SOCIEDAD / MANERAS DE MORIR
MANERAS
DE
MORIR
No todo
el mundo muere igual. No todo el mundo se enfrenta a ese último paso que supone
dejar la vida y perder de vista a los que le han acompañado durante esta. Poner
punto final a tu historia debe de ser complicado para los que la muerte no les
coge de sorpresa. Hay quien tiene tiempo para reflexionar sobre ese drástico no
ser y otros que sencillamente lo niegan como mecanismo de autodefensa. Pienso
en los suicidas, los que se aproximan al precipicio y dan ese paso adelante que
los lleva al vacío, a la vía del tren, al mar, al duro asfalto o al frasco de
pastillas, en el vértigo de ese paso y son ellos mismos los que invocan a la
muerte.
Hay
maneras de morir que se ensayan para la posteridad o para uno mismo para darse
satisfacción en ese último instante. Recuerdo una vieja foto de la revolución
mexicana, si no me equivoco, y al reo mirando desafiante al pelotón de
ejecución, que lo va a sacar a balazos de esta vida, con una sonrisa en los
labios. Creo que de forma inconsciente utilicé esa imagen en un relato. Era muy
literaria.
El
sueño del artista es morir creando. Incluso muchos pecamos de una cierta
ingenuidad y creemos que mientras estemos en esa tarea la Parca pasará de largo.
El actor de teatro fantasea con morir en el escenario, y si su muerte se solapa
con la del personaje que interpreta, miel sobre hojuelas.
Todo
esto me viene a la cabeza con la muerte ejemplar del cantante Pau Donés por el que era imposible no
tener aprecio más allá de sus virtudes musicales. Con el calendario apretado,
sin mucho margen de fechas por delante, agradeció a los sanitarios su lucha
heroica en esta pandemia que nos azota y hasta tuvo la generosidad de grabar un
último disco y un video clip para una posteridad que él ya no vería. Hermoso legado y generosa despedida de
alguien que afrontó su punto final sin dramatismo y nos ha dado una lección de
bien morir.
Días atrás
murió Ana Portnoy, una fotógrafa
argentina con la que, en algún momento de mi vida, tuve una cierta amistad.
Lamentablemente no pude asistir a la que sería su despedida artística, una
exposición fotográfica titulada Disparando
al autor para darle ese último abrazo. Hay veces que no puedes despedirte
de la gente que aprecias, o decirles a la cara lo mucho que los quieres porque
la muerte se te adelanta, por eso mi consejo es decírselo en vida. Eso sucedió
con Isidro Garrido, un colega y
amigo que se llevó por delante esta maldita pandemia. Estos meses extraños han
sido muy prolijos en desapariciones. Cada quince días he tachado un nombre en
mi directorio.
Hay
maneras de morir, y la de Pau Donés,
o la de Ana Portnoy con esa última
exposición fotográfica, puedo decir que son hermosas. Pau Donés agradecía lo que le había dado la vida, que era mucho,
éxito y seguramente felicidad. Todas estas muertes, las de los que conozco
personalmente, o porque están en el imaginario colectivo, me remueven por
dentro. Y entonces me acuerdo de Bob
Fosse. Si hay alguien que se murió a lo grande ese fue el director de Cabaret, y de esa película más oscura
llamada Lenny, desahuciado por el
cáncer, que tuvo la osadía de prever su propia muerte en forma de musical,
explicando el proceso sin un ápice de fatalismo. Su alter ego, el también fallecido
Roy Scheider (el actor de Tiburón), con tubos, catéteres,
conectado a las máquinas respiradoras de una UCI, moría danzando con la propia muerte,vestida de
blanco, no de negro, interpretada por una pletórica y hermosa Jessica Lange que venía a buscarle en
ese musical testamentario que era All the
Jazz, sencillamente maravilloso.
La
muerte también forma parte de la vida, es su colofón, da sentido a ésta. No nos
enseñan a vivir, tampoco a morir. Debemos aprender sobre la marcha. Algunos no
llegan a tiempo.
Mi libro cincuenta, "El viaje infinito" (Bohodón Ediciones, 2020), una novela sobre el viaje de la vida.
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