LITERATURA / PRINCESA DE ASTURIAS VERSUS NOBEL

Princesa de Asturias versus Nobel


Frente al discutido Nobel a Bob Dylan, cantante al que admiro y amenazó con no ir a recoger ese absurdo galardón, espectáculo bochornoso que se ha montado la academia sueca y con la que hace un ridículo sonado que le van a recordar en el futuro, la sabiduría del premio Princesa de Asturias para Richard Ford, el autor de la estupenda Canadá, que leyó no hace mucho el que esto escribe, un autor poseedor de una solidez narrativa considerable que lo hace destacar en el mundo literario de Estados Unidos.

Sin salirme de Estados Unidos, se pregunta uno por qué el sapientísimo jurado del Premio Nobel no se lo concedió este año a Philip Roth en lugar de a Bob Dylan, o a Milan Kundera si saltamos a Europa, o a Juan Marsé si me vuelvo chovinista; y se lo preguntan, sobre todo, los libreros que aguardaban como agua de mayo la concesión del máximo galardón literario a un autor con obra considerable para poder colocar sus libros en los anaqueles y cuadrar sus cuentas y se van a tener que conformar con exhibir los dos o tres libros que Bob Dylan ha publicado y las biografías disponibles del Nobel de Literatura de este año que no quiere serlo.

A veces los galardones solemnes que da la academia sueca aciertan al cien por cien, otras veces nos descubren autores que, por diversos motivos, nos eran desconocidos (conocer a la gran Hertha Müller es una deuda particular que tengo yo con ellos), o recaen en otros que ya admirábamos (el J.M. Coetzee sudafricano, no el otro que ha renacido en su exilio y nada tiene que ver con el original).


El descrédito que están sufriendo los galardones literarios, sobre todo en mi país, es de proporciones siderales, así es que el despropósito del Nobel de este año no debería sorprendernos. Un buen porcentaje de los premios españoles están dados de antemano, son negociados entre los agentes literarios de los autores de postín y las editoriales, y en otros funciona el amiguismo, hasta el punto que ser galardonado con según qué premio no prestigia al autor sino todo lo contrario. En algún momento escribiré una novela negra sobre ese tema. Y les habla alguien que fue “descubierto” precisamente por los premios literarios, cuando estos tenían la función, hoy día perdida, de dar a conocer autores a los lectores. 

"Me besó y me gustó su sabor. Me estuvo besando mientras se reía, contándome los dientes con su lengua delgada con la que me tocaba la nariz, las cejas, los párpados y los ojos mientras me acariciaba el torso con los pezones puntiagudos de sus pechos y movía su pelvis por encima de mi sexo en un intento vano de resucitarlo". ASCENSO Y CAÍDA DE HUMBERTO DA SILVA  (Ediciones Carena, 2016). 

Humberto da Silva es un muchacho de la calle que se pasa los días jugando en la playa con sus amigos para huir de la miseria de la favela, la tiranía de su alcoholizado padre y la tristeza de su madre. Cuando un promotor de la ciudad de Salvador de Bahía lo ve jugar, se le abren las puertas de la gloria. Pero el paraíso es efímero y la factura es cara. Humberto da Silva cumple en muy pocos años todos sus sueños: estrechar la mano de Pelé; concitar la atención del escritor Jorge Amado, aunque no sepa leer; vivir rodeado de lujo y hermosas mujeres; ser aclamado en los estadios como un dios. De la miseria a la opulencia en un breve instante, pero el éxito es un manjar que cuesta digerir, y, a veces, atraganta. La metáfora del fútbol para contar una historia sobre lo banal y breve que es el triunfo y los juguetes rotos que quedan tras el fragor de las batallas.
José Luis Muñoz recrea con una prosa “tropical” la efervescencia de una ciudad como Salvador de Bahía, toda ella ritmo, alegría y sensualidad desmedida.      




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