LA NOVELA
-¿Cómo surgió el enfoque del Holocausto que nos relatas?
-El tema del Holocausto, podemos decir, que me había seducido, literariamente, cuando tenía apenas 12 años y escribí una novela que se titulaba AUSCHWICZ. EL MAL ABSOLUTO vino determinada por un programa de la BBC que visioné y me impactó, más allá de todo lo que había visto y leído sobre los horrores del nazismo. En ese programa, que se filmó en el 50 aniversario de la liberación del campo de exterminio nazi por el Ejército Rojo, se confrontaban entrevistas de verdugos y víctimas. Quise escribir una novela muy próxima a esos hechos que la determinaron, por eso EL MAL ABSOLUTO tiene una estructura claramente periodística, y el hilo conductor es esa joven de la nueva Alemania, Eva Steiger, que descubre los horrores de la vieja Alemania al entrevistar a dos supervivientes del horror y comprobar, luego, que de ese horror, de sus implicaciones morales, no se salva ni su propio padre. Creo que EL MAL ABSOLUTO conjuga una serie de géneros, la novela de investigación periodística, la novela histórica, el trhiller, el género negro, la novela psicológica, es la suma de todas ellas.
-¿Se puede pedir explicaciones más allá de Hitler, quizás a los alemanes en general?
-Bueno, esa es una de las falacias que me apetecía mucho derribar, la de que los grandes hechos criminales de la historia, y el Holocausto es sin duda el mayor, EL MAL ABSOLUTO, se imputen a la élite dirigente y se exonere de ellos a los pueblos que hicieron posible que esos políticos marcaran la deriva de sus países. Hay una teoría, cada vez más cuestionada, que achaca los males de ese oscuro periodo de la historia a una secta satánica y a un loco. El nazismo tenía una base social; los nazis llegaron al poder por las urnas; el pueblo alemán secundó, con euforia, la brutal política de expansión militar de su país; los alemanes, mayoritariamente, miraron hacia otro lado o colaboraron en la persecución de los judíos o, cuando no, no la evitaron. Hubo excepciones, claro, heroicas excepciones que acabaron en los campos de exterminio. Pero eso de que había una ignorancia acerca de lo que estaba sucediendo con los judíos es una falacia enorme. Los campos de exterminio estaban próximos a poblaciones, el hedor de la carne quemada se extendía a cientos de kilómetros a la redonda. Un asesinato masivo de más de veinte millones de personas, la tercera parte de todas las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, no se puede ocultar, incluso los aliados sabían lo que ocurría y no fue una prioridad liberar esos centros de muerte espantosa.
-¿Cómo te documentaste sobre el campo de concentración y la labor de ambos protagonistas?
─Los protagonistas de mi historia, Gunter Meissner y Yehuda Weiss estaban allí, en el documental de la BBC; el nazi orgulloso, elegante, seguro de si mismo, sin rectificar una coma de su conducta asesina; el judío muerto en vida, hundido en la miseria, con problemas morales por haber sobrevivido, avergonzado. La novela fue una forma de hacer justicia literaria en el tiempo. Documentarme, más que laborioso, fue doloroso. Había leído muchos libros sobre el tema, visto muchas películas, especialmente una, “La zona gris” que me impactó muchísimo, porque refleja la vida cotidiana en un campo de exterminio y pone los pelos de punta. Y había leído a Primo Levi que da una visión de espantoso color gris del horror cotidiano. Luego visioné muchísimas fotos, miles de ellas, y finalmente me trasladé, mentalmente, al campo de exterminio, a la época, me metí en los barracones y aspiré el ambiente. El escritor, para dar credibilidad a lo que escribe, debe, de alguna forma, vivirlo. Eso hice yo, literariamente: vivir esa experiencia horrorosa y algo más terrible todavía, meterme en la mente del verdugo, comprender sus razones, porque tenía sus razones para obrar así, no era un loco, y lo que yo tenía muy claro, al escribir la novela, era huir del maniqueísmo, pintar a uno muy bueno y a otro muy malo. De todo lo que leí, de las muchas aberraciones que pasaron por mis manos, la peor, sin duda, fue el saber que las enfermeras del campo de exterminio de Auschwicz ahogaban en barreños de agua helada a los recién nacidos judíos ante la mirada horrorizada de sus madres.
-El holocausto alemán fue diferente ¿Qué circunstancias o motivos hicieron que el pueblo judío no se revelara contra los alemanes y sucumbieran a tal deshumanización?
─Es una pregunta que nos hacemos, pero forma parte del comportamiento humano. Parecía existir un cierto conformismo, un engaño colectivo, de que no serían capaces los nazis de hacer con ellos lo que hicieron, de que las condiciones cada vez eran peores, pero no se atreverían a dar el paso de la solución final, que se librarían, que era cuestión de resistir, y en los campos de exterminio, por sobrevivir, se hacía cualquier cosa, como colaborar con los verdugos, algo que hace el protagonista judío de mi novela. Hubo algún motín, excepciones, como la sublevación del gueto de Varsovia, o un alzamiento en Auschwicz que relato, pero fueron estallidos insignificantes.
-¿Cuál puede ser la razón de humanización del alemán respecto de su nieto?
─Ahí, en ese momento, cuando ve que la vida de quién es sangre de su sangre, peligra por su propia ideología, es cuando su esquemas se tambalean. La venganza es muy maquiavélica. Si se lleva a cabo sufrirá el odio y desprecio de los suyos que ya empiezan a juzgarlo por haber desenterrado el pasado en la entrevista en la televisión pública alemana.
-¿Cómo crees que hubiera sido si hubieran ganado la guerra? ¿Qué consecuencias crees que hubiera tenido?
─Pues que no se habría hablado del Holocausto más que como un accidente de la historia y se habrían pedido explicaciones a los aliados por los bombardeos de Dresde, por ejemplo, o las bombas de Hiroshima y Nagasaki. La historia la escriben siempre los vencedores. No hay ética posible en los acontecimientos históricos, sino imposición brutal. La historia de la humanidad, de cada país, es un reguero de sangre que no cesa.
-Ha resurgido últimamente la novela sobre el nazismo ¿crees que es parte del inconsciente colectivo que se ha puesto en marcha por el resurgimiento de un brote con características similares?
─El tema nazismo siempre estuvo de moda. Es algo que seduce y horroriza, a lo que nos acercamos con cierto morbo, porque, lo más terrible, es que en esa espantosa carnicería participaron gente más o menos normal, que los que asesinaban niños a sangre fría tenían niños en sus casas a los que acariciaban con las mismas manos que instantes antes habían segado una vida inocente. Imagino que saber cómo el hombre es capaz de llegar a esos límites de maldad absoluta es algo que fascina.
-¿Crees que el gobierno de Israel se ha convertido de maltratado en maltratador, en relación con su aniquilación de los palestinos?
─El maltratado, cuando llega a la edad adulta, se convierte, a su vez, en maltratador. El estado de Israel se construyó a bombazos, y algunos de esos terroristas que segaron vidas de inocentes, como Menahen Begin, medraron luego en los estamentos más altos de la política israelita. Lo que hace Israel con los palestinos es inadmisible, pero sin embargo es la norma de conducta que rige en este mundo que nos hemos fabricado: no hay más razón que la fuerza. Tenemos muy enraizadas las leyes de la naturaleza.
-¿Cómo ves la reflexión de que Estados Unidos e Israel utilicen a la Unión Europea como sonderkomando para repetir la historia sobre los musulmanes en esta ocasión?
─La Unión Europea estoy empezando a creer que es una entelequia que, en cualquier momento, caerá. Es un sueño, un ideal, pero no puede mantenerse por mucho tiempo, rodeada, como está, de tensión y miseria. La caída del Muro de Berlín y la adscripción de casi todos los países de la Europa del Este al bando norteamericano, ha desestabilizado los principios de la Unión. Estados Unidos cuenta con una serie de caballos de Troya bien incrustados en la Unión. Europa tiene ante si el desafío de gestionar la presión que hay en sus fronteras, de asimilar a los miles de emigrantes que acuden a ella cegados por un sueño de bienestar que ya no lo es, con el agravante de que entre esos millones de nuevos europeos estén elementos que vayan a desestabilizar el continente, y que no tienen prisa en hacerlo. Además el peso de Europa es puramente intelectual, mientras no tenga un ejército realmente operativo, y sus únicas armas disuasorias son los comunicados que caen en el vacío. Hay un acercamiento al fascismo que preocupa, que empieza a darse, por ejemplo, en Italia con mucha fuerza, y ante el que la izquierda permanece de brazos cruzados. La situación se puede agravar, y mucho, cuando avance la crisis económica y los millones de desplazados que hay en la Unión Europeo se queden sin trabajo y sin recursos. ¿Qué hacer?
-Entretener a los gobiernos europeos con elecciones cuyos resultados abocan, de un modo u otro, a un consumismo extremo y manipulador ¿podría ser un caldo de cultivo para el levantamiento de un poder cuasi-mundial contra los musulmanes que, como inferiores -sus creencias-, deben ser aniquilados para el asentamiento de un pueblo más avanzado?
─En los próximos decenios asistiremos a la debacle del Imperio Americano que no sé cómo se mantiene en pie después de la guerra de Irak. La deuda externa de Estados Unidos es tan inmensa que uno se pierde cuando lee las cifras del dinero que se está tirando por la borda y que podría redundar en ayudas sociales para su población, que tanto los necesita en materia de sanidad, por ejemplo. Se lucran, eso sí, algunos particulares, que eran los que propiciaron esa invasión escandalosa, y desde un punto de vista empresarial la idea es buena, se gastan recursos públicos de los contribuyentes y se anotan los beneficios en las empresas privadas. Parece el timo de toco mocho, pero funciona y es aceptado. No hay en Europa un punto de vista único sobre el mundo árabe, y una política inteligente tendría que ir por consolidar la democracia en países que no la tienen y esperar pacientemente a que esas poblaciones hagan su propio proceso evolutivo del teocratismo en el que se mueven a la democracia laica que les permitirá evolucionar. He estado, hace muy pocos días, en la India y el espectáculo es sencillamente desolador, las condiciones de vida, insoportables, y hablamos de una potencia nuclear, tecnológica, informática pero cuya vida cotidiana parece anclada en la Edad Media. El mundo es muy complicado y tiene difícil arreglo, pero siempre fue así. Pero la incógnita del futuro es China, la potencia que tomará el relevo a Estados Unidos.
Las imagenes que ilustran este entrevista son cuadros de Zoran Music, un extraordinario pintor que sobrevivió al Holocausto y captó todo su horror.
El mal absoluto
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