EL LARGO ADIÓS

PAUL NEWMAN
Con la muerte de Paul Newman, cuya vida se fue apagando paulatinamente ¿quién nos queda? Pues nadie, realmente. Estoy hablando de los actores de una época dorada que marcaron mi infancia y juventud, de los que nos hicieron soñar con su fotogenia indudable, con su apostura y buen hacer. Paul Newman ─ como Gregory Peck, otro de mis ídolos─ era hombre de una pieza. Discreto hasta en su vida sentimental ─ casi una mujer para toda una vida: Joanne Woodward─ este sujeto medio indio─ Nuevo Hombre─ cuya belleza recuerda la de otra medio india, Kim Bassinger, encarnaba en la pantalla a tipos rectos de una moralidad intachable, alter egos sin duda. Ninguneado por los miembros de la acdemia, que le dieron el oscar por su peor película, EL COLOR DEL DINERO, que también era la peor rodada por Martin Scorsese, interpretó papeles hasta una edad madura, tipos desencantados de la vida y de vuelta de todo, hasta que se metió en el negocio de las salsas y en fundaciones contra la drogadicción en memoria de su hijo fallecido por sobredosis. De sus películas, además de LA GATA SOBRE EL TEJADO DE CINC, me quedo con un western en blanco y negro firmado por Martin Ritt, CUATRO CONFESIONES, quizá porque su personaje era oscuro y malévolo, un personaje que repitió en algunas películas, Harper, y tres escenas memorables; una en DOS HOMBRES Y UN DESTINO, de George Roy Hill, cuando con su colega Robert Redford, que le confiesa no sabe nadar, se precipita desde lo alto de un risco al río; dos, en EXODO de Otto Preminger, cuando el improbable sionista que interpreta desafía a Peter Lawford, que dice oler a los judíos de lejos, que investigue dentro de su ojo azul porque se le ha metido un granito de arena. Tres, tragando una sobredosis de huevos duros en LA LEYENDA DEL INDOMABLE de Stuart Rosemberg. Durante una época lo confundía con Marlos Brando; hubo algo familiar en sus rostros, una belleza exótica común, pero Brando era bronco, díscolo, huraño, y Newman, radical, sin perder nunca la compostura.

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