LITERATURA / ESTA BRUMA INSENSATA, DE ENRIQUE VILA-MATAS
ESTA BRUMA INSENSATA
Enrique Vila-Matas
Debemos
ser los españoles los únicos seres del planeta que hablamos de comida mientras
comemos y ese detalle no nos parece redundante siéndolo. Los jugos gástricos
deben ejercer un peculiar e inexplicable influjo en el cerebro para que ese
fenómeno se reproduzca cuando el ágape lo merece. No es Enrique Vila-Matas el único escritor español cuyos libros giran,
una y otra vez, sobre la literatura, cuyos personajes o son escritores, editores,
correctores o servidores de citas como es en el caso de su último libro, pero
es el único cuya deriva parecería llevarle hacia un bucle insoslayable del que
consigue salir gracias a ingenio, virtuosismo e inteligencia. Es Enrique Vila-Matas, apóstol de lo metaliterario, no solo un gran escritor sino un exquisito lector, y por ello
algunos de los autores con los que se ha alimentado están en su novela que él,
y yo, calificaríamos como artefacto literario.
Simon
Schneider, nombre forzado que parece un pseudónimo judaizante y un homenaje a
Romy Schneider (también la vena cinéfila de Enrique Vila-Matas chisporrotea por las páginas del libro), trabaja
desde Cadaqués, centro del mundo para él —Cadaqués, dijo exagerando un poco, era la
historia de los grandes momentos y estaba convencido de que, de haber querido,
aunque fuera solo un pueblo, habría podido arrebatar a Nueva York su papel de
capital del mundo—, para
proporcionar citas —Y concluía Caven diciendo que en el interior de “We Live in The Mind”
podía uno detectar la huella del mundo de maravillosas intuiciones de Georges
Perec, que ya en 1965, no mucho después de publicar “Les choses”, había
mostrado gran optimismo al decir que la literatura se encaminaba hacia un arte
de las citas…—a un misterioso escritor llamado
Rainer Gran Bros, su hermano, que ha escrito cinco novelas veloces renacido como escritor norteamericano y se oculta
en Nueva York como si de Salinger —Y si alguien
hubiera fotografiado su expresión en aquel momento y después la hubiera
propagado por las redes sociales, sin duda la popularidad de Rainer se habría
multiplicado por mil y habría superado con creces a aquella famosa imagen de
Salinger, vivamente enfurecido al ser descubierto a la salida de un
supermercado.
— o Thomas
Pynchon— …todo aquello que alguna vez había oído decir de Thomas Pynchon,
como, por ejemplo, que no era un solo escritor, sino una selecta cadena de
autores que se habrían ido relevando en su juego de ir traspasándose el nombre
de Pynchon…—se tratara.
Ocurre
con el escritor barcelonés algo muy parecido a lo que sucede con Woody Allen: acabamos de ver su última
película, que no suele ser muy novedosa respecto a su anterior, y ya deseamos
ver la próxima: crea adicción. Toma Enrique
Vila-Matas prestado el nombre de su último artefacto literario de Raymond Queneau y hace que esa bruma
insensata pivote también sobre lo que está sucediendo en Cataluña, así es que
en esta ocasión el escritor barcelonés sale de su torre de marfil y se moja
políticamente aunque lo haga con ironía y sirviéndose de un endemoniado sentido
del humor: Era especialmente asfixiante
en aquellos días la sucesión de noticias acerca de Cataluña. Aunque he de decir
que yo me ahorraba la sobredosis de informaciones, porque tenía una actitud
austera ante el imparable bombardeo mediático: no compraba la prensa, llevaba
dos semanas sin encender el televiso-descansaba de él porque Padre lo había
tenido encendido demasiadas horas en los últimos meses de su vida-y no buscaba
casi nunca noticias en el móvil.
De hecho
las citas, y valga la redundancia porque el oficio del protagonista es el de
facilitador de citas, al procés son
continúas en el libro que ha sido escrito precisamente en dicho período anómalo
y que transcurre en tres fechas emblemáticas del mes de octubre: Empecé a preguntarme si no sería que la
noche anterior los separatistas habían declarado la independencia y al mismo
tiempo no la habían acabado de declarar. Y se lamenta del papel residual, a
su juicio, de su amada Barcelona: Barcelona,
la gran ciudad neurasténica, admiración de tantos forasteros, situada en un
lugar muy privilegiado del Mediterráneo, parecía haberse deslizado por un
innecesario sendero de aldea vietnamita. Y, en un ejercicio de hiperbolismo
literario/ cinematográfico, recurre a Joseph Conrad/ Francis Ford Coppola y El
corazón de las tinieblas/ Apocalipse now para resumir esa situación anómala
al hilo del vuelo constante de helicópteros sobre la Ciudad Condal: El hecho fue que durante unos minutos
dejaron de volar sobre el Eixample y de intentar transportarnos a aldeas
remotas en el delta de un río que llevaba hasta el corazón de las tinieblas.
De
hecho, lo suyo, como muchos sorprendidos por esa confrontación de unionistas y
secesionistas de vodevil, es la equidistancia: …no tardé en verme rodeado de personas que agitaban banderas españolas
y se dirigían al llamado Cinc d´Oros, la confluencia de Diagonal con el Paseo
de Gracia, que era de donde arrancaba la manifestación por la unidad de España.
Y yo no sabía dónde ponerme porque simplemente no me identificaba con ninguno
de los dos proyectos políticos enfrentados.
Esta bruma insensata está trufada, como buena parte
de los libros del autor de Doctor
Pasavento, de referencias literarias que no pesan en absoluto. Enrique Vila-Matas se replantea el acto
de escribir, cómo escribir y para qué escribir en un brillante ejercicio de
literatura sobre literatura sin que esa endogamia y la ausencia de una clara línea
narrativa perjudique su libro sino todo lo contrario. Las citas, su
acumulación, hacen hasta que el citador padezca sobrepeso a consecuencia de
ellas: Me dirigí hacia la calle Londres
y, mientras subía por la cuesta de la calle Aribau, jugué a simular que iba tan
saturado de citas que me había convertido en un individuo de notable peso
físico que apenas podía dar un solo paso.
En unos
tiempos políticos en los que se ha puesto de moda el relato (el de unos y
otros), de tal modo que hasta la batalla por el relato parece ser más
importante que lo que sucede realmente, Enrique
Vila-Matas contrapone ficción (declaración de la República Catalana) y
realidad (suspensión de esa República Catalana a los tres segundos) y
reflexiona sobre ese escenario marxista (Groucho) de esos tres días cruciales del
mes de octubre de 2017 (si fueran reales y no ficcionados por unos y otros) que
son el escenario de fondo de Esta bruma
insensata. Pero lo aplica también a la literatura a través de esa pareja de
autores ocultos, a los que nadie vio, y de culto, que son Salinger y Pynchon.
¿Existieron esos autores ocultos si nadie los vio en años o son ellos mismos autoficción?
Parece
abominar el escritor barcelonés a través de sus alter ego narrativos, Simon
Schneider / Rainer Gran Bros, de eso precisamente, de la narrativa convencional
descriptiva de los siglos XVIII y XIX, los del apogeo de la novela, y denomina
precisamente lo que hace como artefacto como contraposición: Porque con los “artefactos” era como si me
encontrara en casa, mientras que, cuando narraba de forma novelesca, me aburría
mucho teniendo que caminar por el mundo y, en consecuencia, teniendo que
describir ya no sólo la maldita mesa camilla, sino también el color de mis
zapatos y las hechuras de mi mochila y los jardines portugueses que creía ver
más allá de la ventana que no acertaba nunca a pronosticar las tormentas.
Sigo
considerando al autor de El mal de
Montano como uno de los más brillantes, inteligentes y lúcidos escritores
del actual panorama literario español, alguien que exuda amor por la literatura
por todos sus poros y cuyos libros pueden leerse también como amenos ensayos
sobre al arte de contar. Y remata al final del libro Enrique Vila-Matas, por si quedaran dudas de la trayectoria que
sigue su literatura: A veces, cuando veo
que he tenido que escribir sobre un tiempo ya tan caducado, me pregunto si no
será que a lo mejor, como dicen algunos, a la ficción le gusta el pasado y por
eso tiende a correr el riesgo de no ser sino cosa del pasado, que es lo que
solían decir los hegelianos hablando del arte en general y Borges hablando de
la lluvia.
Enrique Vila-Matas, que parece llevar tiempo
enterrando la novela a través de sus ejercicios metaliterarios de autoficción,
no llega tan lejos como el fallecido Vicente
Verdú, que las enterraba sin haberlas escrito, y sigue escribiendo para los suyos
con una fidelidad absoluta y los suyos le agradecen infinitamente su juego
literario que, en ese sentido, en lo lúdico, lo emparenta con Julio Cortázar. El barcelonés se
divierte escribiendo, se nota, y su libro es un vaso comunicante.
Gotham, la Gran Manzana, la Ciudad de ciudades, la Ciudad que nunca duerme: Nueva York, la manzana helada. Una novela sobre esa ciudad, su historia, sus museos, sus crímenes, sus escritores, sus edificios, sus películas... un canto de amor a la ciudad que contiene todas las ciudades del mundo. Un libro sobre la literatura, el viaje y la vida:
LA MANZANA HELADA
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