SOCIEDAD / VADEAR LA PANDEMIA
Vadear la pandemia
Leer
Estoy
leyendo, a muy buen ritmo, todas esos libros que tenía pendientes, las novelas
que me envían mis amigos escritores, las que me regalé por navidades, una torre
de Babel que amenazaba derrumbe en la mesilla de mi dormitorio, y aprovecho mi
encierro, forzado pero cívico, para hacer esas lecturas en mi pequeño balcón
para, al mismo tiempo que leo, tomar el sol cuando este sale. He redescubierto
con ello el placer de la lectura al aire libre y de cuando en cuando dejo la
lectura para admirar el privilegiado paisaje que me rodea: ventajas de vivir en
el Valle de Arán. En eso me siento un afortunado. El libro que estoy leyendo en
estos momentos, a muy buen ritmo (cien páginas diarias) es Elegía para un americano, de Siri Hustvedt, y lo estoy disfrutando.
Previamente he estado leyendo Los
archivos de Van Helsing de Xavier B. Fernández, una novela muy recomendable
que es un paseo por la reciente historia de Europa de la mano de un personaje
como Vlad Drakul, y el libro de prosa poética El contador de gotas, del navarro afincado en París Francisco
Javier Irazoki, extraordinario como todo lo que escribe. Para mí Irazoki es uno
de los poetas más sólidos de nuestro panorama literario.
Lejos de mí los tóxicos
Conviene
no colgarse de las redes, que intoxican mucho en estos días y nos inundan de
fakes mal intencionados, y obviar la basura mediática de canallas que se hacen
pasar por periodistas, una raza execrable que se cuece en su propio odio. El
mejor momento del día es cuando se agota la batería de mi móvil. Lo cargo,
entonces, pero no lo conecto para darme un descanso de tanto chat, tanto
profeta y visionario a toro pasado, tanto especialista que lo sabe todo y tanto
chiste, alguno muy bueno, por cierto. Administrar la propia conectividad me parece
vital en estos momentos para nuestra salud mental. Eso no quiere decir que no
utilice el teléfono para videoconferencias con todos los seres queridos: verles
las caras y saber que están bien es uno de los mejores momentos del día, y con
colegas de ultramar a los que quiero de veras, y ahí me voy a Argentina con
Guillermo Orsi y Gustavo Abrevaya, escritores excelsos que recomiendo
encarecidamente.
Ritos
Vital
establecer ritos y cumplirlos con disciplina y mantener la casa en orden aunque
la única visita que esperes sea la tuya. Acostumbro a ver las noticias mientras
desayuno, como, meriendo (he recuperado esa costumbre olvidada) y ceno. Escribo
de buena mañana y de madrugada. Me pongo al día en películas atrasadas y reviso
a mis directores fetiche: Ford, Kubrick, Polanski, Bergman, Érice, Lumet... Me
cambio varias veces de ropa al día. Pijama hasta las 12; pantalón corto y
camiseta si luce el sol hasta las 14 horas, con vermú incluido en mi pequeña
terraza balcón; luego me visto como si fuera a salir, pero no salgo y me cuesta
vencer la tentación porque la montaña está a dos pasos. Soy consciente de que
el confinamiento en el Valle de Arán es privilegiado. El solo hecho de ver
moverse las ramas de los árboles cercanos por el soplo de la brisa me da una
idea de lo bien que está la naturaleza descansando de nuestra presencia. No es
lo mismo ver un prado, un bosque, un pueblecito con tejados de pizarra
integrado en el paisaje, que ver el frío muro de una casa de vecinos que te
tapa el horizonte. Veo el cielo, veo la luna de muchas maneras, cómo pasan las
nubes, y esperando la relajación de esta pesadilla infinita para poder pisar la
hierba y verla crecer.
Exorcismos
La
literatura, más en este momento, debe servir como exorcismo. No soy el único
que utiliza este recurso creativo para paliar el miedo que produce esta
situación según me llegan noticias de mis colegas. Yo, como otros muchos autores,
estoy escribiendo una nueva novela sin tener ni idea de si tendrá futuro, la
acabaré, se publicará o quedará en el cajón. Quizá de esta pandemia surja una
generación, como la de la Nocilla (completamente olvidada, por cierto), la del
Covid 19 que forzosamente será negra y distópica. La crisis sanitaria nos
enseña, y ya van muchas veces, esa delgada línea que separa ficción de realidad
y lo peligroso que resulta cuando la realidad se aproxima a la ficción. Habrá
quien vea conspiraciones, Spectra detrás de todo esto (no lo descarto, que
conste) o que sencillamente crea que la naturaleza ya se ha hartado de
nosotros. Han quedado colgadas las presentaciones de mi última novela El viaje infinito, con las que estaba
muy ilusionado porque se trataba de mi libro 50, que ya son, y la publicación
de mi libro más ambicioso y épico, en la estela de La pérdida del paraíso que publiqué en 2001, El centro del mundo, la novelización pormenorizada de la
extraordinaria aventura que llevó a Hernán Cortés y sus capitanes a ese centro
del mundo, Tenochtitlán. Con la aventura de Colón comparte Cortés cierto
fatalismo: La pérdida del paraíso se
publicó exactamente cuando cayeron las Torres Gemelas el 11S; El centro del mundo en plena pandemia
del Covid 19.
Viajes al pasado
Como no
sé cuándo podré salir, cuándo podré viajar de nuevo, dedico unas horas del día
a viajar a través de mis fotos, al pasado y a otros escenarios, a ese
maravilloso paisaje de montaña que me rodea y que no puedo pisar en estos
momentos. La memoria sirve para revivir. Con esas imágenes voy a la cama con la
esperanza de soñar que estoy libre. Aconsejo a los demás que hagan lo propio.
Nunca está de más repasar la vida que hemos llevado y replantearnos la futura,
si la hay. La nostalgia, cuando no se convierte en obsesión, enriquece. También
reviso mis fotos de juventud y me miro con 18, 25 o 30 años. De ese vengo, me
digo, con las cornadas de la vida en el cuerpo.
Conclusiones
Soy
moderadamente optimista frente a otros que no lo son nada. Esta crisis va a
traer muchos cambios y los que nos movemos en el mundo de la cultura tenemos
que estar en guardia. Posiblemente la sociedad tenga, a partir de ahora, más tiempo
libre y lo pase en sus casas. Buen momento para promover el libro, digital o en
papel. Creo que deberíamos, de una vez por todas, reivindicar a Paul Lafargue y
ganarnos como sociedad el derecho a disfrutar del máximo tiempo libre, y ahí,
para llenarlo, estarían los productos culturales, el libro entre ellos. Si
superamos, con mucho dolor, la crisis financiera del 2008, también vamos a
superar la crisis sanitaria del 2020. Espero que alumbremos un mundo mejor, más
solidario, cuyo centro sea la felicidad de sus ciudadanos. Una utopía, claro,
pero si la sociedad avanza es a golpe de utopía.
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