CINE / EL JUEZ, DE CHRISTIAN VINCENT
EL JUEZ
Christian Vincent
Nada
que ver este El juez con una trama
negra subgénero procesal, que tan bien dominan los norteamericanos, aunque la
mayor parte de sus 98 minutos transcurran dentro de una sala judicial y un
jurado popular deba dilucidar sobre si un padre mató a su bebé a patadas o éste
murió accidentalmente. El frío y escrupuloso juez Michel Racine (Fabrice Luchini), con fama de duro,
preside un tribunal de lo penal. Tras muchos años de matrimonio, su señoría se
está separando amistosamente de su mujer. El juicio parece ser una rutina más
en la vida de este juez desencantado y de vuelta de todo hasta que descubre,
entre los miembros del jurado popular, a Ditte Lorensen-Coteret (Sidse Babett Knudsen), la enfermera de
origen danés que lo cuidó en un hospital en el pasado, cuando tuvo un grave
problema de salud, y de la que se quedó prendado. El juez, sibilinamente, y a
escondidas, porque toda relación con el jurado está prohibida mientras dure el
juicio, da los pasos para entablar una relación con esa mujer de la que guarda
un recuerdo muy simple: su tacto cuando le cogía la mano en la cama del
hospital para infundirle ánimo.
El
principal problema de El juez es el
abuso de la sutileza. Tanta sutileza exhibe el film de Christian Vincent, que, tras sus 98 minutos, no sucede nada
mínimamente destacable. Ese amor platónico entre dos seres maduros, cuya única
transgresión es que toman café a escondidas, se me antoja insulso como comedia
sentimental y carente de conflicto como drama. El festival de Venecia premió a Fabrice Luchini por su interpretación y
el no guión de la película que firmaba el propio director. Hay veces que el
cine francés es absolutamente vacuo y prescindible. El juez es una de esas películas. Simplemente nada.
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