SOCIEDAD / INFAMIA E INFAMES
Mientras
se preparan los fastos (que ustedes y yo pagaremos) de la cumbre de la OTAN, esa ONG que persigue
la paz a base de bombazos (algo menos de cuatrocientos mil muertes se le
imputan al alter ego de EE.UU. en Irak, Afganistán y Siria), la reina Leticia
acompaña a la señora Biden a visitar a los refugiados de primera clase
(ucranianos de ojos azules) y las calles de la capital del reino se blindan
para que pueda pasar La Bestia (el coche fortaleza del amo del mundo) y su
séquito de cincuenta cochazos a prueba de bombas, en Nador, a muy pocos pasos
de la frontera con España, se entierran en una fosa común, porque no merecen
otra cosa esos negros desarrapados y sin nombre que soñaron con un mundo mejor,
a las casi treinta víctimas de una masacre sin nombre.
No sé
si saben que esa brutal matanza, del que nos olvidaremos por la machacona OTAN
(ayer los telediarios abrían con los problemas de los viajeros por la huelga de
Ryanair, aún peor), es el resultado directo de las muy buenas relaciones que nuestro gobierno
ha establecido con Marruecos en detrimento de los derechos humanos (también de
los saharauis, los eternos olvidados). Abochorna, e indigna, que un presidente
del gobierno, que últimamente no da una a derechas (desde Ucrania está
desnortado), no solo no pida explicaciones al reino de Marruecos por esa
salvajada que debería indignar a todo demócrata, sino que se atreva a decir esa
imbecilidad de que “La culpa es de las mafias” o de que la “la situación ha
estado bien resuelta por parte de los dos cuerpos de seguridad”, y el ala
izquierda de su gobierno guarde silencio cómplice (una Irene Montero muda sin
responder a las muchas preguntas de los periodistas), no haya salido al paso de
esas declaraciones vergonzosas. No se ha enterado Pedro Sánchez, o no quiere
enterarse, de que la policía marroquí, al amparo de ese tratado firmado con
Marruecos casi clandestinamente, ha destruido los miserables campamentos que
los migrantes tenían en el monte Gurugú y estos, a la desesperada, han
intentado saltar la valla de Melilla antes de que los alejen de ella 600
kilómetros y su sueño de mejorar sus vidas se disuelva definitivamente. Los
migrantes no han sido asesinados por las mafias, señor Sánchez, sino por la
policía marroquí en base al acuerdo firmado con España, para demostrar su
fidelidad a la letra de ese tratado. Pero son negros y no tienen nombre, y no
merecen nada salvo ser enterrados en una fosa común. Si este gobierno
“progresista” compra el discurso xenófobo de VOX (Grande-Marlaska y Margarita
Robles han hablado de la presión migratoria y lo difícil que lo tiene España
obviando la masacre), hasta el punto que el propio PP le pide explicaciones,
andamos muy mal.
Todos
sabemos cómo se resuelve el drama de la migración, pero nadie hace nada por
solucionarlo. Redistribuir la riqueza, dejar de esquilmar los cuantiosos
recursos naturales de África; dejar de apoyar a los regímenes corruptos y
dictatoriales que favorecen que las multinacionales se establezcan en su
territorio sin que sus poblaciones reciban nada a cambio; promover gobiernos
democráticos y no dictaduras títeres de los países occidentales; dejar de
alentar las guerras que sacuden al continente desde la desastrosa
descolonización; invertir en esos países para que la inversión favorezca a sus
ciudadanos y no tengan que emigrar. Nadie deja su hogar ni está dispuesto a
morir por gusto. África, para su desgracia, es un continente
extraordinariamente rico, y ese es su principal problema, la ingente cantidad
de recursos naturales. Y que son negros. El color de piel y su pobreza es
también su problema. Seguirán siendo sepultados en fosas comunes o en esa gran
fosa marina que es el Mediterráneo mientras nosotros pagamos la factura de la
OTAN y la UE nos felicita por lo bien que estamos gestionando el problema de la
migración. De vómito, señores. De vómito nuestro presidente.
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