SOCIEDAD / EL MAPA DEL HORROR
El mapa
del horror de los últimos cien años nace en Auschwitz, sigue en Sabra y
Chatila, se bifurca a Ruanda, explota de lleno en Srebrenica, se condensa en
Abu Ghraib y Guantánamo y nos salpica anteayer en Bucha con un reguero de
civiles maniatados ejecutados con un tiro en la nuca. Auschwitz no queda tan
lejos de Bucha. Los que sufrieron la carnicería nazi se ensañan con los
palestinos desde hace años. La civilizada Europa, y Francia, miró hacia otro
lado en Ruanda porque se trataba de una matanza entre negros. Las atrocidades
en Bosnia se consumaron ante la pasividad de Europa. Abu Ghraib no tuvo más
consecuencia que castigar levemente a alguno de sus carceleros mientras
Guantánamo sigue en pie por los que cercan al régimen cubano desde décadas. El
horror de Ucrania es obra de un solo monstruo, pero el ochenta por ciento de la
población rusa cierra filas con él como lo hicieron los alemanes con Hitler.
El mapa del horror es inabarcable desde que
Joseph Conrad pronunciara por tres veces la palabra en El corazón de las tinieblas y Francis Ford Coppola lo adaptara a
ese horror de napalm que dejó Estados Unidos en Vietnam en Apocalypse now. Las guerras jamás son limpias y se ensañan con la
población civil, el eslabón débil de la cadena. En las guerras no hay reglas y
los contendientes utilizan armas prohibidas en todas las convenciones: fósforo,
bombas de fragmentación, minas... En Irak se bombardeaban tantos colegios y
hospitales y se arrasaban tantas ciudades como se arrasan en Ucrania. Las
guerras, una vez desatadas, es difícil pararlas, siguen una inercia
destructiva. Una Rusia frustrada y amenazada con el avance imparable de la OTAN
en sus fronteras destroza de arriba abajo un país hermano. Entre los rusos
combaten chechenos que, anteriormente, fueron masacrados por los rusos. Entre
los ucranianos están los nazis del batallón Azov, se fusila a los prisioneros
de guerra y se azota públicamente a los suyos que se dedican al pillaje. Las
ucranianas son violadas como anteriormente lo fueron las bosnias por los
chetniks serbios. Mariúpol arrasada es la nueva Sarajevo. Las matanzas de los
mercados de Bosnia se repiten en las estaciones de trenes de Ucrania entre los
que quieren dejar el infierno. Los soldados rusos, desmotivados, de leva
forzosa, engañados en unas maniobras que se convirtieron de la noche a la
mañana en guerra cruenta, mueren a miles, como mueren los civiles ucranianos en
el interior de sus casas destrozadas por los misiles de crucero “quirúrgicos”.
El escenario de esta guerra es pavoroso. En 24 horas la vida de millones de
ucranianos ha dado un giro copernicano y un cómico, acusado de corrupto, se
convierte en su adalid forzoso mientras en el otro lado un nuevo zar ruso, que
viene de la KGB, se pasea por sus palacios imperiales y amenaza al mundo con un
rosario de destrucción.
Esta
guerra durará mientras los medios de comunicación pongan el foco en ella o un
nuevo conflicto estalle y la relegue a un segundo plano. Ya no sabemos lo que
está ocurriendo en Yemen. ¿Qué fue del Congo o de Liberia? ¿Quién se acuerda de
Tibet? ¿Ya no hay destrucción en Siria? ¿Los yihadistas han dejado de atentar
en Irak? ¿Ha parado el exterminio de los indígenas de la Amazonía? ¿No mueren
en el Sahel los parias de África que persiguen el sueño europeo porque no hay
cámaras que fotografíen sus cadáveres en el desierto?
Ucrania
es un error de cálculo de Putin que puede que el zar pague caro. No ha
conseguido derrocar al gobierno ni conquistar Kiev. Para consolidar lo que de
facto ya era suyo, Donbas y Crimea, no
hacía falta montar esta carnicería. La guerra de Ucrania pone sobre el tapete
la obsolescencia del ejército ruso ante la tecnología estadounidense y europea
que utiliza el ejército ucraniano con un poder de destrucción formidable. Los
tanques rusos, cientos de ellos destruidos, son un arma del pasado que se
convierten en chatarra humeante en cuanto son bombardeados por drones y
sofisticadas armas antitanque. Un ejército de leva forzosa, por muchos
efectivos que tenga, nada puede contra un ejército moderno, bien preparado y
motivado que defiende su tierra de los invasores y recibe armas modernas. La
pregunta es si esta carnicería se podía haber evitado antes de que empezara y
cuando se pondrá fin a ella. De momento el estampido de las bombas acalla la
voz de una diplomacia ausente.
La
historia de la humanidad está escrita con sangre, desde sus inicios, solo
cambian las armas y sigue vigente la frase de Paul Valery: “La guerra es una
masacre entre gentes que no se conocen para provecho de gentes que sí se
conocen pero que no se masacran”.
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