CINE / LA MUJER QUE SABÍA LEER, DE MARINE FRANCEN
LA MUJER QUE
SABÍA LEER
SABÍA LEER
Marine
Francen
Cuestión
de títulos. O cómo según qué traducciones libres de títulos de películas les
hacen un flaco favor. Esta La mujer que
sabía leer, por ejemplo, que en realidad es El sembrador, título que es fiel al argumento (un varón llega a un
matriarcado forzoso y se convierte en el semental de las mujeres) y al ambiente
del film: rural.
Marine Francen, la directora, ha sido, entre
otras cosas, ayudante de dirección de Michael
Haneke. Con semejante antecedente podría uno presuponer que la iconoclastia
rompedora del provocador director austriaco se le puede haber pegado. No. No en
la forma, sí algo en el fondo en su ópera prima.
El sembrador, o La mujer que sabía leer, es tanto una película de época rural (en
tiempos del golpe de estado de Luis Napoleón Bonaparte, el ejército se lleva a
todos los hombres de un pueblo y las mujeres quedan aisladas), como una
historia de amor que trata de no ser convencional alejándose del lastre de los
celos. Jean (Alban Leonoir), el
sembrador pero también el semental, llega a esa aldea en donde sólo habitan
mujeres tras la razzia del ejército y se enamora de la virginal Violette (Pauline Burlet). Pero las mujeres
privadas de sus maridos por la fuerza previamente han hecho el pacto de compartir
al primer varón que caiga por el pueblo y Violette, con dolor, será fiel a su
palabra dada y dejará que su amante satisfaga una a una a sus compañeras.
Pantalla
cuadrada, fotografía límpida, escenas bucólicas algo impostadas, erotismo flou cuando por el argumento casaría uno
más salvaje, actrices femeninas demasiado bellas y glamurosas para pasar por
campesinas y varón de pasarela. La película de Marine Francen, que ganó el
premio Nuevos Realizadores del pasado festival de San Sebastián, huye de los conflictos
(celos) y las pasiones; es muy limpia, demasiado, no huele ni a campo ni a
miseria, tampoco a sexo; y carece de credibilidad desde su inicio con esa
razzia tan poco sangrienta, también, de los bonapartistas en la aldea cuando se
llevan a todos sus hombres. La puesta en escena de La mujer que sabía leer es fría y artificiosa; las actrices (Ana Maria Vartolomei, Barbara Probost, Iliana Zabeth…) parecen salidas de una obra de teatro televisada y
tampoco ayuda una ambientación impostada y una fotografía neutra y plana, sin
matices. Pero es un film que se deja ver agradablemente, no aburre pero puede
dejar absolutamente indiferente.
La novela negra sobre el apartheid de Sudáfrica que muerde.
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