CINE / LA SOCIEDAD DE LA NIEVE, DE J.A. BAYONA
¿Tiene algún sentido hacer otra película, la tercera, sobre la odisea de los supervivientes de Los Andes? Sin duda, pues es la mejor versión cinematográfica de ese drama de resistencia y solidaridad después de Viven del estadounidense Frank Marshall y Supervivientes en los Andes del mexicano René Cardona, quizá porque se basa en un buen libro, La sociedad de la nieve del escritor y periodista uruguayo Pablo Vierci que publicó en España la editorial Alrevés.
J.A.
Bayona es un cineasta con oficio y que borda (recordemos el tsunami de Lo imposible, su mejor secuencia de una
película que no acababa de cuajar) el cine de catástrofes tan querido por
Hollywood, de ahí las posibilidades de que La
sociedad de la nieve consiga la estatuilla después de no hacerse con el Globo de Oro que recayó en otra película con blanco elemento: Anatomía de una caída. La secuencia del
accidente, y de la avalancha que machaca a los pocos supervivientes del
desastre aéreo días después, son realmente impactantes, están
magistralmente bien rodadas para que el espectador se tiente la ropa y contenga
la respiración. Magníficos los efectos especiales. Pero la película de Bayona,
además de aportar verismo a la historia (que se sirva de actores uruguayos,
como los protagonistas reales del drama, sin duda ayuda) ahonda en el retrato
psicológico de ese puñado de jóvenes jugadores de rugby obligados a convivir en
situaciones extremas durante 72 días y que tuvieron que tomar la terrible
decisión de alimentarse de los muertos.
No hay
morbo en la película del director catalán, porque huye de ello, aunque afloran
entre esos jóvenes los dilemas morales cuando deciden alimentarse de sus
compañeros. Da voz Bayona a los que se fueron de este mundo sin llegar a ser
rescatados, incide en la coralidad de la historia y en los distintos puntos de
vista narrativos, uno por cada personaje, para armar este drama caleidoscópico
en el que destaca la solidaridad entre seres humanos que resulta vital para que
sobrevivan unos cuantos. El individuo se diluye en el grupo y los jóvenes
alegres y despreocupados que toman ese avión de la Fuerza Aérea Uruguaya para
jugar en un partido en Chile, maduran a la fuerza, se convierten en adultos por
las circunstancias.
La
película es hermosa, porque está toda ella rodada en espectaculares escenarios
naturales (Sierra Nevada y Los Andes), y terrorífica al mismo tiempo. La
naturaleza, blanca en esta ocasión, se muestra en toda su despiadada grandeza
aplastando a esos seres insignificantes que han sido catapultados en tierra
hostil y en donde las posibilidades de sobrevivir son ínfimas, y si lo
consiguen unos cuantos es gracias a esa solidaridad que se establece entre esos
jóvenes jugadores en sus 72 días de cautiverio en ese glaciar helado: la
sociedad que ellos mismos establecen de forma natural, sin liderazgos ni
imposiciones.
El
espectador ya conoce la historia, y su desenlace feliz, pero eso no resta
viabilidad al film de J.A. Bayona que quizá haya visto El vuelo del Fénix, la espléndida película de Robert Aldrich sobre
otra tragedia aérea, esta vez en el desierto africano, con final feliz gracias
al concepto de equipo, o la extraordinaria Camino
a la libertad de Peter Weir, otra historia de superación que muestra de lo
que es capaz el ser humano para sobrevivir y que entronca con el tramo final de
La sociedad de la nieve, cuando dos
de los supervivientes emprenden esa larga y arriesgada marcha por los Andes
para salvar al resto sin saber si lo van a conseguir.
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