LITERATURA / ALLÍ DONDE LOS ÁRBOLES TOCAN EL CIELO, DE LLUNA VICENS
Tercer libro de prosa poética de Lluna Vicens, tras Doce días, una vida y El habitáculo, y dedicado a su
desaparecido padre de quien toma precisamente el título por una frase que le
decía cuando ella, de niña, le preguntaba cuánto faltaba para llegar a destino:
Allí donde los árboles tocan el cielo.
El prólogo es una hermosa alegoría sobre su muerte, lleno de ternura, en el que
la autora cambia la palabra muerte por vida: El día que viviste fue un día como hoy: era de noche, el hospital
estaba cerrado a las visitas, la familia inquieta, el corazón al borde, la vida
llovió hacia dentro, mojó los bancos, los pasillos y hasta las sábanas del
hospital. La vida sacudió las plantas que no tenía, la vida dio un golpe en
seco, vida inquieta, vida al borde. Y, a partir de ahí, una serie de textos
breves y contundentes, de una belleza e intensidad sin paliativos, que se abren
en su encabezamiento con el nombre científico de árboles que no están cogidos
al azar.
El amor y la pasión incendiaria ocupan buena parte
del libro: De toda la belleza que me has
mostrado haré un cofre donde guardar todos los momentos que hemos compartido.
De tus caricias construiré un tejado y me refugiare en los días que no estés a
mi lado, y del calor de sus tejas me calentaré como sí fueran tus abrazos.
Hay referencias constantes al ser amado: Nunca
te dije que tu cabello blanco era suave como la seda, que al salir de la ducha
a veces me olías como a césped recién cortado, que nunca fui poeta, que me
asustaba pensar que esto terminara, que habría dado mi vida por ti, y no quería
quedar ni sin ti, ¿me crees?
Amor que duele, romántico, tempestuoso: Últimamente, tu recuerdo me pega
dentelladas cada vez que intento aferrarme a tu ausencia, y se me escapa un
aullido de dolor lleno de nostalgia desde el fondo del alma. Amor
entretejido en un exquisito erotismo de alto voltaje: Hilos de plata brillarán en la oscuridad atravesando sus muslos, camino
marcado minutos antes por su lengua tibia y húmeda, la de él, desde el ombligo
hasta el centro de sus caderas. Amor en la entrega física al ser amado: Mi cuerpo fue un territorio de revelaciones,
abriéndose y desplegándose entero para tu divina exploración.
La capacidad que tiene Lluna Vicens para crear con
las palabras exactas, y rehuyendo los adjetivos, imágenes de una belleza
impactante resulta prodigiosa: Soy uno de
tantos corazones que de noche aúlla sobre las cornisas, reclamando al universo
la tibieza de una caricia. Y lo hace sin un gramo de impostación, a corazón
abierto, dejando que fluyan las palabras de su mismísimo interior: Dime que nunca dejarás de buscarme cuando
apagues la luz, cuando se agoten los filamentos de las bombillas, cuando la
vida te cambie los planes y tu librito de bailes esté repleto.
El amor la aturde, la deja noqueada por su
intensidad, y eso sabe transmitirlo con una lucidez extraordinaria la autora en
sus breves textos: Hoy al igual que ayer
me pesan las palabras, tan pesadas que hasta mi caminar se ha vuelto lento. Ya
no puedo impulsar tus labios para que dibujes aquella sonrisa que tanto me
gustaba. Siento abrirse el suelo bajo mis pies, por donde se están perdiendo
todas las ideas antes de llegar a mi boca.
A veces la prosa poética de Lluna Vicens se torna
música, adquiere ritmo puede ser tarareada como letra de una canción: Besos que rompen, recortan, saltan por los
ríos, cruzan, hieren. Besos que irrumpen, acarrean, enlazan, reposan, ruedan,
se inventan. Besos. Solo besos. En las manos, en las casas, en los cristales,
en la boca, en el espejo, en los templos.
Y la literatura como tabla de salvación de la poeta,
y un halo de romanticismo desatado impregna todo el texto: ... nadie sabe que hay dentro de mí una pequeña
y clásica Charlotte Brönte. Una escritora nata, dotada de una increíble
fuerza expresiva, de la que brotan las palabras de forma torrencial como ella
misma reconoce: Nunca he sido escritora
pero, es que a cada segundo me nacen frases y aunque muchos no lo comprendáis
no puedo resistirme… Una escritora de los sentimientos y de las emociones: Ahora ya no escribo letras, ahora escribo
sentimientos que guardo en mi memoria, en ellas voy recapitulando mi vida con
viejas historias, tan viejas y gastadas como mi alma cansada.
Lluna Vicens escribe su canto al amor con un
lenguaje directo, un sentido del ritmo extraordinario y tocada por alguna
gracia divina para encontrar siempre la palabra exacta que de la cabeza vaya
directamente al corazón: es una poeta nata, sin escuela, libre y profunda, a la
que se la oye respirar en cada uno de sus textos.
Cuando solo en
la orilla lleguen las algas y el resto de algún naufragio, me seguiré sentando
para estar a solas con mis pensamientos, seguirás trayéndome tu música y algún
que otro recuerdo.
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