SOCIEDAD / LA HISPANIDAD
Cada
12 de Octubre, una especie de día de la marmota, se pide a España explicaciones
por la colonización del Nuevo Mundo y se le exige que pida perdón. A esta
campaña de ataques que lidera con una beligerancia extrema el gobernante de
México López Obrador, se ha sumado este año el Papa Francisco.
¿Debe
pedir España perdón por los muchos desmanes que se cometieron durante la
conquista de América, por las violaciones, masacres, saqueos y ataques
culturales? Por supuesto que sí; pero en primer lugar lo deben hacer los
criollos y sus descendientes, que son los que fueron a América, se asentaron en
ella y la explotaron como caciques. Los López Obrador vociferantes en primer
lugar. Sus antepasados sí fueron a América; los míos y los de buena parte de
los españoles, nos quedamos, no nos enriquecimos ni perpetramos ninguna
matanza.
Cuando
se habla del papel de España en el 1500 en esas latitudes, se hace gala de una
información torticera. En primer lugar se analizan desde la perspectiva actual
hechos sucedidos en un pretérito muy lejano prescindiendo del contexto
histórico. España, en aquellos tiempos, era la primera potencia y como tal se
comportaba, de forma muy parecida a como lo hace Estados Unidos en la
actualidad. En el siglo XVI no existía el concepto de derechos humanos. Nadie
discute que España fuera al Nuevo Mundo a explotarlo y saquearlo, es una
obviedad, y que a los conquistadores no les moviera ninguna causa altruista
sino su propio beneficio. La sed de oro, como la sed de petróleo actual, guiaba
las expediciones militares. Los desmanes cometidos por esos tipos blancos y
barbados, y bastante guarros, eran parecidos a los que perpetraban determinados
pueblos amerindios con sus vecinos. Si los españoles fueron unos invasores del
territorio americano guiados por la sed de oro, a otras poblaciones de esa
América, que ya estaba descubierta por sus propios pobladores, les guiaba la
sed de sangre, el pueblo azteca entre ellos. Pocos pueblos en la historia de la
humanidad han sido tan sanguinarios, atroces y tiránicos como los súbditos de
Moctezuma a los que no derrotó Hernán Cortés con sus 400 hombres sino un
poderoso ejército indígena en una suerte de guerra civil entre mexicanos de la
que el conquistador español obtuvo un enorme beneficio.
La
leyenda negra, fomentada entre otras potencias, por Inglaterra y Holanda, sigue
pesando. Sin ninguna duda el Tribunal de la Inquisición que se instauró en
España a partir del reinando de los Reyes Católicos le ha hecho un flaco favor
al prestigio de mi país, pero resulta que en donde más brujas fueron quemadas
no fue en España sino en Alemania y Suiza, y nadie se lo recuerda. La famosa
doncella de hierro, uno de los castigos más atroces (se introducía el condenado
en un recipiente metálico con forma de mujer relleno de pinchos que se
clavaban, al cerrar, en el cuerpo del infortunado produciendo una muerte lenta
por desangramiento) fue un invento alemán. En cuanto a Inglaterra sólo hay que
darse un paseo por Estados Unidos, la gran colonia de ultramar, para darse
cuenta del carácter residual de la población nativa, exterminada
sistemáticamente, encerrada en reservas, diezmada por el alcohol y la comida
basura, mientras que en el México del vociferante López Obrador viven 21
millones de indígenas, eso sí, marginados, excluidos y ninguneados por los
sucesivos gobiernos de criollos que han sufrido mientras Bolivia, Perú y
anteriormente Venezuela han tenido presidentes nativos. En vez de pedir cuentas
López Obrador por sucesos que han sucedido hace quinientos años debiera
preocuparse por lo que ocurre en la actualidad en un país que no gobierna
porque es un estado fallido con nada menos que 90.000 desaparecidos en donde no
funcionan las instituciones, la corrupción llega a las altas esferas y existe un
racismo instituido y asumido. No he visto en las cadenas mexicanas más rostros
que los de los blancos descendientes de los que arribaron a ese país hace
quinientos años y contra los que una y otra vez cargan ellos mismos. Es
la oligarquía blanca de México la que lleva siglos detentando el poder económico
y político. En México convive la riqueza obscena, heredada de la conquista, con
la pobreza más extrema.
Por
la misma regla de tres sería absurdo que España, por ejemplo, exigiera perdón a
Roma por los desmanes que sus legiones perpetraron cuando conquistaron la
Península Ibérica, o a los árabes que durante más de ochocientos años
permanecieron en su territorio. Por el contrario, España está muy agradecida
por formar parte de la comunidad de lenguas románicas, con Francia, Italia y
Portugal, derivadas del latín, por la cantidad de monumentos y obras de arte
que nos legó la dominación romana, del mismo modo que hay que agradecer a la
dominación musulmana la Mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada, la enorme
cantidad de palabras con las que enriquecieron el castellano. el aceite, los
dulces de almendras y una rica impronta en toda la gastronomía española.
Hasta
hace poco, la fecha del 12 de octubre era celebrada como un punto de encuentro
entre culturas de las dos orillas. Agradecían en la otra orilla las
extraordinarias ciudades que se edificaron y que allí han quedado; el uso de
una lengua común, el castellano, que argentinos, chilenos, mexicanos, cubanos,
venezolanos, bolivianos, ecuatorianos han hecho suya y han enriquecido con un
sinfín de modismos; existía una especial relación de esos pueblos con la madre
patria, España. Últimamente esa fecha se ha convertido en una efeméride de confrontación
y en un rendimiento de cuentas absurdo.
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