SOCIEDAD / LOS PALADINES DEL REY


LOS PALADINES

DEL REY

 

Mientras nuestro rey emérito revela el destino de su exilio (Abu Dabi, Emiratos Árabes, país que, como los de su entorno, se caracteriza por el respeto a los derechos humanos), alojado, al parecer, en la suite de un hotel de lujo a 10.000 dólares la noche (uno se pregunta qué entra en ese precio aparte del desayuno con Möet Chandon y caviar ruso de beluga) como pago en especias, supone uno, mal pensado que es (se acabó eso de ingresar las comisiones en sociedades pantalla ubicadas en las islas Caimán, que todo se sabe), le han salido en el reino que deja en su estampida 70 paladines que juran batirse por su honor y han firmado un manifiesto en toda regla agradeciendo al monarca su papel en la restauración democrática de este país.

 

No le voy a negar al emérito ese mérito que le asignan. Seguro que es bien merecido. Entre él y Adolfo Suárez hicieron un verdadero encaje de bolillos para que las cortes franquistas se suicidaran, aparentemente, pero echo mano del gatopardiano  Giuseppe Tomasi de Lampedusa y su frase Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie para desinflar ese suflé de gloria patria. Pues eso fue lo que pasó. Hubo cambios de chaqueta, camisa y maquillaje, y a los que no les iba la cosmética les pasó por encima la apisonadora de la historia.

 

Los paladines de ese manifiesto, entre los que se encuentra en buena compañía el lenguaraz Alfonso Guerra que comparte folio con Rodolfo Martín Villa y un buen puñado de ministros del PSOE y PP, pasan por alto las zonas oscuras del monarca (una lista de posibles delitos cometidos) con el argumento de la presunción de inocencia. El melifluo Francisco Marhuenda, defensor de causas perdidas (todo aquel sobre el que jura su inocencia acaba siempre entre rejas) dejó días atrás la perla de que el Emérito, pobre, no se podía defender de tanta calumnia: por eso se ha fugado en vez de dar públicas explicaciones.

 

No sé si el exilio de este personaje de la farándula, que fue jefe de estado, será dorado. Seguramente habrá mucho oro (grifería, por lo menos) en la suite en la que sus amigos íntimos que rezan a la Meca lo han instalado a cuerpo de rey; ni si será feliz alejado de los suyos, en el caso de que los tenga a estas alturas de la telenovela. Podría sorprendernos próximamente si lo vemos con atuendo de Lawrence de Arabia, rezando a la Meca o arabizando su nombre. Todo puede pasar en este esperpento que nos entretiene el verano.


EL MAL ABSOLUTO / RESEÑADOS

Algunos descubrimos los campos de concentración nazis a través de aquel pavoroso libro llamado Deportación. Más tarde tuvimos ocasión de leer el best seller de Gerald Green, Holocausto que, posteriormente, se convirtió en serie televisiva con gran éxito en los años 70. Todos comprobamos la eficacia alemana en la maquinaria de exterminio tanto como en la maquinaria de guerra - ver Las armas secretas alemanas de Briand Ford-.

El mal absoluto de José Luis Muñoz habla del holocausto y de los campos de exterminio, aunque la acción del libro se desarrolla mucho después. Aprovechando la celebración del aniversario de la liberación de Auschwitz un equipo de la televisión alemana ZDF entrevista a un oficial de la SS, Günter Meissner, que estuvo allí tras ser herido en el frente ruso. Lejos de arrepentirse de sus actos, lo que hace es enorgullecerse y justificar lo que pasó basándose en el momento histórico y en el ascenso al poder de Hitler. Como contrapunto a este personaje, la televisión también entrevista a Yehuda Weiss que coincidió allí, en Auschwitz, como víctima. La narración continúa en un extraño juego en el que los papeles de víctima y verdugo tienden al final a intercambiarse en un original juego de espejos.

Pese a que la trama de la novela no es excesivamente complicada, el punto fuerte de la misma es lo real y bien trazados que están los perfiles psicológicos de ambos personajes: Günter Meissner y Yehuda Weiss.

El autor ha tenido que estudiar bien algunos aspectos de la vida en Auschwitz, sin embargo utiliza a la perfección ese material en el punto justo para no aburrir, poniendo la información en boca de los personajes en lugar de dejarla en manos del narrador que hubiera sido más fácil.

Ya había tenido ocasión de leer a José Luis Muñoz en una obra posterior, La frontera sur. En el caso de El mal absoluto el conflicto se sitúa en primer plano, como si el pasado retornara, como si se hubiera cerrado en falso. Y J.L Muñoz pone en boca de Yehuda Weiss y de la entrevistadora, Eva Steiger, la denuncia de los juicios de Nuremberg. Se pregunta cuántos de los que intervinieron en el exterminio nunca fueron juzgados. Günter Meissner fue uno de ellos.

Otro de los aspectos a destacar por el que sobrevuela el libro son los experimentos con prisiones que se llevaron a cabo. Ya tuve la ocasión de reseñar un libro en el que se hablaba de experimentos médicos en campos de concetración con detalle -Doctores del infierno de Vivien Spitz-. José Luis Muñoz a través de sus personajes narra algunos de estos experimentos.

En general podemos pensar que el tema de los campos de exterminio ya ha sido ampliamente tocado en la literatura y en el cine. Sin embargo, José Luis Muñoz tiene la habilidad de narrar los sucesos fuera de ese tiempo histórico, basando el nudo narrativo en la acción-reacción de los personajes y acercándose más a una novela psicológica.

El mal absoluto fue premiado con el XI Premio de novela Ciudad de Badajoz.

                                                                                                                                                     Luis Vea

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