CINE / FERRARI, DE MICHAEL MANN
Es
el norteamericano Michael Mann (Chicago, 1943) a sus 81 años uno de esos
directores solventes que ha buceado en casi todos los géneros y nos ha ofrecido
buenas películas (El último mohicano,
Alí, Collateral, Miami Vice, Heat). No es Ferrari, su última película, un biopic del fundador del imperio
automovilístico italiano ya que se centra en un determinado período de su vida,
cuando su agitada vida sentimental (mantiene dos familias sin que su esposa
oficial lo sepa) se entrecruza con un momento delicado de su actividad
empresarial y tiene que ganar a toda costa la carrera de la Mille Miglia que
atraviesa toda Italia, pero no destaca el film por ser su mejor trabajo ya que
parece rodada con una frialdad absoluta que no está reñida con el buen oficio
que se le supone y tiene.
Ilustra Michael Mann en esta coproducción entre Estados Unidos, Reino Unido, Italia y China, el día a día de las carreras automovilísticas y de los corredores de coches que ponen en riesgo sus vidas para conseguir sus retos (quizá sobren algunos minutos de adiestramiento) e indaga en la vida personal del excorredor y empresario Enzo Ferrari (Adrian Driver), sus problemas económicos y la tormentosa relación con su esposa y socia Laura (Penélope Cruz) a la que quiso en su momento hasta que se cruzó en su camino Lina Lardi (Shailene Woodley), con la que convive y le da su único heredero ya que el hijo que tuvo con su esposa oficial murió por enfermedad y esa desgracia los cónyuges se la reprochan mutuamente.
Tiene
la película secuencias espectaculares (el dantesco accidente
extraordinariamente bien filmado que cuesta la vida a un buen número de
espectadores que salen de sus casas a ver la carrera), pero le falta corazón en
sus poco más de dos horas de proyección, quizá porque pese a las buenas
interpretaciones que los actores hacen de sus papeles (especialmente Penélope
Cruz como esposa amargada y vengativa por malquerida) en ningún momento el
espectador conecta con sus dramas personales, se mantiene ajeno a ellos por la
falta de carisma de sus personajes.
Yakutat es una población aislada de origen ruso en la Alaska profunda a la que llega de vez en cuando un barco que la comunica con el mundo civilizado. De su pasado quedan las ruinas de una industria conservera, una oficina con los cristales rotos y papeles por el suelo, un puñado de casas destartaladas y el fuselaje de un avión japonés que se estrelló durante la Segunda Guerra Mundial. En ese paraje inhóspito, duro y gélido se refugia con Shiva, una husky malamute, Ben Ferguson, un tipo solitario que parece estar huyendo de sí mismo y no se lleva muy bien con el escaso vecindario. Cuando en el mundo se produce una pandemia extraña que siembra la muerte por doquier, las relaciones entre los habitantes de esa población agónica se tensan y se desata la violencia larvada durante muchos años.
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