LITERATURA / ENTREVISTA DE GINÉS VERA SOBRE LLUVIA DE NÍQUEL PARA OCEANUM


 

GV Se reedita su novela Lluvia de níquel veinte años después de su primera publicación. Y arropada por Real Noir, la colección de novela negra dirigida por el también escritor Carlos Salem. Suena como ese tango de Gardel de que veinte años no es nada... ¿Cómo fue la propuesta del editor al respecto y qué sensaciones espera por parte de los lectores?

JLM La verdad es que me hizo muy feliz que la prestigiosa colección que dirige Carlos Salem me propusiera la reedición de Lluvia de níquel. Han pasado veinte años desde que se publicó el libro por Algaida y sin lugar a dudas va a encontrar nuevos lectores que no se hicieron con el libro en su momento o que nacieron más tarde, o cuando se publicó. Además, con la reedición, y la nueva relectura, creo que la novela ha mejorado. Es una obra claustrofóbica que transcurre buena parte de ella en los casinos de Las Vegas, una ciudad que es una ficción en medio del inhóspito desierto de Nevada, un invento genial del gangster Bugsy Siegel que tuvo esa corazonada y la disfrutó pronto porque lo asesinaron los suyos. Cuando estuve por primera vez en Las Vegas, la ciudad aún tenía un cierto aire canallesco, herencia del Rat Pack del clan Sinatra, y era un escenario perfecto para ubicar allí una historia negra que tiene mucho que ver con la obsesión por el juego y en cierta medida es un homenaje velado a El jugador, una de las novelas más personales de Fedor Dostoievski que retrata su propio infierno. Lluvia de níquel es el infierno de Mike Demon, un personaje que resucité en La frontera sur, precuela que se reeditó hace cuatro años en Estados Unidos para el público hispanoparlante en la editorial de Miami Sed. 

 


GV Hay que decir, además, que con Lluvia de níquel obtuvo el VI Premio Narrativa Francisco García Pavón, en 2003. Un premio de novela policíaca, vamos a decir modesto, pero que de algún modo incide en la calidad literaria de la obra. Con su experiencia en certámenes literarios, me pregunto qué motiva a un escritor a enviar una obra a un concurso más allá de ganarlo, incluso si de antemano puede que no las tenga todas consigo.

JLM Bueno, el premio Francisco García Pavón tiene cierto prestigio por su nómina de ganadores: el argentino Raúl Argemí, el vasco José Javier Abasolo, que falleció hace poco más de un año, y el madrileño Alberto Pasamontes entre otros. García Pavón y su policía municipal Plinio fueron muy populares en sus tiempos y en cierto modo precursores de la novela policial española. Cuando presenté la novela al concurso ya había ganado anteriormente premios importantes como el Azorín o La Sonrisa Vertical. Si me presenté a ese premio fue precisamente porque la novela era de género negro, aunque no policial. Es una novela muy psicológica que gira en torno a las obsesiones de su personaje principal, el vendedor de seguros Mike Demon que, por su profesión, pasa buena parte de su tiempo viajando por todo el territorio norteamericano y queda atrapado por Las Vegas, una ciudad que siempre había evitado, por una avería fortuita de su vehículo. En ella están elementos nucleares de la novela negra: la predeterminación, el fatalismo, la figura del perdedor y lo que por la adicción al juego, que yo contemplé en primera persona en ese viaje a Las Vegas, puede llevar al ser humano a perder su norte, que es lo que le ocurre al bueno de Demon.

 


GV En el centro de historia, encontramos al vendedor de seguros Mike Demon. Un personaje con sus manías y contradicciones. Curiosamente, por su trabajo se pasa la vida en la carretera, en movimiento. Y, más curiosamente, descubrimos pronto que odia el juego por razones familiares. Pero esto cambia, siente una llamada, poco espiritual, obviamente. Quizá la tentación está a la vuelta de la esquina, no sé si esa podría ser una de las reflexiones de esta lectura. Háblenos de ese giro de guion crucial en la novela.

JLM Mike Demon es un personaje peculiar pero que responde a un cierto estereotipo que se da en la sociedad norteamericana con cierta frecuencia. Familia estrictamente religiosa, padre severo que acaba volándose la cabeza y pulsiones sexuales fuera del matrimonio. Es un tipo que tiene una doble vida; por una parte, cuando esta en su casa, padre de familia y marido ejemplar, y por la otra, cuando está viajando, personaje ciertamente siniestro. Siempre digo que somos duales, que podemos ser muy buenos y en determinadas circunstancias dejar que el mal anide en nosotros. No es casual que se llame Demon: demonio. Es un tipo frío, calculador, que evita Las Vegas por la sencilla razón de que su padre se perdió en esa ciudad. Lo religioso, el complejo de culpa, el pecado, tiene importancia en la novela que se abre con una cita de la Biblia, del Antiguo Testamento, que hace referencia a la ramera de Babilonia. En cierto modo, Las Vegas, una ciudad permisiva en cuanto al sexo, el juego y el alcohol, frente al resto de Estados Unidos que pone muchas pegas a las conductas laxas moralmente hablando, es una especie de Babilonia. Así lo entendió la editorial francesa Actes Sud que en Francia publicó la novela con el título de Babylone Vegas. Como curiosidad diré que antes de la novela hubo un artículo extenso sobre la ciudad que se publicó en El Periódico y un sensacional reportaje sobre la ciudad, por las fotos de Helmut Newton, uno de mis fotógrafos de cabecera, que yo acompañé con un texto en la revista GQ en donde por entonces colaboraba. Fue después de ese artículo y de ese reportaje que me planteé escribir Lluvia de níquel.

 


GV Lluvia de níquel es un viaje narrativo en algo más de trescientas páginas con numerosas estaciones. Me refiero a que la ha vertebrado en sesenta y cuatro capítulos, algunos de apenas un par de páginas, quizá para que se lea como una crónica, una invitación a la reflexión, bajo el hipnotismo de las luces de la ciudad que nunca duerme, y no es New York, sino Las Vegas.

JLM Son dos ciudades noctámbulas, la noche forma parte de su ADN. Los capítulos son muy cortos, y el estilo es lacónico, descriptivo pero sin alharacas, cortante. Quiero, como en casi todas mis novelas, trasladar al lector al escenario en donde suceden. Quiero creer que es algo que casi siempre consigo. Así es que el lector tendrá sed de alcohol, de juego, y sufrirá desorientación temporal porque los casinos son espacios cerrados en donde una vez que se entra en ellos no es fácil encontrar la salida y no hay ni una sola ventana para saber si es de día o de noche. Los jugadores en Las Vegas sufren alteración del sueño, comen mientras están jugando, beben más de la cuenta, porque el alcohol es gratuito mientras permanezcas enganchado a una máquina, apenas duermen o lo hacen a deshoras. Hay parejas que van a Las Vegas en avión y solo coinciden en el viaje de vuelta. Todo en la ciudad es una impostura, un decorado kitchs de muy dudoso gusto, empezando por esas bodas relámpago que no suelen durar mucho tiempo. Los casinos, como se describen en la novela, son también hoteles y sus dimensiones son inmensas, hasta el punto de que en algunos hay trenes interiores para trasladarse de una punta a otra. Estamos hablando de edificios que a lo mejor tienen más de mil habitaciones. Y los visitantes de Las Vegas acuden a la ciudad a jugar, a beber y a contratar servicios de prostitución. Dentro de la puritana sociedad norteamericana, Las Vegas es una válvula de escape controlada que produce millones de dólares por segundo. En las mesillas de noche de los hoteles el huésped encuentra el Antiguo Testamento y una lista de servicios de prostitución a la carta. La locura norteamericana.

 

GV El título, Lluvia de níquel, hace referencia al momento en el que las monedas caen por la boca de las máquinas tragaperras. Ese momento dulce y ansiado por los jugadores, fascinación acústica, también visual, de un negocio que atrae, atrapa y crea adicción. Creo que uno de los grandes temas de su novela tiene que ver con ello, con la destrucción personal por el juego, el descenso a los infiernos, la manipulación a la que nos someten quienes estudian las pasiones humanas e incluso la doble moral de la sociedad norteamericana. ¿Es así?

JLM La lluvia de níquel que me fascinó cuando entraba en los casinos, ese ruido de las monedas cayendo en cascada cuando un iluso jugador ganaba, ahora ya es historia. Me parece que ahora despluman a los jugadores insertando directamente la tarjeta de crédito en las máquinas, así es que se ha perdido ese sonido hipnótico. Como bien dice, mi protagonista desciende a los infiernos literalmente cuando queda atrapado en la ciudad de Las Vegas y no consigue salir de ella, una telaraña de la que no puede soltarse. Tiene que ver un poco con lo que ocurría a los personajes de El ángel exterminador de Luis Buñuel que no conseguían sobrepasar la puerta abierta del comedor en donde estaban encerrados. En Las Vegas se produce un número considerable de suicidios. Hay quien pierde todos sus ahorros, hipoteca sus casas en su locura lúdica esperando que le cambie la suerte o rifa a su cónyuge para saldar una deuda. El juego puede ser tan malo como el alcohol o la heroína, afecta a la mente y al comportamiento. Mike Demon se cree indemne a esa llamada, lucha contra ella, pero esta predeterminado a sucumbir por la fatalidad.

 


GV Bajo mi opinión, creo que hay algo de tributo o reconocimiento a otros escritores en su novela. Quizá a los maestros del género negro norteamericano que supieron retratar con mordacidad y buena dosis de crítica social lo que por ejemplo también reflejó Dostoievski en su novela El jugador.

JLM Ya le he contestado esa pregunta antes, precisamente. Pues sí, hay una evidente influencia de El jugador y Dostoievski explica de forma magistral en esa novela su adicción al juego, gracias al cual le debemos muchas de sus buenas novelas que escribió para saldar deudas. Lluvia de níquel está escrita como si el autor fuera un yanqui. Y en cierto modo lo es. Yo soy camaleónico en mis narraciones, especialmente en todas las que tienen como escenario los Estados Unidos porque es un país que conozco bastante por mis vínculos familiares y los numerosos viajes que he realizado, y soy un devoto de los grandes narradores norteamericanos, de Jim Thompson, sobre todo, pero también de Hubert J. Selby o de Mac Bhem, de William Faulkner o de John Steinbeck. Estados Unidos es una fuente de inspiración permanente y creo que he ambientado en ese país siete novelas, porque la próxima también transcurre allí. Me atrae el país literariamente por su complejidad humana, por esa sensación de desarraigo profundo que advierto sobre todo en esa América profunda dejada de la mano de Dios, trumpista, racista y violenta heredera de los primeros colonos que se hicieron con el territorio a sangre y fuego.

 


GV  Aprovechando la temática de Lluvia de níquel, los temas que por ella transitan y, sobre todo, esa búsqueda del placer individual en las máquinas querría preguntarle por el soma moderno (me permito un humilde guiño a Orwell), por las redes sociales. Por cómo la juventud (aunque no solo esta) se ve atrapada en las redes de empresas de juegos online. Cuando no, ubicando casas de apuestas en las proximidades de centros escolares. (Por ejemplo, más de la mitad de las casas de apuestas, en la ciudad de Valencia, están cerca de colegios e institutos).

JLM Jugar online, desde casa, tiene mucho de onanismo. Hacerlo desde un casino es diferente. El jugador interactúa con el vecino como sucede en algunos capítulos de Lluvia de níquel, capta las ondas de esa tensión de miles de personas hipnotizadas por las máquinas, se retroalimenta de los éxitos. Poner centros de apuestas cerca de los centros escolares es aberrante, pero también lo es la publicidad dirigida al público infantil en las televisiones que condiciona sus gustos hacia determinados juguetes. Estamos hablando de manipulación. En el fondo las drogas, el alcohol, el juego, son vehículos escapistas para que el individuo se aliene y no piense en el mundo en el que está y no lo quiera cambiar.





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