CINE / SOCIEDAD NEGRA, DE RAMON TÉRMENS

 


La película de Ramon Térmens tiene muchos elementos para ser un buen thriller y, además, podría beneficiarse del exotismo de la trama. El director, de la mano de Andreu Martín y su novela Sociedad negra en la que se inspira, se introduce en el hermético mundo de las triadas, la mafia china, una sociedad aparte que funciona con sus leyes implacables y de modo muy silencioso y discreto. Tres pringados de manual, el argentino Pardales (Daniel Faraldo), un delincuente de poca monta que entra y sale de la cárcel y cuida de su anciana y demente madre Esperanza (María Galiana), Liang (Alberto Jo Lee), su medio hermano, hijo de china (Huichi Chiu), que trabaja en régimen de explotación en un taller de costura, y catalán maltratador (Miquel Gelabert), confidente de los mossos y perista de lo que hurta el primero, que regenta un local de artes marciales, y Tracas (David Arribas), un tonto muy tonto y fumeta, se asocian para dar un golpe maestro a la triada china de Barcelona asaltando uno de sus enormes almacenes en donde se guarda una enorme fortuna, pero las cosas se complican porque Liang se enamora perdidamente de Pei Lan (Chacha Huang), hija del encargado del almacén que van a desbalijar y que se va a casar con Wo Jim (Marcos Zan), uno de los capos de esa mafia oriental.

 


¿Por qué una película que tiene una trama argumental tan interesante (el impenetrable mundo de las tríadas y sus secretos), una realización excelente, buenos personajes (sobre todo el argentino Pardales), actores muy solventes (y casi todos chino-catalanes, sorprendentemente naturales), muy buena fotografía que capta esa Barcelona de los enormes almacenes chinos, sus talleres de costura, su fachada marítima, las tres chimeneas muertas de Sant Adriá del Besós, no acaba de cuajar ni de ser creíble? Pues la razón es un guion, escrito al alimón por el propio Ramon Térmens y Daniel Faraldo, que desbarra absolutamente en su parte final y hace que la historia naufrague a partir del atraco al almacén. Queda deslavazada, y en el aire, la intervención policial en el caso a cargo de la inspectora Montse Gelabert (Montse Germán), que busca vengarse de la triada por la muerte de sus seres queridos, y el jefe de los mossos Puigmartí (Abel Folk) que aduce el guante de seda con los chinos por los intereses económicos: “China ha comprado la mayor parte de la deuda de España”, le dice cuando su subordinada le reprocha que no tome cartas en el asunto.


 

Ramon Termens se mueve entre la comedia (los personajes estrambóticos del Tracas y Pardales ayudan) y el thriller negro con ribetes exóticos. La historia de amor entre Pei Lan y Liang funciona gracias al feeling y a la fotogenia de la actriz china taiwanesa Chacha Huang y a una fotografía exquisita, pero la película descarrila por una sucesión de secuencias poco creíbles (un mafioso cazado como un pardillo en la secuencia de la ambulancia que le cierra el paso; el robo de otra ambulancia por parte de Pardales; la irrupción de este en la vivienda en donde se ha producido un crimen; todas las escenas del prostíbulo chino y un largo etcétera), un montaje irregular, que anticipa lo que va a suceder sin que tenga mucho sentido, y el viraje de uno de los  personajes de asesino implacable a enamoradizo tonto. Finalmente parece que el director no sabe cómo cerrar la historia y la chica buena, que luego es un poco mala, termina con el protagonista masculino, suponemos que volviendo a la senda del bien.  Y es una lástima porque uno esperaba encontrarse un Manhattan Sur a la catalana y la decepción ha sido considerable.







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