CINE / KIM KI-DUK, EL COREANO MALDITO
KIM KI-DUK
Kim Ki-duk (Boghwa 1960/ Riga 2020) es la enésima víctima en lo que llevamos de año del maldito Covid 19 que golpea muy especialmente al mundo de la cultura. Pérdida irreparable la de este director controvertido e incómodo que puso al cine de Corea del Sur, en donde no se podían ver algunos de sus films, en el mapa del olimpo cinematográfico compitiendo con el cine nipón, actualmente en retirada después de su Siglo de Oro, y el potente chino.
Las
películas del director coreano, muerto a los 59 años y a un paso de alcanzar
los 60, es decir, en la plenitud de su creatividad artística, serán recordadas
por esa amalgama de sexo y violencia, presente en casi todas ellas, que, sin
embargo, y ahí la paradoja, estaba envuelto en un halo profundamente poético.
El surcoreano despertaba pasiones encontradas entre los que lo consideraban un
escandaloso provocador, rayano con el mal gusto, y los que veían en él a un
creador cuyas obras estaban por encima del mal y del bien y le daba patadas en
la espinilla a la corrección política. Kim Ki-duk era capaz de herirnos
con alguna de sus imágenes (ese anzuelo que se incrusta en la vagina de la
prostituta del lago de La isla, una de sus películas más turbadoras,
imagen a la altura del ojo sajado por una navaja de El perro andaluz del
binomio Luis Buñuel / Salvador Dalí), que hacía que cerráramos
los ojos, y subyugarnos con historias de amores extremos que podría haber
filmado perfectamente el Nagisha Oshima de El imperio de los sentidos.
Kim
Ki-duk era
dueño de un universo poético inconfundible que estaba muy presente, en La
isla, también en Hierro 3 y, en menor medida, en Primavera,
verano, otoño, invierno... y primavera, la menos hiriente de sus películas,
la más digerible por el gran público. El surcoreano rodó un sinfín de
películas, todas con su sello provocador y marcadas por una fijación sexo/ religión/ violencia (no hay que
olvidar que, además de haber sido marine en su juventud, alcanzando el grado de
sargento, estudió para ser pastor protestante), fue cineasta de festivales con Domicilio
desconocido, Samaritan girl, Arirang, Moebius y Pietá,
films que tanto provocaban rechazo como admiración y podrían darle entrada en
el club de los surrealistas, y estuvo en el ojo del huracán por denuncias de
abusos sexuales y físicos de algunas de las actrices que habían trabajado a sus
órdenes.
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