CINE / EMILIA PÉREZ, DE JACQUES AUDIARD
El francés
Jacques Audiard (París, 1952), junto a Françoise Ozon, puede que sea uno de los
directores galos más relevantes del momento. El director del terrible e
impactante film noir El profeta, uno de sus mejores largometrajes, la
romántica y desmesurada De óxido y hierro o ese western tan especial por
la sensibilidad de sus protagonistas y su tremenda originalidad que es Los
hermanos Sister, da una vuelta de tuerca a su exitosa carrera y se va a
México a rodar una especie de narcocorrido trans en plan musical, una apuesta
muy arriesgada, eso hay que reconocerlo.
El
problema de Emilia Pérez es su falta de verosimilitud desde el principio
y de que, como musical, no valga gran cosa. Rita (Zoe Saldaña), una abogada
mexicana de origen dominicano, recibe una extraña oferta muy bien pagada:
cambiar la identidad y la condición sexual de un peligroso capo del narco llamado
Manitas y convertirlo en la mujer Emilia Pérez (la española Karla Sofía
Gascón). El conflicto estalla cuando la trans Emilia Pérez quiere ejercer como
madre de sus hijos y se enfrenta a su mujer Jessi del Monte (Selena Gómez) que
lo cree muerto.
Emilia
Pérez es una
especie de vodevil que parece rodado por Pedro Almodóvar, o por Françoise Ozon
cuando imita al manchego, en vez de por el hijo del prestigioso Michel Audiard.
La cinta (técnicamente mal rodada, por
cierto, con una fotografía infame) peca de credibilidad y abunda en impostura.
No es la primera vez que un narco mexicano se cambia por completo de identidad
para empezar una nueva vida y salvarse de sus enemigos, pero lo que no resulta
en absoluto creíble es que ese individuo sanguinario y testosterónico, que
aprieta el gatillo y siembra la violencia a su alrededor como buen psicópata, como
se presenta al protagonista Manitas, quiera convertirse en una mujer, sueñe con
esa fantasía, y encima seduzca a Epifania (Adriana Paz), viuda de una de sus
víctimas (bien asesinada, por cierto, porque era maltratador para más inri), en
uno de los episodios más sonrojantes del desopilante melodrama.
La
película del director de El profeta llega a extremos de ridiculez en su
último tramo, cuando la aparentemente sumisa esposa del trans se convierte de
pronto en una harpía y planta batalla, balacera incluida, a su antiguo esposo
ahora convertido en mujer de armas tomar que lucha por la custodia de los hijos.
Asiste uno
a este musical atónito, se pellizca uno la cara ante semejante despropósito que
obtuvo el Premio del Jurado en el último festival de Cannes (el mismo que
premió, con muy buen criterio a Anora de Sean Baker con la Palma de
Oro). El director de Los hermanos Sister se mete en el proceloso terreno
del culebrón mexicano, le pone mala música y unos cuantos números corales olvidables,
aunque bien intencionados (el que rinde homenaje a los muchos desaparecidos en
ese estado fallido que sigue siendo México), y no sale bien parado en esas más
de dos horas que se hacen interminables.
Comentarios