CINE /AS BESTAS, DE RODRIGO SOROGOYEN
Intenso
thriller rural el que nos ofrece Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981) en torno a la
desconfianza y reticencia que genera
una pareja de franceses que aterriza en una aldea gallega con la intención de
rehabilitarla y ofrecer sus casas como alojamiento rural con encanto a posibles
turistas, pero los aldeanos carecen de todo encanto, como muy gráficamente dice
Xan (un extraordinario Luis Zahera en un personaje salido de la España
profunda), el macho alfa del pueblo, en sus charlas tabernarias regadas con
orujo: “Los guiris se van a espantar en cuanto nos vean el careto y huelan a
mierda”.
Lo
que para la pareja ecologista, formada por Antoine (Denis Ménochet, el
interprete de otro drama rural de título y temática similar: También las bestias) y Olga (Marina
Foïs), es un paraíso natural (el francés vino a parar allí porque en una noche
de borrachera despertó en ese lugar y vio como techo las estrellas), para el
resto de la población es un lugar infame del que intenta huir, y la ocasión se
les presenta cuando una empresa de energía eólica plantea poner molinos en el
pueblo, algo a lo que los recién llegados vecinos galos se oponen, y si no
firman todos los habitantes empadronados de la aldea no hay trato, por lo que
Xan y su hermano Lorenzo (Diego Anido), un disminuido psíquico, les harán la
vida imposible. Una cosa es el paisaje, y otra, muy distinta, el paisanaje.
La
historia criminal de la España profunda está llena de casos similares al que
nos cuenta Rodrigo Sorogoyen en As bestas: Puerto Hurraco, Tort o Fago
son tres casos emblemáticos que me vienen a la memoria, y el de Tort es el que
más semejanza tiene con esta siniestra historia que nos narra el director de El reino. Sorogoyen recrea libremente un crimen real cometido en Santolalla,
provincia de Orense, hace unos años que tuvo una amplia repercusión mediática.
La
película empieza con una secuencia ralentizada de la rapa bas bestas, en la que tres fornidos ganaderos derriban un
enorme caballo cogiéndolo por la cabeza y patas, toda una premonición de lo que
va a venir, y sigue con los enfrentamientos casi diarios entre esos vecinos
desavenidos que van enrareciendo el ambiente hasta hacerlo insoportable.
Lástima de una segunda parte forzada, cuando llega a la aldea Marie Denis
(Marie Colomb), la hija de la pareja, y se rompe ese crescendo imparable
anterior: desaparecen los hermanos Xan y Lorenzo para centrarse en el
enfrentamiento madre e hija a cuenta de la forma de vida de la primera. Los
últimos cuarenta minutos se ven como si se tratara de otra película,
complementaria: un apéndice.
Rodrigo
Sorogoyen imprime a As bestas una
narrativa cinematográfica, telúrica y malsana de drama que se cuece a fuego
lento pero que tiene que explotar en algún momento. El director de la serie Antidisturbios dosifica esa tensión
violenta que surge de las entrañas de la tierra, una violencia que tiene su
plasmación física en los rostros enloquecidos de rabia de los dos hermanos
cuando aporrean el cuatro por cuatro de los franceses en una pista
desierta. Podría ser el film de Rodrigo
Sorogoyen una versión gallega de la excelente Deliverance de John Boorman si le sumamos la escalada de
provocaciones de Perros de paja de
Sam Peckinpah (el envenenamiento de las aguas del pozo; las botellas de alcohol
que dejan en el terreno de Antoine y Olga; la emboscada nocturna en la pista
forestal, que remite a la que sufrió el alcalde de Fago).
Importancia
capital los tres idiomas hablados de la película, que obligan al subtitulado:
el gallego, el mayoritariamente empleado, y excluyente, para que los vecinos franceses no se enteren
de lo que se dice de ellos; el francés de la pareja de forasteros, y algo de
castellano chapurreado por los actores Denis Ménochet y Marina Foïs, una
polifonía que hace más creíble la historia que se nos cuenta.
As bestas
se suma así a esa larga y excelente lista de películas españolas del negro
rural en la que están La familia de
Pascual Duarte de Ricardo Franco, Furtivos
de José Luis Borau, El séptimo día de
Carlos Saura, Los invitados de Víctor
Alcázar, El crimen de Cuenca de Pilar
Miro y La isla mínima de Alberto
Rodríguez, entre otras muchas.
La
película está dedicada a Margo, la extranjera que resistió el brutal
hostigamiento de sus vecinos en el caso real en el que se inspira Rodrigo
Sorogoyen. Un detalle encomiable, porque Margo Verfondem, una mujer holandesa,
sigue viviendo en la aldea gallega de Santolalla y As bestas es, en cierto sentido, un homenaje a su proyecto.
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