LITERATURA / ARDE LA NOCHE, DE SANDRA MARTÍNEZ-RAGUSO
La literatura erótica
tuvo su momento, en el mundo y en nuestro país. Los cultivadores de la
literatura galante francesa rompieron varias lanzas cabalgando sobre las grupas
del género y los títulos de sus obras no dejan lugar a dudas: Las once mil
vírgenes de Guillaume Apollinaire, Historia del ojo de Georges
Bataille, Las canciones de Bilitis de Pierre Louÿs. Claro que antes
estaba el Marqués de Sade, Bocaccio, Chaucer… y Petronio, el inventor de la
novela con El Satiricón. Y algunos pasajes del Antiguo Testamento, si me
apuran.
En España, cuando cayó la
dictadura, cayeron también muchos tabús y esa revolución sexual y de costumbres
que se inició en mayo del 68, y que llegó aquí en el 69, produjo un sinfín de
manifestaciones lúdico-contestarias que se tradujeron en performances, revistas,
películas, colecciones literarias (La Sonrisa Vertical, La fuente de jade) que
fueron zapatazos para el orden burgués establecido cuando el dictador fue
enterrado y existía una euforia vital en todo el país. Todo eso es ahora historia.
Una ola de conservadurismo y pacatería lo inunda todo e incluso, corrientes
progresistas se suben a ese carro exportado de Estados Unidos. Lo políticamente
correcto impone a algunos una autocensura.
Todo este prolegómeno
para decir que bienvenida sea la última novela de la madrileña Sandra
Martínez-Raguso Arde la noche (un título que suena a Scott Fitzgerald y
a Fernando Marías) que pone en nuestras manos la editorial Versátil y que no es
la primera incursión en el género de esta autora: ahí está El juego de
morirse, por ejemplo, o su colaboración en la antología erótica El
origen del mundo, además de la novela negra Descenso.
Lo autobiográfico se
imbrica en esta novela de sentimientos y emociones encontradas y amistades
traicionadas. El sexo, acompañando al corazón, implosiona en sus protagonistas.
Elsa, como la propia Sandra Martínez-Raguso, una de las dos voces narrativas de
Arde la noche, deja Madrid para ir a Estados Unidos, a dar clases en un
exclusivo colegio privado —Viernes, mi día favorito de la semana. Por la
mañana impartía literatura española a los seniors— que regenta su amiga
Cris, el elitista ST Andrew’s, School de la que es directora. La autora dejó su
Madrid natal para estudiar en la University at Buffalo, donde completó su
licenciatura, obtuvo un máster en literatura española y estudios de doctorado.
Noah, la otra voz narrativa de la novela, es el hijo de Elsa, un adolescente
que se adapta bien al nuevo escenario tras abandonar Madrid sin excesivos
traumas —No nos dejábamos nada en Madrid, salvo el olor a verano que
empezaba a colarse a través de las ventanas. Tenía la maleta llena de cosas sin
nombre que no escuché reconocer. Allí se quedó todo lo que fui y quise ser,
enquistado en el gotelé de las paredes de mi cuarto, junto a las figuras
bélicas sangrantes y malheridas que disputaban duelos en las imaginarias
batallas de sus relieves—, no se lleva excesivamente bien con su madre
protectora y empieza a experimentar en ese territorio de ensueño que es Estados
Unidos (o lo era antes de la llegada del Rey Naranja) sus primeras experiencias
sexuales en ese viaje iniciático en el que toca el paraíso con los dedos. A
Noah, su hijo, dedica la autora su novela.
Todo empieza con una
pérdida dolorosa, la de la madre de Elsa, y la sensación de vacío y soledad que
deja: Cuando mi madre murió, me quedé sola. Nunca me había planteado la
posibilidad de perderla. Su presencia era sólida, como una noche sin luna. El
mundo cambió de forma y color cuando tuve que enfrentarme a la soledad por
primera vez. La novela aborda la difícil relación madre/hijo, achacable a
la propia madre que habla así de su maternidad: Yo no me convertí en madre
de Noah por el hecho de albergarlo en las entrañas, solo fui un instrumento, el
recipiente que posibilitó su existencia.
Arde la noche es, sobre todo, una
novela de sentimientos amorosos en donde las pulsiones sexuales de sus actores
juegan un papel muy importante. Sandra Martínez-Raguso centra la parte de la
novela narrada por Noah en su relación con Abbie, la atractiva hija de Cris, la
amiga de su madre y directora del colegio en donde imparte clases: Abbie era
como la espuma del mar libre y salvaje, capaz de cabalgar sobre las olas y
adherirse a mi piel. Quererla significaba anhelar su boca, imaginar el embrujo
de sus manos en mi nuca. Ansiaba alcanzarla en lo más alto, conquistar la curva
de su espalda y moldear sus sueños.
Los pasajes ardientes,
valga la redundancia, de Arde la noche están tratados de forma exquisita
por su autora, jamás se deslizan hacia el terreno de la vulgaridad, sino que
captan precisamente esos instantes de éxtasis sexual del adolescente
protagonista que experimenta con su amada:
Se inclinó y sentí su aliento en el abdomen. Cerré los ojos
disfrutando de la sensación de éxtasis que recorrió todo mi cuerpo cuando fue
bajando poco a poco hasta introducir mi miembro en sus labios. La cogí
suavemente por la cabeza para marcar el ritmo. O este otro, una ducha
compartida: El agua caliente resbalaba sobre nuestros cuerpos desnudos. Su
piel ardía bajo mis labios. Le introduje dos dedos en la vagina, presionando el
clítoris con el pulgar. Abbie se apoyó contra la pared de la ducha dejándose
hacer mientras rodeaba mi pene con la mano y comenzaba a masturbarme
lentamente. Una sensualidad desbordada por las feromonas preside la
relación entre los dos adolescentes. La autora habla de olores corporales,
sabores, en sus descripciones: Abbie me esperaba la salida del vestuario.
Estaba apoyada en su coche hablando por el móvil. Me lancé a abrazarla. Olía
tan bien que mi cuerpo enloqueció cuando nos besamos. Sabía chicle de
hierbabuena y a vaselina de cereza.
Sandra Martínez-Raguso
describe muy bien ese ambiente elitista y frívolo que rodea a Cris y Elsa, las
amigas que se reencuentran en Estados Unidos: Al final escogí un vestido de
punto color beige de cuello alto con una abertura discreta en la pierna, justo
por debajo del muslo. Pensé que, si lo coordinaba con algo de bisutería dorada
y unas botas altas de cuero marrón, podría darle un toque más elegante. La
autora introduce una serie de personajes chic que parecen salidos de las
comedias de Woody Allen al que precisamente cita uno de ellos. Colt era un
gran admirador del cine de Woody Allen y me había insistido en que viera sus
películas. Ese personaje, Colt, deslumbra a Noah, no solo por su físico,
sino por su cabeza: Colt, era un intelectual, un escritor de vidas, un sabio
en un cuerpo joven. Y ahora, por fin, el mundo había empezado a descubrir su
magnetismo. Su escritura era como él. Desnuda, reflexiva, atrevida, con un
toque transgresor, irresistible.
Pero Arde la noche
es también una comedia de enredos, equívocos, como los que se suceden a partir
de un fin de semana que pasa Elsa con Bruce, el marido de Cris, por indicación
de ella misma que está inmersa en una crisis matrimonial, y lo que está a punto
de suceder puede dar al traste con la relación de esa madre expatriada con
Arthur, el hombre de sus sueños: ¿Qué pensaría Arthur de mí si supiera que
Bruce y yo casi nos acostamos juntos? Él no quería estar con alguien así. Tan
llena de dudas, tan inmoral. Una situación delicada que tensa la relación
de amistad entre las dos mujeres: Habíamos sido amigas toda la vida. No era
posible que de pronto nos convirtiéramos en dos extrañas.
Tensiones sexuales y
sentimentales entre madre e hijo, enfrentamientos generacionales, distintas
formas de vivir su sexualidad, escritas, y ahí viene el subrayado, con
exquisitez literaria en primera persona. Se le notan las tablas a Sandra
Martínez-Raguso.
LA CRÍTICA HA DICHO SOBRE “MONROVIA”
Todo es interesante —el socio sin escrúpulos, el argentino que Agustín conoce en alta mar— pero me gustaría destacar algo notable: la formidable, entregada y detallista narración de la vida en el mar, la gran descripción de una tempestad —quienes aprecian a Patrick O’Brian lo entenderán—, allí, en ese buque de nombre Nostromo, que no es que se dirija al corazón de las tinieblas: el barco mismo lo es. LILIAN NEUMAN en Culturas / La Vanguardia
Da gusto enfrascarte en una novela de aventuras en este tiempo y quedarte plenamente satisfecho del logro literario que ha conseguido su autor. Además, no es una mera novela de aventuras, es una reflexión sobre la mezquindad del ser humano, sobre la violencia, es una rabiosa denuncia de aquella África tan sometida al hombre blanco, tan estrujada por él. VÍCTOR CLAUDÍN en Aquí Madrid
El lector puede decir que tiene entre las manos una novela de aventuras y, al mismo tiempo, de crítica social, una novela de género negro porque “Monrovia” (Bohodón Ediciones, 2025), el libro número 62 —que se dice pronto— del escritor José Luis Muñoz, ambientado en la capital de Liberia, pivota entre ambos géneros. LLUNA VICENS en Entretanto Magazine
Con mayúsculas, porque Monrovia no es ninguna novela de aventuras, sino que, inspirándose en aquellas, en realidad las subvierte: la aventura deviene desventura, un infierno, un horror al que el protagonista escapa milagrosamente, un horror del que hubiera sido más que probable no haber podido escapar. LAS NUEVE MUSAS
Una obra que sigue a un personaje que al no encontrar sentido a su vida, su frustración le lleva a ser testigo de una parte horrible de la historia mundial, en un lugar del mundo donde las grandes potencias juegan a su antojo, y donde la vida de sus habitantes no vale nada, sumergiéndose en la barbarie de las tradiciones salvajes de las que, a pesar del contacto con la civilización, aún no se han desprendido.J. JAVIER ARNAU en Anika entre Libros
Monrovia es, en consecuencia, un descenso a los infiernos y un choque con la cara más oscura del ser humano tanto como una búsqueda personal y un reencuentro con uno mismo que sirve al mismo tiempo como ceremonia de autodescubrimiento, y también un viaje sin retorno que tiene tanto de exótico como de existencial. El género de aventuras se reelabora así como epopeya vital que bucea en las más oscuras ciénagas de lo humano. Y, por si ya tuviera pocas, se revela como otra gran novela de este maestro de la literatura que es José Luis Muñoz, quien nos ha obsequiado con un gran número de novelas y relatos, pero al que todavía le queda por legarnos muchas más. Monrovia es uno de los mejores ejemplos de su talento. CARLOS MANZANO en Culturamas
MONROVIA ES UN VIAJE INICIÁTICO A ESE INFIERNO QUE SIGUE SIENDO ÁFRICA
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