DIARIO DE UN ESCRITOR
Arán, 4 de spetiembre de 2011
Rutinas. Mirar siempre el techo del
cuarto de baño cuando entro, por si cuelga de él alguna de esas enormes arañas
tamaño mano abierta que abundan por el garaje. Sigue mi pacto con ellas. En el
garaje, respetadas; en casa, exterminadas. Rutinas. Hacerme el café con leche y
mirar un telediario que, por rutina, es el de la 1 hasta que me doy cuenta de
que lo boicoteo y voy a la cadena autonómica. Me resbala lo que dicen. Rutinas.
Después de ducharme abrir El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa, el primer
libro, en muchos años, que leo por placer, pero no encuentro placer en su
lectura. No es de sus mejores novelas. Y Vargas Llosa me irritó días atrás con
un artículo demencial que escribió contra Julian Assange y, de paso, contra
Correa: el peruano añora la democracia norteamericana, la de Guantánamo, la de
los drones asesinos, la de las penas de muerte, la de Asociación Nacional del
Rifle, la de la que te libras de la silla eléctrica porque tienes pasta y, sino
palmas, claro, una democracia infinitamente más civilizada que la de Correa que
da asilo político a un violador de suecas.
Rutinas. La prensa en La Paraguaya.
También papel. La cerveza en la terraza del bar de El camarero que lee a Thomas
Mann que hoy no está. Rutinas, beber a pequeños sorbos esa cerveza, leer el
diario y contemplar el bosque de la montaña de enfrente que ya empieza a
otoñar. Rutinas. Ir a comprar el pan. Pero rutina frustrada: no está la
panadera del parte meteorológico, por lo que no sé si esta tarde lloverá,
saldrá el sol, nevará o qué.
Rutinas. Escribir en mi despacho sin oír
las carcajadas infantiles que me acompañaron los últimos días y llenaron la casa de alegría.
Rompo rutina. No hago la siesta. Barro
en lugar de dormitar. El estómago se encoge. Debe de recordar lo poco que comió
al mediodía. Una ensalada ligth con lechuga, manzana y maíz, seguramente
transgénico.
Hoy escuché en Al Rojo Vivo, que emiten
muy tarde por La Sexta, casi al mediodía, las maravillosas medidas que los sádicos hombres de negro
aconsejan a los masoquistas griegos que ya han sufrido una merma del 40% de su
poder adquisitivo y se suicidan a miles: trabajar los sábados. Y los domingos.
Y no tener vacaciones. Y morir trabajando sin pensiones. Y atarse al banco del
trabajo con cadenas, como los galeotes.
No vamos al siglo pasado, no; vamos
directamente a la Edad Media.
Comentarios
Rutinas.Fumar un cigarrillo y pasar por aquí.
En la novela explica muy bien cómo los países del norte explotan la riqueza de los píases del sur y los convierten en más miserables y pobres de lo que eran antes. Solo han cambiado la materia prima. En esa época el motivo era el caucho y en la actualidad son los minerales.
¿Se producirá el cambio, alguna vez?