CINE / CORAZÓN SILENCIOSO

CORAZÓN SILENCIOSO
Bille August

Corazón silencioso se estrena casi un año después de su pase por el festival de San Sebastián. No es Bille August (Virum, 1948) un realizador fiable al cien por cien aunque haya ganado en dos ocasiones la Palma de Oro del Festival de Cannes y tenga el empaque de director serio. ¿Quién, aparte de Stanley Kubrick o John Ford, lo es? Lo cierto es que el danés más internacional, con permiso del terrorista y dogmático Lars Von Trier, suele acertar cuando juega en tierra propia y fracasar cuando lo hace en tierra extraña. Verbigracia de lo segundo, Último tren a Lisboa, bastante horrible;  salvable La casa de los espíritus, frente a Smilla, y, sobre todo, Pelle el conquistador, Palma de Oro y Óscar a la mejor película extranjera, y Las mejores intenciones, que también triunfó en Cannes.

De quien se postulaba como heredero de Ingmar Bergman, o lo postulaban (Las mejores intenciones, con guión del propio gran maestro sueco, era un retrato de sus padres), nos llega esta pieza de cámara que parece un guión del realizador de El séptimo sello y aborda con serenidad pasmosa, muy nórdica, el tema de la eutanasia.
Esther (Ghita Norby), una octogenaria que padece una enfermedad degenerativa irreversible, decide reunir por última vez a su familia y a una amiga muy querida antes de suicidarse asistida por su marido Poul (Morten Grunwald, con un gran parecido con Erland Josephson), médico. Entre las cuatro paredes de una hermosa casa, lindante con un lago, se desarrolla esta ceremonia de despedida en la que chocan los caracteres disímiles de las dos hermanas, Heidi (Papikra Steen), muy segura de sí misma, y la otra, Sanne (Danica Curcic), en permanente depresión, y surge entre ellas una absurda sospecha que la madre desmiente.

Bille August conduce este guión férreo, sin demasiados alardes, hasta ese final anunciado y se sirve de un buen plantel de actores y un control de emociones que podrían aflorar muy fácilmente por el tema de la película. Una última comida, una última cena, un último desayuno que aceptan los familiares, no sin fisuras, y que rompe el director danés en una sesión de coloque colectivo vía porro guiada por el novio asocial de la hermana menor en uno de esos momentos de distensión que se agradecen.


Corazón silencioso es una película bien construida e interpretada, rodada en un único escenario, pero que tiene un aire excesivamente canónico, no corre apenas riesgos. Bille August aborda con naturalidad el tema de la eutanasia en un cuadro familiar en donde reina la contención de los sentimientos y nadie vierte una lágrima; en manos de un mediterráneo, el film se habría convertido en drama tremendo. 

Publicado en Revista Tarántula, El Cotidiano y El Destilador Cultural

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