EL ARTICULO
LACTEOS
José Luis Muñoz

Quizá ustedes no lo hayan advertido por la fuerza de la costumbre, pero déjense caer, con espíritu crítico, por el apartado de lácteos de cualquier supermercado, dirija sus pasos a las leches y verá como tengo razón. Primero es difícil encontrar el producto, mezclado con sojas de aspecto lácteo, sucedáneos de leches, etc. Pero si buscamos, como sería lógico, en sus envases la idílica y sana estampa de una vaca pastando en un prado lo vamos a tener difícil. En vez de ese rumiante, que es sabio productor de la materia, encontramos señoritas embutidas en boody de afilada silueta o complicadas fórmulas químicas, y desde luego, si compra leche entera, producto pecaminoso, más vale que se lo envuelva la cajera con papel de diario y llegue con ella a casa casi clandestinamente o tendrá una bronca asegurada. Resulta curioso que uno de los productos emblemas de los países desarrollados, que mide precisamente su bienestar, esté tan demonizado y oculto como si de una peligrosa droga se tratara. Que yo sepa nadie se ha muerto por ingerir leche y sí por permanecer horas y horas sentado delante del televisor. ¿No sería más fácil disfrutar de la leche y ser menos sedentarios?
José Luis Muñoz

Quizá ustedes no lo hayan advertido por la fuerza de la costumbre, pero déjense caer, con espíritu crítico, por el apartado de lácteos de cualquier supermercado, dirija sus pasos a las leches y verá como tengo razón. Primero es difícil encontrar el producto, mezclado con sojas de aspecto lácteo, sucedáneos de leches, etc. Pero si buscamos, como sería lógico, en sus envases la idílica y sana estampa de una vaca pastando en un prado lo vamos a tener difícil. En vez de ese rumiante, que es sabio productor de la materia, encontramos señoritas embutidas en boody de afilada silueta o complicadas fórmulas químicas, y desde luego, si compra leche entera, producto pecaminoso, más vale que se lo envuelva la cajera con papel de diario y llegue con ella a casa casi clandestinamente o tendrá una bronca asegurada. Resulta curioso que uno de los productos emblemas de los países desarrollados, que mide precisamente su bienestar, esté tan demonizado y oculto como si de una peligrosa droga se tratara. Que yo sepa nadie se ha muerto por ingerir leche y sí por permanecer horas y horas sentado delante del televisor. ¿No sería más fácil disfrutar de la leche y ser menos sedentarios?
Comentarios
Saludos.
Un abrazo