muñoz, ni siquiera las claves de dominacion y crueldad controlada que suelen connotar los juegos sexuales. Desde la animalidad al voyeurismo, desde el dulce canibalismo a la sordidez que a veces acompaña la geografía de las ingles, Muñoz describe de arriba a abajo y de la derecha a la izquierda por toda la geografía del ¿placer? De no haber tanto juego en estas páginas casi se podría llegar a la conclusión de que el autor es un moralista, lo suficientemente inteligente como para no parecerlo. Para mí el relato más completo, más contenido y mejor conducido es el último. Un cuento inteligente sobre el erotismo cerebral, que es en definitiva el que interviene cuando el juego es literario. El erotismo cuerpo a cuerpo es una cosa. Cuando necesita del agente de las palabras, el erotismo se convierte fatalmente en cerebral. MVM”


LA PINTORA HELENA DE LA GUARDIA
Yo leía mucho a Vázquez Montalbán por aquel entonces, y él me leía también, obligado como prologuista o como jurado de los dos premios La Odisea a los que me presenté. Salieron reseñas muy elogiosas del libro, que era muy divertido, en Cambio 16 y en revistas literarias.

NÚMERO DE PLAYBOY EN DONDE SALIÓ MI ENTREVISTA CON MVM

“Un buen libro erótico, porque el exceso, el derroche inevitable de propuestas y aconteceres  se canaliza por medio de un lenguaje vivo, de una originalidad contrastada, de una ironía sin reticencias, y de una siempre imprevisible capacidad para rematar el texto con los finales más inciertos. Hay más que erotismo; hay humor, intriga, pasión y afición por la literatura “ (Leer)


 “El autor, sobre el armazón del erotismo, vuelca otras formas de acercamiento lector, propias a veces de la misma existencia y de la rutina diaria, y las tiñe, por añadidura, de ironía, de sarcasmo y hasta de demoledor escepticismo” (Ramón Acín – Heraldo de Aragón) 

“Los relatos vehiculan un erotismo intelectual concebido como un juego. La palabra consigue , tanto como relatar cerebralmente lo erótico, erotizar verbalmente el relato” (Angel Estévez Molinero – Cuadernos del Sur)

“Tiene este escritor un agudo sentido del necesario redondeo del relato y de la imprescindible selectividad de sus ingredientes” (El Correo Gallego)

Mi querida Rosa Mora enmudeció.  Alguien debería aconsejarla que no lanzara maldiciones gitanas porque no iba a vivir de ello. El tipo que jamás iba a publicar ningún libro ya llevaba siete en 3 años.


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