LA PELÍCULA

CHE, EL ARGENTINO
Steven Sodebergh
Despertando una lógica expectación se estrena la primera parte del díptico que Steven Sodebergh ha realizado sobre la figura de Che Guevara, un personaje que, cinematográficamente, ha tenido muy poca fortuna (recordemos las interpretaciones que tuvo a cargo de Omar Shariff en una terrible película de Richard Fleisher, o la de Paco Rabal, que era más de lo mismo; se salva, honrosamente, VIAJES EN MOTOCICLETA, sobre su juventud prerevolucionaria). Quien espere ver la luz sobre las causas de la revolución cubana ─ en una simple comida, presidida por Fidel Castro, se organiza la guerrilla sin muchos posicionamientos ideologicos ─ o un acercamiento a la controvertida figura de Che Guevara, el
icono revolucionario por excelencia del siglo pasado, sufrirá una enorme decepción, porque nada aclara Sodebergh acerca de los lógicos conflictos que tendría el revolucionario argentino al abandonar su holgada vida y empuñar las armas en la Sierra Maestra, ni vemos esa faceta humana y apasionada que caracterizó al personaje. Falla en la película el frío tratamiento que imprime el director, en aras de un tono documental ─ debería tomar el director de Traffic nota de la efectividad de Oliver Stone en esos menesteres ─ y nada ilustra sobre el idealismo que presidió la gesta cubana ni sobre el carisma de Ernesto Guevara a quien el gran Benicio del Toro no sabe dotar de la más mínima emoción aunque se acerque físicamente a él. Es esa frialdad, que afecta incluso al desvaído aspecto formal de un film que tiene un montaje sencillamente caótico y nada ilustrativo, la que acaba calando en el espectador indiferente, ajeno a la gesta cubana, que no consigue un segundo de empatía con el protagonista. CHE, EL ARGENTINO, es larga, aburrida, visualmente oscura - alterna imágenes en blanco y negro con otras de selva tenebrosa en donde, prácticamente nada ocurre- e inoperante desde el punto de vista didáctico. Película incompleta, pues habrá que esperar a su segunda parte, que termina bruscamente con el asedio a Santa Clara, descrito minuciosamente, en la que el único destello de talento y emoción se vislumbra cuando Che se dirige al mundo en la ONU hablando de la revolución cubana, escena sobre la que se articula todo el resto del film en forma de flash─back. Muy poco, muy pobre, muy frío y muy injusto para todo lo que uno espera ver acerca de ese personaje seductor, el mesías del izquierdismo, que dio su vida por unos ideales. JOSÉ LUIS MUÑOZ

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