LA PELÍCULA

CHICO Y RITA Fernando Trueba y Javier Mariscal Se tiende a identificar la animación con el público infantil y juvenil, pero comienzan a haber ejemplos de que se pueden hacer dibujos animados para un público adulto, y ahí están las películas como Vals con Bashir del israelí Ari Folman, Persépolis de la iraní Marjan Satrapí, Renaissance del francés Christian Volckman, o Un perro llamado Dolor del multidisciplinar Luis Eduardo Aute. Chico y Rita es una maravillosa demostración de cómo el cine de animación puede llegar al público adulto y hacerle soñar exactamente igual a cómo lo hacen los buenos dibujos animados al sector infantil de los espectadores. Y para ello el tándem formado por Trueba y Mariscal se ciñen a una trama argumental dentro del más puro clasicismo romántico, heredera de las grandes historias de amor de la época dorada de Hollywood, en su modalidad de encuentros y desencuentros que duran toda una vida. Chico es un virtuoso pianista que toca en los garitos de La Habana cuando la isla es casi una colonia de Estados Unidos. En una audición conoce a Rita Labelle, una hermosa y sensual cantante mulata de bellos ojos rasgados y sinuosa figura. Con ella, un amor a primera vista, tiene un primer encuentro que se frustra, al poco tiempo, por los celos y la presencia de otras mujeres en la vida de Chico. A Rita Cuba pronto se le queda pequeña y emigra a Nueva York en brazos de un acaudalado promotor norteamericano. Hasta la ciudad de los rascacielos la sigue un enamorado Chico que comprende que ella es la mujer de su vida. Se vuelven a encontrar, y separar, y reencontrar y separar de nuevo, hasta reencontrase, definitivamente, en el ocaso de sus vidas. Con este entramado sentimental, muy acorde con la vida cotidiana del cubano de a pie, enamoradizo, fantasioso y sensual, manejando a conciencia los tópicos isleños, Trueba y Mariscal construyen una fantástica película de animación que entra por los ojos – magníficos los dibujos del padre de Coby, consumado creador de comics, antesala del cine de animación, que recrea La Habana y Nueva York y consigue enternecedores dibujos de Chico y Rita, tan humanos y destilando tantas emociones por sus poros como si fueran de carne y hueso – y por los oídos gracias a las buenas dosis de música latina gentileza del gran Bebo Valdés, y con todo ello el espectáculo está asegurado. Hay buenos planos cinematográficos, como trepidantes persecuciones en coche, tiroteos, hay escenas de cama, rodadas y dibujadas con exquisita sensualidad, homenajes a la meca del cine con la recreación de secuencias, vía Mariscal, de New York, New York y Cantando bajo la lluvia de Stanley Donnen, y cameos divertidos de Fred Astaire, Humphrey Bogart, Marlon Brando, entre otros, hábilmente dibujados por el genio valenciano. Una película casi redonda en su género a la que solo le pondría una pega: el proceso de animación de los dibujos no está a la altura de la calidad media del producto. José Luis Muñoz

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