SOCIEDAD / DEMASIADOS DEREK CHAUVIN



El mismo día que el asesino de Georges Floyd ha sido encontrado culpable de todos sus cargos, otro agente policial mataba de cuatro disparos a una adolescente afroamericana que amenazaba a otras con un cuchillo, y dos días antes una policía mataba a un conductor en su vehículo al confundir(son inconfundibles, mas para un policía), según su versión,  su pistola taser con su arma de fuego reglamentaria.


La condena de Derek Chauvin (ahora le toca al juez concretar la pena), debida en buena parte a la gran repercusión mediática del caso,  resulta excepcional en el sistema judicial norteamericano que suele exculpar a casi todos los policías que asesinan dentro de su jornada laboral y mayoritariamente a personas de raza negra, que ya son sospechosas desde su nacimiento por el color de la piel. El caso de Daniel Prude, otro afroamericano asfixiado por agentes policiales en el estado de Nueva York dos meses antes del asesinato de Georges Floyd, quedó impune. 


El modus operandi de ese sujeto, al que particularmente le deseo una larga temporada en la cárcel, es similar al de una parte significativa de los policías de ese país que disparan a alguien que esgrime un teléfono móvil, lleva un faro fundido, no oye su voz de alto, juega con una pistola de juguete o sencillamente les infunde alguna sospecha. Hombres, mujeres y niños mueren por las balas de policías que, además, suelen disparar a matar y por la espalda.  Ese lema de Ante la duda, dispare,  resulta bastante habitual en los cuerpos policiales norteamericanos. Las estadísticas indican que al año mueren más de mil personas a causa de la violencia policial, mientras ochenta mil sufren heridas de diversa consideración.


Dudo mucho que la condena a Derek Chauvin sea un punto de inflexión que consiga cambiar los protocolos policiales en ese gigantesco país. En lo medular de esta serie de muertes de ciudadanos, mayoritariamente negros, está un racismo latente en buena parte de la sociedad y el miedo a ser tiroteados por parte de los agentes que saben que cuatrocientos millones de armas de fuego están en manos de civiles y ellos disparan primero, por si acaso, e impunemente pues casi nunca son condenados en juicio. Al año se producen más de treinta y cinco mil muertes por armas de fuego y un sinfín de tiroteos masivos e indiscriminados en colegios, universidades, cines o supermercados.

 


Mientras no se legisle contra el disparatado comercio de las armas de fuego, uno de sus negocios más lucrativos,  y no se cambie esa mentalidad aberrante que confunde el llevar un colt en el cinturón o un fusil de asalto en el coche con un acto de suprema libertad, no se va a atajar este problema endémico.






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